Sebastián De Paola
Edición Impresa | 11 de Septiembre de 2019 | 01:34

A los 80 años falleció Sebastián De Paola, un docente de extensa trayectoria en establecimientos educativos de la Ciudad. Su partida provocó numerosas muestras de pesar no solo en su entorno cercano, sino también entre los alumnos a los que formó y se entregó con su calidez.
Había nacido en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 10 de agosto de 1939. Fue el hijo mayor de Chola De Barayazarra e Ítalo De Paola y creció junto a su hermano José Luis. Cuando su familia se mudó a La Plata completó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San José.
Después terminó su formación en el Instituto Superior de Profesorado Terrero de donde se graduó como profesor de historia.
Toda su vida estuvo marcada por una gran convicción religiosa y por una profunda vocación docente con la que se ganó el afecto y el respeto de sus alumnos.
Entre otros establecimientos de la Región, se desempeñó en la escuela de Comercio, en la Universidad del Salvador y en la Escuela Naval.
También dio numerosas charlas en las que dejó de manifiesto sus conocimientos históricos, algo que hizo de forma amena.
Fue director del Colegio San Miguel Garicoits; del Colegio Monseñor Alberti, desde que comenzó el nivel del secundario, y del Colegio San Vicente de Paul hasta que se retiró.
Sebastián también fue un hombre fanático de los deportes y, quienes lo conocieron, remarcaron que se destacó como jugador de fútbol entre las décadas de los ´60 y los ´70.
Además trabajó en la sección de Deportes de EL DIA, donde escribió sobre boxeo.
Como simpatizante enfervorizado de Racing impulsó la formación de la filial de ese club en La Plata.
El 3 de julio de 1976 unió su vida a la de Silvia Elena Chaneton; de la unión nacieron sus hijos Inés y Martín. También tuvo la fortuna de convertirse en abuelo de Isabel.
En el tiempo que le dejaban sus actividades familiares y profesionales, le gustaba reunirse con el nutrido grupo de amigos que cosechó a lo largo de su vida. Él siempre expresó interés y preocupación por el bienestar de sus seres cercanos y se ocupó de tenderles una mano cuando lo necesitaron. También se apasionó por la lectura y el tango.
Pese a que la enfermedad del Parkinson afectó su calidad de vida, nunca se dio por vencido y siguió adelante con sus charlas y con la pintura, una actividad que le permitía mejorar la motricidad fina.
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