Pablo Gustavo Irazusta

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Fue un hombre servicial, solidario y alegre; alguien que expresó un profundo amor por el prójimo y vivió intentando construir cada día una sociedad mejor. Por eso la prematura partida de Pablo Gustavo Irazusta provocó incontables muestras de dolor.

Fue el hijo menor de Ignacio Doroteo Irazusta y María Susana Zabaleta, nació el 18 de diciembre de 1971 en Ayacucho, Buenos Aires. Creció junto a sus hermanos Edgardo Ignacio y Norberto César e hizo sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal.

Tras un breve paso por la facultad de Derecho, fue convocado para hacer el servicio militar y cuando cumplió con ese deber, se mudo a La Plata para ingresar a la facultad de Ciencias Agrarias de la que egresó como ingeniero agrónomo.

Ni bien se recibió se vinculó a firmas nacionales exportadoras de frutas y se fue a vivir a la ciudad de Cipolletti, Río Negro.

También por cuestiones laborales se radicó durante algún tiempo en San Antonio Oeste y en la ciudad de Campana.

Siempre siguió vinculado a ese tema y para optimizar sus conocimientos realizó cursos y maestrías.

Desde 2008 se desempeñaba como inspector certificante en el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria - SENASA- . En esa dependencia controló los productos vegetales que ingresaban o salían del país.

En diciembre de 1996 conoció a Fernanda Bertero con quien, desde ese momento, comenzó a transitar un camino de amor y compañerismo. Una de las consecuencias de ese profundo vínculo fue la consolidación de una familia que creció con los nacimientos de Lola, Paloma y Antonio. La familia radicó su hogar en barrio Norte.

Ver el crecimiento de sus hijos, soñar con una futura vida en el campo y hacer una pequeña quinta en su casa, fueron parte de la cotidianeidad de Pablo y la compartió junto a Fernanda, su compañera de sueños, la mujer con la que cada 20 festejaba un mes mas de noviazgo.

Sociable, alegre, ocurrente, Pablo siempre dedicó tiempo a sus amigos, pero no solo el de las alegrías, sino también el que lo impulsaba a tender una mano o acompañar en los momentos malos.

Por eso no fue extraño que se hiciera de numerosos grupos en los que siempre le expresaron afecto. Sus allegados señalaron que en cada lugar solía cosechar un amigo.

También amaba viajar, ya sea para visitar a su hermano en La Quiaca o para festejar, por ejemplo, el cumpleaños de una amiga en Ushuaia.

 

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