El otro lado de Netflix: las películas “distintas” copan la plataforma
Edición Impresa | 5 de Septiembre de 2019 | 06:27

Irrumpió en silencio, se instaló como un extraño, como un objeto alienígena, pero cuando miró alrededor se dio cuenta de que no era el único “raro”: “El libro de imágenes”, ¿ensayo? ¿documental? imposible de definir del maestro Jean-Luc Godard, llegó a la pantalla de Netflix, una rareza para un catálogo dominada por un cine de formas clásicas y hegemónicas, pero también parte de una estrategia del servicio on demand para diversificar su oferta.
Porque, cuando rascamos la superficie, vemos que Netflix no es lo que pensábamos: a menudo acusados de poner en pantalla el equivalente audiovisual de la comida rápida por los espectadores gourmet, las críticas se relativizan al descubrir que en la profundidad de su grilla, apenas anunciados al momento de su estreno, se esconden joyas cinéfilas, que juegan con los límites de la forma y desafían las convenciones del cine clásico hollywoodense.
“El libro de imágenes”, por ejemplo, se estrenó el viernes junto a “Climax”, último trabajo del polémico franco-argentino Gaspar Noe, donde jóvenes bailarines toman accidentalmente LCD mezclado con sangría y así su exultante ensayo se convierte en una pesadilla cuando uno a uno sienten las consecuencias de crisis psicodélica colectiva. El mismo día se estrenó “Shoplifters”, sensible y agridulce retrato de una familia ensamblada de ladrones al borde de la moral.
Las tres figuraron en varias listas de lo mejor del año pasado, junto con otros filmes que también se pueden ver en la plataforma como el ominoso thriller surcoreano “Burning”, la onírica y hermosa “Lazzaro felice”, de la italiana Alice Rohrwacher, o “Girl”, de Lukas Dhont, donde una joven de quince años que nació en el cuerpo de un chico intenta convertirse en una bailarina profesional.
La apuesta por un cine diferente en Netflix no es nueva, pero parecía siempre mantenerse como una tendencia menor. Pasaron estrenos como “Al otro lado del viento”, la película póstuma de Orson Welles, y la apuesta por el Oscar de “Roma” (y esperamos “The Irishman”, donde Scorsese reúne a sus viejos secuaces), pero eran cintas que mezclaban un lenguaje cinematográfico distinto al usual con un alto perfil, que daba menos riesgo a estas apuestas.
Pero durante 2019 Netflix ha desarrollado ese lado B de su catálogo, apostando a diversos estrenos de cine independiente y festivalero para alimentar también a su audiencia más gourmet. Aparecieron en la grilla “A land imagined”, alucinógeno policial de neón de Singapur ganador en Locarno, el hitchokiano misterio musical de “Quién te cantará”, de Carlos Vermut, y la paraguaya “Las herederas”, que en su centro tiene una relación gay. Y se sumaron a otras cintas que ya estaban disponibles en la cartelera de la N roja, como “Las montañas deben partir”, joyita de Jia Zhangke, la francesa “Divines”, donde dos chicas intentan hacerse ricas a toda costa en un mundo de narcotráfico, o la inquietante danza de “Nocturama”. Y si de inquietar hablamos, allí están “Raw”, una de terror entre el canibalismo, el veganismo, la crítica social y el coming of age, y “Thelma”, una de las sensaciones del cine de género del año pasado.
LA OTRA CARA DE HOLLYWOOD
Y el lado B de Netflix no solo incluye cine de los confines del mundo, sino también la otra cara de Hollywood: producciones indies como la exquisita “Frances Ha”, sobre una “slacker” interpretada de forma deliciosa por su guionista, la estrella del cine independiente Greta Gerwig; o “Frontera Canibal”, western durísimo, sin concesiones, de S. Craig Zahler, una de las nuevas voces del cine norteamericano; o “Hell or High Water”, que mezcla el western con la burbuja inmobiliaria; se suman a propuestas como “Beach rats”, “Dulzura americana”, “El año más violento” o “Lejos de ella”, un panorama de ese cine norteamericano que no copa los cines (a menudo ni siquiera llega) pero pleno de vitalidad e ideas.
Un panorama interesante de los otros cines contemporáneos del mundo (a los que también se suma una creciente colección de clásicos). Y un antídoto, aunque sea pequeño, una isla, para la monodieta que desde los cines propone Disney, al punto de que la audiencia de los “otros cines” parece haberse esfumado, su apetito recortado, su presencia reducida, obligada a recluirse en pequeños nichos, en salas alternativas o circulando de formas menos que legales los últimos hallazgos.
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