FestiFreak: "Retrato de propietarios", el ruido de rotas cadenas

¿Puede una experiencia sensorial, de imágenes y sonidos, un documental “no tan narrativo”, observacional con algunos trazos ambiguos de ficción, casi sin palabras ni panfletos, protagonizada por perros y gatos, ser también un alegato contra el mundo del trabajo? Joaquín Maito, realizador de “Retratos de propietarios”, que abre la Competencia Argentina del 15° FestiFreak esta noche (a las 20, en el Select), dice que sí.

En su primer trabajo como director único, Maito filma perros y gatos en todos los confines del mundo. Algunos son libres, otros están atados, encerrados. Otros son usados para trabajar. Pero entre la observación de esos animales irrumpe, por momentos, algo extraño: desde viejas antes, ¿llega un llamado de liberación para esas mascotas en situación de dependencia?

“La película surgió como un registro de cartelitos de perros perdidos”, cuenta el realizador, en diálogo con EL DIA, sobre un proyecto que “venía pensando en paralelo a otro trabajo fotográfico que realizaba, relacionado con fotos carnet que encontraba en la calle”. En ese camino, se encontró con los carteles de las mascotas desaparecidas. “¿Qué onda estos carteles, escritos en primera persona?”, se preguntó Maito. “Hablan mucho más del dueño que del perdido”, dice hoy (y, por ende, su película lleva el nombre de los dueños, no de los proletarios animales).

Así surgió la idea de trabajar sobre animales perdidos, aunque la película luego se dispararía hacia otros horizontes cinematográficos y geográficos: el primer rodaje organizado del filme fue en Azul, aunque luego filmaría en Ushuaia (donde aparecen los perros de trabajo), en España (donde Maito hizo la foto de una cinta de una colega), y en la célebre Isla de los Gatos, en Japón, donde viven un centenar de gatos y casi ninguna persona.

“Me parecía que no era una historia centrada en Argentina, en lo nacional, sino que imaginaba que era una problemática mundial, que iba a estar en todos lados”, explica Maito porque, claro, la problemática que comenzaba a dibujarse en su cabeza como eje del trabajo era “la propiedad privada. Decir ‘esta mascota es mía, como uno dice este auto es mío’”. 

“Retrato de propietarios” puede leerse entonces como un llamado de liberación a los animales, y también del hombre, que vive en un “mundo del trabajo que está en oposición a la libertad”: así, detrás de un documental de observación, se teje una pequeña fábula.

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“Siempre estuvo la película atravesada por la idea de una ficción, una fábula para niños. Y también quise generar cierto ambiente de ciencia ficción”, revela Maito, que trabajo a ese fin particularmente desde el sonido (irrumpen en el sonido documental, realista, las radios analógicas, los ruidos de cables y el theremin, ese instrumento soviético “relacionado a la ciencia ficción y al cine clase B”).

Por eso, entre el retrato de tantos animales en cadenas, aparecen los gatos silvestres de Japón, que parecen transmitir mensajes ominosos desde antenas antes de lo que el montaje revela como una huida masiva de mascotas. 

Esa historia, de todos modos, solo se insinúa: “Queríamos que sea una película que se presente al público como una cinta sin masticar, donde cada uno puede generar sus propias conclusiones”, explica el director. “Una película casi sin palabras, donde las cosas van teniendo ciertas relaciones: algunas son más claras, y otras no tanto. Al construir la película, a nosotros nos venía bien tener nuestro cuento. Pero tampoco queríamos hacer un manifiesto anticapitalista, si bien creo que hay cosas que están claras, hay otras que se prestan a la interpretación. Entonces, se puede tornar una fábula autoconstruida por el espectador”.

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