Una práctica con alto riesgo de infecciones y sobredosis

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ESTEBAN WOOD

Especialista en políticas públicas sobre drogas

Los consumos de drogas ilegales presentan como un patrón en el tiempo, como ciclos de caducidad y de resurgimiento. Hace menos de veinte años, por ejemplo, debido a la relación directa con el fenómeno del uso de sustancias inyectables, la ex SEDRONAR aún tenía bajo su órbita de trabajo al VIH SIDA y a la hepatitis. Con el tiempo, las estadísticas dejaron de hacer centro en relevar este fenómeno; surgieron nuevos consumos (por ejemplo el paco, las drogas de síntesis, etc.) y los medios de comunicación perdieron el interés noticioso en esta temática. Y aquello que no representa una problematización y demanda social no exige una toma de posición gubernamental en términos de política pública.

Dos décadas después, el informe de la Defensoría del Pueblo nos insta a poner un foco de atención sobre el mismo fenómeno, con acento en los porcentajes de diagnóstico tardío de HIV constatados en el uso compartido de agujas y jeringas. Hago esta aclaración porque estamos lejos de una epidemia de consumo de sustancias por vía inyectable. Las prevalencias de uso, medida por el Observatorio Argentino de Drogas en el año 2017, nos hablan de que en nuestro país un 0,2 por ciento de la población comprendida entre los 12 y los 65 años consumió alguna vez en su vida alguna droga por esa vía. También cabe aclarar que se trata de una práctica vinculada a un estrato social de un poder adquisitivo superior al de la media, más si pensamos que el precio de la cocaína se ha elevado significativamente.

Lo que sí claramente existe, y debe ser motivo de intervención para los organismos competentes, es un aumento en las conductas de riesgo en un grupo poblacional que desconoce u omite la posibilidad de contraer una enfermedad infecciosa al compartir insumos inyectables, o también de incurrir en una sobredosis debido al rápido efecto de la droga administrada de forma endovenosa. Es en estos casos en donde información, prevención y reducción de daños deben confluir para disminuir la potencialidad del riesgo.

 

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