Ana María Platzeck
Edición Impresa | 7 de Octubre de 2020 | 04:31

Ana María Platzeck se entregó a la docencia, la investigación y el constante aporte a sus colegas, discípulos y alumnos como pocos ejemplos se pueden encontrar. Cosechó distinciones, reconocimientos a lo largo de su trayectoria, en la que luchó con valentía contra situaciones que la vida y su salud le pusieron en el camino en más de una oportunidad. Falleció a los 72 años y su partida provocó numerosas muestras de afecto, pesar y admiración.
Había nacido el 2 de enero de 1948, en la ciudad de Córdoba. Hija de Ricardo Pablo Platzeck y María del Amparo García, compartió el hogar con sus tres hermanos: María Elena, María Inés y Gabriel Ricardo.
Su padre fue un destacado profesional óptico y en el ámbito de la astronomía. Trabajó en distintos puntos del país, y de este modo Ana María cursó la escuela primaria en Córdoba y Bariloche, y la secundaria en esa ciudad del sur del país. Luego ingresó a la Universidad Nacional del Sur y después hizo la licenciatura y doctorado en el Instituto Balseiro.
Amable, callada pero cálida, de extraordinaria rectitud, comprometida con la facultad de Astronomía y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), fueron algunas de las palabras de reconocimiento, cariño y admiración que cosechó la docente y científica por parte de la comunidad académica de la facultad en la que desarrolló gran parte de su vida profesional. En 2013 fue distinguida con el cargo de Profesora Extraordinaria en la categoría de Consulta de la UNLP.
Llegó a la facultad de Astronomía de la UNLP en la década del setenta y fue docente por más de cuarenta años. Electromagnetismo, Mecánica del Continuo e Introducción a la Magnetohidrodinámica fueron algunas de las cátedras que la tuvieron como profesora. Antes, había sido docente de Mecánica Analítica. Su conocimiento sobre cada temática que abordó fue vasto y se resaltó que una de sus habilidades fue la sencillez para transmitirlo y compartirlo ante diversas audiencias e interlocutores.
Le gustaba mucho la música clásica y el folclore, y disfrutaba de su amplia biblioteca. En sus últimos años se dedicó a la observación de aves. Sus vacaciones las pasaba en Alta Gracia, Córdoba, junto a parte de su familia.
Siempre pendiente de lo que ocurría con sus seres queridos, se destacó su solidaridad, generosidad y predisposición para ayudar.
Fue uno de “esos seres humanos que cuando uno tiene la dicha de cruzarse en la vida lo cambian, y lo hacen mejor”, coinciden en los distintos ámbitos donde desarrolló su vida.
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