Ángel César Álvarez

Muestras de reconocimiento y profundo pesar provocó en diferentes ámbitos de la Región el fallecimiento de Ángel César Álvarez, quien fue docente, director de escuela, inspector y forjador de servicios educativos en la Ciudad y en la provincia de Buenos Aires, fundamentalmente en el área de educación técnica.

Había nacido el 12 de mayo de 1930, en La Plata. Hijo de inmigrantes, recibió de sus padres (Juan Álvarez, asturiano, y Juana Domingo Aranda, de Navarra), tres pilares que le marcaron su vida: educación, respeto y valores.

Realizó los estudios primarios en la escuela Anexa de la Universidad Nacional de La Plata, y la secundaria en la Escuela Técnica Albert Thomas, donde egresó como técnico mecánico. Luego llevó a cabo el profesorado de matemática y física.

Uno de sus principales hitos fue la creación de la Escuela Técnica N° 5, en 76 entre 7 y 8, donde en un terreno baldío montó un establecimiento educativo modelo en su rama. Antes de comenzar el trabajo recorrió el barrio, habló con los padres de numerosos chicos y adolescentes, y ante los interrogantes de los vecinos les respondía con convicción: “con su confianza y esperanza el lote se transformará en escuela. Y así fue. Logró concretar la obra propuesta junto a colegas que tenían su mismo objetivo.

El colegio de Villa Elvira creció de tal modo que al tiempo tuvo su anexo en Villa Elisa y así se creó lo que hoy es la Escuela Técnica N° 2 de esa localidad. También tuvieron su impronta servicios educativos de Mar del Plata, Merlo, Longchamps, General Viamonte. Y cuando parecía que llegaba la hora del retiro aceptó otro reto: crear la secundaria del colegio Centenario.

Se casó con María Carmen Baliotte, con quien tuvo cinco hijos: María Amelia, Gustavo César, Daniel Fernando, Albertina Carmen, Manuel Guillermo. La familia, una de sus pasiones, se amplió con la llegada de seis nietos: Belén, Victoria, Bautista, Ignacio, Justo y Segundo.

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Fanático de Estudiantes de La Plata, de los viajes, la carpintería y la cocina (pastas y asado fueron sus principales delicias con las que agasajaba a familiares y amigos), siempre fue respetuoso ante todos sus interlocutores. Su hogar fue una cuna de familia, regada de valores, donde no ingresaban el odio ni los rencores. Su empatía, excelente humor, responsabilidad y calidad humana fueron su sello y legado.