Roberto Horacio Lavigne

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Honró la abogacía desde el ejercicio profesional y desde la docencia, actividad en la que formó a varias generaciones; también fue un respetado dirigente colegial y un hombre leal y empático, por eso el fallecimiento de Roberto Lavigne provocó incontables expresiones de pesar en distintos círculos sociales de la Ciudad.

Había nacido en La Plata, el 25 de julio de 1935, en el seno del hogar conformado por Linda Senna y Héctor Lavigne y creció junto a sus hermanos Coco y Tito. Cursó sus estudios primarios en la Escuela N°4; los secundarios, en el Colegio Nacional “Rafael Hernández” y luego ingresó a la Universidad Nacional de La Plata de la que se graduó como abogado.

Desde muy joven trabajó en el Banco Provincia, pero al obtener su título profesional pasó por distintos puestos hasta llegar al cargo de abogado jefe. Luego, ya jubilado, siguió vinculado al directorio de la institución como asesor externo.

También tuvo una sólida trayectoria docente, comenzó como ayudante y se jubiló como jefe de la cátedra Comercial II. Sus alumnos lo consideraron un profesor esmerado y brillante, alguien cercano al que pudieron pedir consejos o ayuda. Cabe destacar que fue designado como profesor emérito en reconocimiento a las más de tres décadas que dedicó a la formación de incontables camadas de abogados.

Además estuvo al frente de un estudio junto a su colega y entrañable amigo Omar Espósito y fue dirigente del Colegio de Abogados, cuyo patrimonio puso a salvo en épocas difíciles.

En el tiempo libre fue muy afecto a los deportes: jugó al fútbol en el club del Banco Provincia, le gustaba practicar tenis y hacer ejercicios. Además fue un fervoroso simpatizante de Gimnasia.

Entre los rasgos que lo distinguieron se mencionó su calidez, amabilidad, generosidad y empatía. Esas cualidades le permitieron entablar amistades duraderas y hacerse de grandes conocidos en distintos ámbitos.

En 1965 se casó con Susana Ethel Copello y radicó su hogar en la zona de 10 y 47. En 1973 se mudaron a Tolosa y la familia creció con los nacimientos de sus hijos Andrea, Fernando y Mariano, quienes a su vez le dieron la alegría de convertirse en abuelo de Sofía, Agustín, Victoria, Joaquín, Martina, Lucas y Pedro.

Disfrutó intensamente de las reuniones en familia y convirtió en un ritual cada momento compartido con los suyos, en los que su esposa se destacó como anfitriona.

 

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