China, la Unión Europea y un ambicioso pacto de inversiones
Edición Impresa | 31 de Diciembre de 2020 | 03:15

BRUSELAS
La Unión Europea (UE) y China concluyeron ayer “en principio” las negociaciones por ambicioso pacto sobre inversiones que abriría el mercado chino a las empresas europeas, pese a la preocupación internacional, sobre todo de EE UU, acerca del historial de Beijing en materia de derechos civiles y laborales.
El entendimiento político quedó sellado en una videoconferencia en la que participaron el presidente chino, Xi Jinping, y los máximos líderes de la UE, Úrsula von der Leyen (Comisión Europea) y Charles Michel (Consejo Europeo).
La videoconferencia también incluyó a los jefes de gobierno de Alemania y Francia, Ángela Merkel y Emmanuel Macron.
En una nota oficial, Von der Leyen y Michel indicaron que por este acuerdo, China se comprometió a “trabajar en dirección de la ratificación” de las normas internacionales relativas al trabajo forzado, un punto crítico de la negociación.
Según Von der Leyen y Michel, este pacto ofrecerá a las empresas europeas un acceso “sin precedentes” al mercado chino, y a la vez dará “seguridad y predictibilidad” a esas empresas en sus operaciones. Este entendimiento “une a las partes en relaciones de inversiones basadas en valores, apoyados en principios de desarrollo sostenible”, señaló la nota. También “mejorará” el ámbito de la competencia para inversores europeos, al eliminar la transferencia forzada de tecnología y “otras prácticas distorsivas”.
Giro geopolítico
El acuerdo supone un hito en las relaciones entre ambas potencias económicas y un estratégico movimiento en el tablero geopolítico mundial en pleno período de transición en Estados Unidos entre la Administración de Donald Trump y la de Joe Biden.
Ambos bloques estaban muy interesados en cerrar siete años de negociación antes de que acabase este año, especialmente los chinos, que han propiciado el empujón final con concesiones en aspectos sociales que Europa ha recibido de buen grado, como guinda a la presidencia semestral del Consejo de la Alemania de Angela Merkel.
El pacto, tal como quería sobre todo China, llega antes de que Biden asuma la presidencia, previsiblemente el próximo 20 de enero.
Pekín se afanó en 2020 -especialmente desde la pasada primavera, cuando Trump empezó a culpar a China de la pandemia del COVID y a redoblar las sanciones a sus gigantes tecnológicos- en mejorar sus relaciones con Europa y buscar en ella un aliado ante lo que pudiese pasar en las elecciones norteamericanas de noviembre.
Si Trump revalidaba la presidencia, la continuación del enfrentamiento en todos los campos con EE UU, que ya hablaba de “nueva guerra fría”, era inevitable.
Pero también si ganaba Biden, como finalmente sucedió, el peligro de que el demócrata intentase formar una alianza “anti-China” con Europa, algo a todas luces inviable con el republicano, preocupaba mucho en Zhongnanhai, la sede del Gobierno chino.
UN AMIGO INCÓMODO
Para la Unión Europea, China es un socio con el que colaborar y negociar, un competidor económico y un rival sistémico. Es la definición literal que aparece en una comunicación estratégica de 2019 del Servicio de Acción Exterior de la UE, y que el acuerdo de inversión pactado por Bruselas y Pekín vuelve a poner de manifiesto.
Para Bruselas es incómodo estrechar lazos con un país que se aleja de los valores democráticos que la UE utiliza como estandarte diplomático y al mismo tiempo un Estado que le disputa sus áreas de influencia.
El alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, señalaba recientemente que China amenaza con desplazar a la UE en Latinoamérica. Pero al mismo tiempo, a Bruselas le resulta imposible vivir de espaldas a la gran potencia emergente, la segunda economía del planeta, con una población de casi 1.400 millones de habitantes y en torno al 15 por ciento del PIB mundial.
Entre Estados Unidos, China y la Unión Europea suman más de la mitad de la economía del planeta.
Y desde Washington, el equipo de transición de Biden ha afeado públicamente a Bruselas la falta de “consultas tempranas” sobre “preocupaciones comunes acerca de las prácticas económicas de China”. (AFP/EFE)
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