“Lleno de ruido y dolor” Violencia y poder en la Patagonia
Edición Impresa | 8 de Diciembre de 2020 | 04:27

En un poema que El Turco, el patrón de estancia, le quitó a un anarquista que él mismo fusiló, la Patagonia es descripta como “el espacio justo donde las grietas son el descanso de los ningunos, la libertad del más fuerte. La impaciencia de quien no sabe por qué respira. Un dibujo en el mapa lleno de ruido y dolor”: ese mapa trágico y marginado es el escenario del western patagónico de Nacho Aguirre, “Lleno de ruido y dolor”, relato de tres bandoleros basado en una historia real que se podrá ver esta noche a las 22, en Cine.Ar TV y, que estará disponible en Cine.Ar Play, gratis, desde mañana.
La ópera prima de Aguirre cuenta la historia de Soria, un joven inexperto que se une a dos bandoleros para robar el banco de un pequeño pueblo de la Patagonia. Pronto se da cuenta de que cometió el peor error de su vida al unirse a la banda y es obligado a matar por primera vez. Mientras tanto, un tenaz comisario acostumbrado a tomar la justicia por su propia mano comienza a buscarlos. La banda se ve entonces envuelta en una persecución policial que los arrastra hasta sus propios límites.
Es, ante todo, un relato sobre el poder y su abuso. “Leí una crónica policial de esos hechos, ocurridos en 1928, y me llamó la atención tanta violencia ejercida en estas personas. A partir de ahí, quise pensar la violencia que había desde el entorno geográfico, las instituciones, hacia todos en general: si uno tenía una cuota de poder, podía ejercer cierta violencia sobre el que no, y eso pasaba en todos los ámbitos, los bandoleros lo hacían sobre los civiles, un jefe sobre su empleado, los políticos sobre la gente”, explica el cineasta.
Esta idea conectaba con una universal, que resuena en el presente: “Todos somos víctimas del poder: víctimas y victimarios. Esa fue una de las consignas que nos planteamos al escribir el guión: empatizamos con Soria porque es el más transparente, tiene dudas, lo que lo hace menos sanguinario, pero también tiene un propósito, quiere mejorar su vida, aunque no haya elegido bien el modo de hacerlo, ni a sus compañeros”.
Aguirre filmó la historia en escenarios naturales y con mayoría de actores y técnicos locales, casi como una declaración de principios de que se puede hacer cine por fuera de Buenos Aires, pero el proceso llevó varios años. Primero, hasta que no conoció a su coguionista, Octavio Montiglio, no encontraba la forma de encarar la historia”. Desde que el INCAA le dio a la película la declaración de interés hasta la liberación de dinero “pasaron tres años”. Cuando finalmente llegó el dinero, “se había ido el buen clima para filmar, teníamos que esperar a que pase el invierno”. Finalmente, el filme se rodó en abril de 2018, en cinco semanas, con un presupuesto muy bajo que obligó a “tener mucha imaginación, mucha creatividad para llevar adelante todo lo que se necesita para hacer un western”.
Por ejemplo, relata Aguirre, como entre locación y locación había kilómetros de distancia y llevarlos de un lugar a otro era “inviable para nosotros”, la producción conseguía caballos en cada locación. Caballos que tenían que ser similares, pero “a veces no se podía, y entonces aparecía la gente de maquillaje para tapar manchas que no tenían que tener. Incluso, a un caballo le pusieron una peluca en la cola”. Había que arreglárselas. Como en el salvaje oeste. O Sur.
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