Dejó sola a Olivia de Havilland, la única sobreviviente de la era dorada

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Kirk Douglas, fallecido el miércoles a los 103 años, era la penúltima leyenda viva del esplendor del cine clásico de Hollywood. Tras su muerte, solo le sobrevive Olivia de Havilland como ejemplo de una época dorada que hace muchos años que desapareció.

Y pese a que De Havilland ganó dos Oscar a la mejor actriz -en 1946 por “To Each His Own” y en 1949 por “La heredera”- frente a ninguno para Douglas -tan solo una estatuilla honorífica en 1996 después de tres nominaciones frustradas-, nadie pone en duda que el estrellato del protagonista de “Espartaco” fue mucho más brillante y duradero.

Con su despedida, se queda como única representante de aquella gloriosa época para el cine Olivia de Havilland (que cumplirá 104 años el próximo 1 de julio), que ha sobrevivido también a su hermana, Joan Fontaine, fallecida en diciembre de 2013 a los 96 años.

Las dos hermanas protagonizaron una fuerte rivalidad personal, aumentada si cabe cuando compitieron en 1941 por el Oscar a la mejor actriz, que consiguió la segunda por “Sospecha” frente a Havilland, que competía por “Hold back the dawn”.

De Havilland se resarciría con sus dos premios de la Academia de Hollywood, pero el papel que más permanece en la memoria de los amantes del cine es el de la dulce Melania de “Lo que el viento se llevó” (1939).

Establecida desde hace tiempo en París, Olivia apareció en público por última vez en junio del 2006 para viajar a Hollywood, donde fue objeto de un homenaje.

Y pese a que en su momento no pertenecieron al círculo más restringido de las grandes estrellas, hay otros actores a los que pasados los 80 años se les respeta y admira, como Kim Novak (86).

Novak, a la que Cannes dedicó un homenaje en 2014 que demostró que sigue siendo la rubia perfecta y elegante que conquistó a Hitchcock. Y aunque se retiró del ojo público en 1965, sigue en el recuerdo de los amantes del cine como la protagonista de títulos como “Vértigo” (1958), “Picnic” (1955) o “El hombre del brazo dorado” (1956). Son los últimos nombres del periodo en el que Hollywood estaba dominado por los grandes estudios, que contrataban a las estrellas para varias películas, un sistema que desapareció definitivamente en los sesenta y con él se redujo el glamour y el estilo de las estrellas clásicas.

 

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