Los bajos desempeños alcanzan a 5 de cada 10 alumnos de Primaria

Cinco de cada diez alumnos y alumnas que concurren a la escuela primaria tienen “déficit educativo”. Esto es, logran calificaciones por debajo de la media o asisten a un grado inferior al que les correspondería por edad (lo que se conoce como sobreedad). Así lo advirtió un reciente informe de la Universidad Católica Argentina (UCA), titulado “La educación de los argentinos en clave de recursos y estructuras de oportunidades”.

El estudio fue elaborado por el Observatorio de la Deuda Social con datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (2010-2019), que releva anualmente 5.750 hogares en ciudades de 80 mil habitantes. No obstante, los datos para la sección referida a la educación primaria corresponden al período 2015-2016 -últimos años en los que se relevaron calificaciones escolares-, cuando “el déficit educativo alcanzaba, en promedio, al 47,3 por ciento de los estudiantes en edad de cursar la Primaria”.

Como ya lo han demostrado otras investigaciones, los problemas de “bajo rendimiento escolar” y “sobreedad” no se distribuyen homogéneamente en los diferentes estratos sociales, sino que “los niños y niñas pertenecientes al tercio de menores ingresos familiares se encuentran (afectados) por encima del promedio” -con el 52,8%- “y su propensión a experimentarlo casi duplicaba a la que registraban los niños y niñas del tercio de mayores ingresos”.

“Más allá de la pobreza monetaria, hay otros factores que hacen que el problema se profundice: la desigualdad que es más regresiva para los varones que para las mujeres y las probabilidades de que les vaya mal aumentan a medida que crecen, si viven en hogares monoparentales o no tienen acceso a recursos culturales como biblioteca o computadora en el hogar”, advirtió la coordinadora del estudio, Ianina Tuñón.

Algunos botones valen como muestra: mientras que el 60,7 por ciento de los chicos que no suelen leer textos impresos tienen déficit, sólo el 34,7 por ciento de los que tiene el hábito lector experimenta falencias. Entre quienes no tienen una biblioteca, el déficit educativo es del 52,8 por ciento, frente al 39,2 por ciento de los que cuentan con libros en sus hogares. La brecha continúa en la adolescencia (41,3 por ciento contra el 24 por ciento), y se profundiza en la juventud (53,1 por ciento frente a 16,1 por ciento). También, el nivel educativo de los padres es un factor decisivo en el rendimiento escolar de los niños: el 55,5 por ciento de los chicos que vive en hogares de bajo clima educativo tienen déficit, pero sólo el 30,8% de los que vive en hogares de clima educativo medio-alto presenta dificultades en la escuela.

En tanto, se atribuye a “procesos de crianza y socialización” el hecho que las mujeres presenten un déficit educativo casi 9 puntos porcentuales inferior al de los varones.

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Del informe surge que el indicador de déficit educativo se mueve proporcionalmente a la edad: mientras el 50 por ciento de las niñas y niños de 9 a 11 años presentan déficit, éste afecta al 44,5 por ciento de los niños de 6 a 8 años. Pues, “en los primeros años de la primaria, aún en los sectores más vulnerables, los padres pueden acompañar el trayecto educativo pero a medida que éste se van complejizando en términos de competencias, la capacidad de acompañamiento es menor”, precisó Tuñón, que aclaró: “Los más pudientes no sólo tienen padres que alcanzaron un mayor nivel educativo, sino que pueden acceder vía mercado a maestros particulares y otros estímulos de formación y educación extraescolar”.

También el pertenecer a un hogar monoparental representa una desventaja para el rendimiento educativo, según puede verse en el estudio, del que se desprende que el 54 por ciento de los niños pertenecientes a esta estructura familiar tienen bajo rendimiento escolar, contra el 45,5 por ciento de los chicos que viven con ambos padres.

“Cuando una sola persona se tiene que ocupar de proveer económicamente al hogar además de la reproducción doméstica del hogar, claramente los niños tienen menos adultos a los cuales recurrir para todo lo que implica el acompañamiento educativo, una condición que se agrava cuando se es pobre y no se puede recurrir al mercado”, señaló Tuñón.

Tuñón destacó también la influencia del “capital cultural adquirido durante la socialización primaria”, determinante “para llegar a la escuela con niveles de mayor equidad”. Para la coordinadora del trabajo, “se piensa que la escuela es la que va a garantizar la equidad y la oportunidad para que logre movilidad social, pero un niño que nunca manejó un lápiz no está familiarizado con la letra escrita o no conoce un libro, comienza la escolaridad en una condición de mucha inequidad”.