Como sociedad tenemos el deber de reconstruirnos

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CLAUDIA EUGENIA PORTILLO

cportillo1972@gmail.com

El 8 de marzo se conmemora el día de las mujeres y se recuerda así la lucha de muchas que perdieron la vida por reclamar por sus derechos. Desde hace un tiempo se vienen visibilizando situaciones de discriminación y de violencia que antes pasaban inadvertidas. Sin embargo, tanta y tan variada información puede confundirnos, y esa confusión obstaculiza el acceso a la justicia y la posibilidad de reclamar políticas públicas, poniendo en riesgo la seguridad. Una víctima de violencia debe tener información para saber qué puerta golpear, porque perder tiempo –y energía- golpeando la equivocada puede ser letal.

La violencia de género es aquella ejercida contra las mujeres por el solo hecho de serlo y puede darse en el trabajo, en los medios de comunicación, en la calle con desconocidos o en el ámbito familiar. Por su parte, la violencia familiar (también llamada doméstica o intrafamiliar) puede afectar a cualquier miembro del grupo familiar. Sin embargo, de las más de 240.000 denuncias tramitadas anualmente por Ley 12.569 en los Juzgados de Familia y de Paz, el 75% afectan a mujeres y a niñas.

Estos últimos días hemos visto una aberrante combinación de ambas. Niñas y mujeres gravemente violentadas por padres, primos, novios, parejas que se encuadran en casos de violencia de género en el ámbito familiar y constituyen delitos (muchos de ellos contra la integridad sexual o femicidios), generando la intervención del fuero Penal.

El Estado tiene el deber de protegerlas. Primero previniendo -educando, derrumbando estereotipos y mitos, creando las condiciones de igualdad formal, material y estructural que garanticen su autonomía-. Luego, ante el riesgo, actuando articuladamente, disponiendo el juez o jueza todas las medidas de protección necesarias, la policía cumpliéndolas, el refugio recibiéndolas, el hospital asistiéndolas.

Como sociedad tenemos el deber de reconstruirnos, pensando la forma de vivir en familias sin violencia que respete a todos y todas sus integrantes, sin distinción de género, por igual.

 

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