Peot, pelucas y shtreimel en la tevé: descubriendo al judaísmo jasídico
Edición Impresa | 22 de Abril de 2020 | 04:31

Para muchos, “Poco ortodoxa”, uno de los últimos grandes éxitos de Netflix, abrió la puerta a una cultura totalmente desconocida, la de los judíos jasídicos, pero no es la única producción. Hay otras igual -o más- de interesantes.
En una definición, se trata de un movimiento religioso ultraconservador dentro del judaísmo cuyo propósito es “llevar al pueblo judío al reconocimiento de su propia esencia a través del estudio de la Torá y de su dimensión oculta”.
En una imagen masculina, son aquellos hombres que visten camisa blanca, pantalón y sobretodo negro, sombrero de ala ancha, barba tupida y rizos a los costados, los llamados peot. También lucen, en ocasiones especiales como el Shabat (jornada de descanso judía), bodas o celebraciones religiosas, el shtreimel, esos sombreros altos de piel, tan extravagantes como caros (pueden llegar a costar hasta 5000 euros), que usan sólo los casados.
En una imagen femenina, son aquellas mujeres que, luego de casadas, usan pelucas lacias, vestidos o faldas largas y medias oscuras que no dejen al descubierto (ni a la imaginación) la piel ni su color.
Poniendo el lente sobre una comunidad en particular, la de Williamsburg, Brooklyn, las cámaras del gigante on demand ficcionalizan en la miniserie alemana “Poco ortodoxa”, disponible en Netflix, una historia basada en un caso real, el de Deborah Feldman, quien, en su libro homónimo se animó a contar el “escandaloso rechazo de sus raíces judías”.
En cuatro intensos capítulos, a través de una recreación detallista y precisa, la producción nos cuenta la historia de Deborah en el cuerpo de la atormentada Esther Shapiro, una adolescente criada por sus abuelos paternos luego de que su madre la abandonara de niña tentada por el “diablo”, cualquiera sea, que viva más allá de la comunidad.
En esa comunidad, mientras los hombres estudian las leyes judías son las mujeres las que las hacen cumplir y son quienes se ponen al hombro el arreglo del matrimonio de Esty con un hombre con el que sólo se vio una vez en su vida, durante media hora, mesa de por medio. Pero dentro de Esty la incomodidad crece y entra en ebullición en su menudo cuerpo gracias a la música, el secreto que compartía con su abuela y que la ayudó a sobrevivir durante su corta vida de sometimiento y dolor.
El retrato de esta comunidad es oscuro. La producción señala con el dedo, nos muestra la mugre, los trapitos sucios de una sociedad dispuesta a todo con total de reproducirse (“porque tenemos que recuperar las seis millones de muertes del Holocausto”, nos dirá su protagonista) y sobrevivir.
“Poco ortodoxa” nos ofrece una mirada incómoda, dolorosa, cruda de un mundo diferente al que estamos acostumbrados, donde navegar en YouTube es un pecado, tanto como lo es cantar en público para una mujer.
Que sea diferente a lo nuestro no implica, sin embargo, que sea malo o bueno. Es eso, diferente.
TRES CASOS EN UN DOCUMENTAL
A los que les resultó fascinante este universo, más allá de las apreciaciones que cada uno seguramente tendrá, el gigante on demand ofrece en su plataforma otras producciones que abordan la misma temática.
Una de ellas, y que llega con el mismo tono de “Poco ortodoxa”, es el documental “One of Us”, de 2017. El film de la directoras directoras Heidi Ewing y Rachel Grady nos presenta la historia de tres judíos jasídicos que se enfrentan “al ostracismo, a la ansiedad y al peligro al intentar huir de la comunidad ultraortodoxa culpable de innumerables traumas y abusos”.
Las historias a las que se hace referencia en la producción corresponden a integrantes de comunidades de Nueva York, en donde los judíos jasídicos representan un buen número electoral con cerca de 250 mil habitantes. En la Gran Manzana, estas comunidades han construido una especie de “Estado paralelo”, el que es apoyado con subsidios públicos. Tienen sus escuelas, sus hospitales, sus ambulancias, su seguridad. Una estructura bien organizada y al servicio de los “buenos” ciudadanos.
“Shtisel” ofrece una mirada libre de prejuicios sobre una familia judía jasídica israelí
Uno de los casos que se abordan en el documental es el de Etty, una joven que, como la mayoría de las mujeres de su comunidad, se casó a los 18 años con un hombre que no quería, tuvo hijos y, harta de la violencia de género que sufría por parte de él, decidió irse de la casa con los niños. Buscando ayuda, recurrió a Footsteps, una organización que ayuda a quienes quieren abandonar la comunidad. Sus integrantes la ayudarán a sobrellevar el alto precio que deberá pagar por no querer seguir viviendo “en una mentira”.
Otra historia de vida de la que se nutre el documental es de la de Ari, un adolescente que se animó a escapar antes de casarse, y quedó atrapado en la adicción a las drogas. Tras una rehabilitación, Ari intenta ahora rehacer su vida en la comunidad pero sin los peot, algo que le resulta difícil luego de descubrir la “magia” de la web (llega a decir que “el día más feliz de mi vida fue cuando descubrí Wikipedia”), algo inaceptable entre los suyos. En el documental, Ari, que tuvo una infancia oscura, conversa con un rabino jasídico, le expone sus dudas pero se encuentra con una “certeza”: “El jasidismo se centra en hacer algo y repetirlo sin cuestionarse nada; lleva milenios funcionando”. No es, Ari, el primero en rebelarse, ni tampoco será el último, y aún así, el jasidismo, seguirá funcionando.
Luzer es el tercer caso del que se vale la producción. Este hombre de mediana edad, actor de profesión, arroja luz sobre algo conocido dentro de la comunidad: el que se atreva a cruzar el umbral no tendrá los medios para sobrevivir, caerá en la desgracia, y se convertirá en un buen ejemplo a mostrar por la comunidad para el que ose intentarlo.
Ex jasídica, la directora de Footsteps asegura que los judíos jasídicos, oriundos Ucrania y Bielorrusia, llegaron a Nueva York -escapando del peor exterminio de la Historia- y recrearon su estilo de vida, encerrados en una especie de burbuja protectora; algo que no es fácil de conservar y, para lo cual, levantaron murallas, no de ladrillos, sino sociales, con normas y leyes que se deben cumplir a rajatabla, para evitar que todo se desmorone. Por eso es tan mal visto para ellos Internet...
UNA MIRADA AMENA EN UNA FICCIÓN
La tercera producción disponible en Netflix sobre esta temática se llama “Shtisel”, una serie dramática israelí que pone el lente en la cotidianeidad de una familia ultraortodoxa que vive en Geula, Jerusalén. Creada y escrita por Ori Elon y Yehonatan Indursky, la serie, que cuenta con dos temporadas, emitidas entre 2013 y 2015, nos muestra los problemas de una familia de clase media, con el plus de que la religión atraviesa la vida de cada uno de ellos.
Lejos de señalamientos, la producción ofrece un abordaje a la vida de esta familia desde su interior, desnuda de prejuicios. Una mirada amena que nos hará amar a algunos de estos personajes y entender, quizás, sus sacrificios, sus decisiones y acciones.
Shtisel es el apellido de este clan compuesto por un padre viudo, Shulem, quien vive sumido en la profunda nostalgia y se niega a seguir, a volver a empezar. Es el personaje más complejo de la trama en tanto su figura está inundada de contradicciones -se muestra duro, pero es frágil, dice que lo hay que hacer pero no siempre hace lo que se debería hacer, es angurriento, egoísta pero ama con locura a su madre y a sus hijos, es tierno y a la vez rígido-, lo que lo hace especialmente interesante.
Rabino, Shulem trabaja como maestro de escuela, y hará hasta lo imposible por ver a su hijo más chico, Akiva, casado, a pesar de sus intereses artísticos y su romántica idea del amor. También trabajará para que su otra hija, Giti, levante cabeza tras lidiar, en secreto, con sus problemas maritales.
Como ladero, Shulem contará con la ayuda del hijo “perfecto” (siempre hay uno), Zvi Arie, que comenzará a luchar consigo mismo por el deber y el querer ser, contra las obligaciones propias y prestadas.
También está la matriarca del clan, la abuela Malka, que desde el geriátrico donde reside, junto a una amiga desopilante, digita la vida de todos, entre manipulaciones y sapiencias, entre descubrimientos (como el televisor) que vendrán para contaminar toda una vida junto a la biblia.
Además de drama, esta producción nos ofrece momentos hilarantes, para ver sin sufrir, como a muchos les pasó con “Poco ortodoxa”.
Una de las nietas de Shulem, Ruchama Weiss, es interpretada por Shira Haas, la protagonista de “Poco ortodoxa”. De niña, la actriz israelí de 24 años ya demostraba todo su talento.
En “One of us”, tres ex jasídicos relatan el alto precio que pagaron tras dejar la comunidad
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