Saquearon un centro de jubilados de Tolosa y ahora están obligados a mudarse

Funcionaba en 527 y 120 y reunía a 25 personas. Los vecinos vieron lo que ocurría y llamaron al 911, “pero no vino nadie”, afirmaron

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En el Centro de Jubilados 20 de junio de 1986 la cuarentena obligatoria decretada por el Gobierno los golpeó fuerte. Los entre 20 a 25 socios que concurren al lugar, situado en 527 entre 120 y 121, saben que la medida fue tomada para resguardar su salud, pero sienten que les “falta algo”. Adriana Kaufmann (58), responsable del establecimiento, explicó en diálogo con este diario que “ellos venían tres veces por semana y la verdad es que extrañan sus actividades”.

No obstante, la pandemia de COVID-19 no es lo único negativo que les ocurrió a quienes acuden al 20 de junio. Ayer por la madrugada, un “grupo numeroso de personas”, a decir de los testigos, saquearon las instalaciones y vandalizaron aquello que no se pudieron llevar. Ahora, debido a la inseguridad y la imposibilidad de ir a cuidar la casa, deberán mudarse para “volver a empezar a fines de este año o el que viene”, sostuvo Kaufmann.

Aunque fue distinta a las anteriores, la de ayer no es la primera vez que desvalijan el centro de jubilados. La encargada manifestó que “en agosto, septiembre y octubre de 2019 también nos entraron, hasta el inodoro nos llevaron”. Cada robo “era una puñalada que le pegaban a los abuelos”, añadió.

Lo que hay en el edificio que está emplazado sobre la rambla de 527 “es producto del esfuerzo de los socios”, remarcó la mujer. A ella le avisaron del atraco el mismo sábado a las 10 de la mañana.

“Un vecino de enfrente -detalló- me avisó que habían ingresado a robar a las 4 de la mañana. Escucharon los martillazos que le dieron a la puerta principal y enseguida llamaron como 8 o 9 veces al 911”, relató Kaufmann. Las autoridades “nunca fueron”, reclamó. Los frentistas que alertaron a la Policía, continuó, “son mayores, por eso no se animaron a salir. Pero vieron desde sus ventanas cómo nos saqueaban y me dijeron que eran muchos ladrones”, señaló.

Sin tener que preocuparse por lidiar con la Ley, los delincuentes trabajaron con suma tranquilidad. Entre los elementos sustraídos, Adriana contabilizó “el televisor, un equipo de música que nos habían donado en octubre, todas las garrafas de gas que usamos para cocinar, manteles, cubiertos, platos, ollas”. Lo poco que dejaron “lo rompieron todo”, lamentó.

“Lo primero que hice al llegar, antes de entrar, fue llamar a las autoridades. Serían las 10.15, más o menos y ahí sí vino un patrullero. Les conté lo que me habían dicho los vecinos, miraron un poco y me dijeron que vaya a hacer la denuncia a la comisaría de Tolosa”, indicó. También les recordó de los insistentes llamados al 911 mientras se llevaba adelante el hecho: “Me dijeron que era raro y que se iban a fijar qué pasó”, sostuvo Kaufmann.

Cuando por fin pudo entrar, se quedó “pasmada” al ver “el desastre que habían dejado”, apuntó. Lo que quedaba (dos muebles, una heladera y una cocina) lo sacaron y lo llevaron a otro lugar “porque seguro se lo iba a llevar hoy (por ayer) a la noche”, observó.

Luego de organizar un poco el inmueble, Adriana se comunicó por teléfono con todos los socios del Centro para contarles lo sucedido y, de alguna manera, definir qué hacer. En ese sentido, expresó que “las instalaciones son prestadas y se van a demoler porque los dueños tienen miedo de que se haga un aguantadero”. El fundador murió en diciembre del año pasado y Adriana, que era la pedicura y masajista, quedó a cargo del lugar. “Tres veces a la semana nos juntábamos ahí, bailaban, comían. Están muy tristes”, finalizó.

“En agosto, septiembre y octubre de 2019 también nos robaron, hasta el inodoro se llevaron”

 

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