Un Mundial y mil historias: la semana en la que pasó de todo
Edición Impresa | 16 de Junio de 2020 | 02:47

Por: Eduardo Tucci
Enviado especial a Italia 90
Pasaron 30 años pero aún perduran las emociones. El Mundial de Italia, el torneo que tuvo poco brillo futbolístico, igual sigue vivo en los recuerdos. Por estos días, pero de 1990, el mundo del fútbol asistía a los encuentros decisivos de la fase de grupos que terminaron siendo un punto de inflexión decisivo para Carlos Bilardo y los suyos.
¿Por qué? Veníamos del peor cachetazo. Todavía nos dolía el 0-1 del debut en Milan con Camerún que se aprestaban a protagonizar un torneo sobresaliente. La pesadilla parecía no haber terminado. Argentina asumía la obligación de ganarle a la Unión Soviética por la segunda fecha del Grupo B para no sufrir con una eliminación en primera fase, lo que rozaría el papelón por tratarse del vigente campeón mundial.
Y cinco días después del encontronazo decisivo con la URSS vendría Rumania. No habría espacio para los errores. “Es una final del mundo para nosotros” tiró el Narigón desde el bunker argentino de Trigoria pocas horas antes de vernos las caras con la Unión Soviética en Nápoles. Por lo pronto el DT apeló a cinco cambios para ese partido: saltaron a la cancha desde el vamos José Luis Serrizuela, Monzón, Julio Olarticoechea, Troglio y Caniggia.
Pero nadie suponía todo lo que pasó ese 13 de junio. Ni los que se habían animado a llegarse hasta Italia para seguir la albiceleste, con el bombo del Tula a la cabeza, ni los millones que esperaban ansiosos las transmisiones de ATC. Contra la Unión Soviética, además de la victoria 2-0 ocurrirían situaciones que formarán parte de la historia de nuestra Selección.
“Es una final del mundo para nosotros”, tiró Bilardo antes del duelo con la URSS
Recién se había disputado diez minutos del partido cuando Nery Pumpido, en un choque con el Vasco Olarticoechea, sufrió una gravísima lesión que lo sacaría del Mundial. Fue fractura de tibia y peroné de la pierna derecha. De esa manera, Sergio Goycoechea saltaba desde el banco para vestirse de héroe con los recordados penales que nos permitieron sortear a Yugoslavia por los cuartos final y al mismísimo combinado italiano en las semifinales.
Era sin dudas un partido especial. Y había más: el Goyco estaba acomodándose en el arco cuando se produjo una muy clara para los soviéticos. La picardía del gran Diego impidió la caída del arco argentino apelando, como cuatro años antes frente a Inglaterra en México, a “la otra mano de Dios”. Cuando la pelota buscaba la red, Maradona alcanzó a meter el manotazo derecho salvador. Pudo despejar, con Goycoechea totalmente vencido, para evitar lo que podría haber sido un tanto lapidario. Pese al fuerte reclamo de los soviéticos, el árbitro sueco Erik Fredriksson no sancionó penal y en el banco argentino se festejó casi como un gol.
También resultaría un día inolvidable para Troglio que abrió la cuenta después de un salto que no terminaba nunca y un golpe de cabeza perfecto. El 2-0 final lo anotó Burru. Un respiro para Argentina.
Más allá de su gol, Pedro nunca dejó de reconocer lo que significó la lesión de Pumpido: “Lo más duro fue lo de Nery, porque llegamos al vestuario y Bilardo estaba llorando. Estaba más preocupado por Pumpido que por lo que tenía el equipo por delante. Además, porque Nery era una persona muy importante para nosotros”.
Después vendría Rumania y la clasificación no sin sufrimiento para la siguiente ronda. Todo empezó bien por un gol de Pedro Monzón, pero hubo que agarrar la calculadora cuando los rumanos nos empataron. Finalmente, Argentina zafó clasificándose tercero detrás de Camerún y Rumania.
Era la antesala de los desafíos más bravos. Se vendrían, ni más ni menos, que Brasil e Italia, además de Yugoslavia, antes de la gran final. Argentina se aprestaba a hacer historia superando al rival de siempre y al dueño de casa. Dos capítulos recordados por la implicancia que siempre significa dejar a los brasileños en el camino en una competencia de esta naturaleza y romper un negocio estimado en más de 600 millones de dólares a la Federación Italiana por venta de merchandising y todas esas cuestiones. Italia tenía incluso preparados para su plantel seis trajes para las distintas ceremonias que iban a tener después del Mundial y el último era todo blanco para presentarse en el Palacio del Quirinal (Casa de Gobierno). Ya eran campeones del mundo, aunque para cerrar la historia quedaban los capítulos centrales...
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