Descuidos que no pueden ocurrir en la TV Pública educativa

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A partir de errores cometidos por docentes que participan en un programa educativo de la TV Pública –algunos de índole ortográfica y otros relacionados a cálculos matemáticos- y al viralizarse esas fallas, se desató una controversia que puso en debate la calidad de la educación televisiva y sobre algunos contenidos que se brindan, en una situación que se potencia a partir de la cuarentena vigente que impide a los chicos asistir a las aulas. Al margen de las relativizaciones que se plantearon, la preocupación surge en la medida en que esas faltas puedan ser puntas del iceberg de un déficit educativo que aqueja a toda la escuela pública en la Argentina.

La polémica se tradujo en cruces de críticas y en defensas a los maestros a través de las redes sociales, en una situación que sirvió para instalar un debate que, más allá de la importancia o no que se le asigne a los errores indicados, puede promover también un análisis más profundo acerca de los verdaderos valores y contenidos educativos de la televisión.

Tal como se detalló, los casos que rápidamente se hicieron virales fueron el de una maestra que escribió “Hervívoros”, con letras mayúsculas, poniendo en primer lugar una “v” cuando correspondía una “b”; el de otra que escribió “rayar” en lugar de rallar; y el de una tercera que escribió “sepillo” en lugar de cepillo. Las maestras escribieron esas palabras sobre un pizarrón, de modo que las faltas quedaron expuestas ante la audiencia del programa. También existieron otros desaciertos, en los resultados de multiplicaciones con decimales.

Según consideraron ayer muchos docentes, faltas de ese tipo suelen estar presentes también en las aulas y no alcanzan como para poner en cuestionamiento la capacitación de un profesional. Son “errores menores” que no sólo se corrigen rápidamente, sino que hasta pueden ser utilizados para abrir nuevas situaciones educativas, dijeron.

La viralización de los errores y las críticas, asimismo, motivaron respuestas del área educativa del Gobierno, que destacaron que, con un buen abordaje, aún el error sirve para construir conocimiento. La subsecretaria de Educación Social y Cultural del ministerio de Educación postuló, en este sentido, que desde el día en que se interrumpieron las clases presenciales, se produjeron más de 1.200 horas de radio y televisión con contenido educativo (a razón de 14 horas por día de tevé y 7 de radio) y que en 64 días de producción en vivo sólo hubo 6 errores todos corregidos en el mismo momento.

La funcionaria consideró que cuestionar la formación docente por estos errores es, en principio, apresurado. “Los que están al frente de las cámaras son docentes reales. El desprestigio de la profesión le hace mal al sistema educativo y se deja de reconocer el enorme esfuerzo que están haciendo los docentes en este contexto en todo el país” afirmó, para asegurar luego que los docentes que participan en el programa fueron seleccionados por su idoneidad y según un criterio que contempló entre otros aspectos, su manejo ante las cámaras.

Sea como sea, lo ocurrido no puede repetirse. Lo que debiera analizarse en profundidad es si estos errores están evidenciando, o no, una baja en el nivel de enseñanza en la escuela pública y, de ser así, revertir un panorama que no podría menos que preocupar. Lamentablemente, existen datos concretos sobre la decadencia educativa en la Argentina. En los últimos años causaron honda preocupación varios informes internacionales que vinieron colocando a la Argentina entre los países con peor calidad educativa del mundo, en una situación de declinación constante, que resulta especialmente dolorosa, ya que durante gran parte del siglo pasado nuestro sistema educativo mantuvo una posición de vanguardia.

En el caso arriba mencionado podría hablarse, claro está, de pequeños y contingentes descuidos, que pueden ocurrir o no. Sin embargo, hace muchos años que los especialistas vienen aportando referencias objetivas y muy preocupantes sobre el bajo nivel de la escuela pública en nuestro país. Es imperativo, entonces, que se impulse un vigoroso replanteo de la educación, que la coloque a la altura de los desafíos contemporáneos, poniendo en valor a sus planteles de profesores y docentes hasta llevarlos a un grado de excelencia, estimulando a los jóvenes al hábito del estudio y del conocimiento, que siguen siendo factores indispensables para la mejor formación de la sociedad.

 

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