El último antecedente: la revuelta de Infantería en 2013 y la amenaza de acuartelamiento

Todo empezó con un partido de fútbol. El sábado 7 de diciembre de 2013, Estudiantes recibía a Tigre en el Estadio Ciudad de La Plata, un partido que si bien no era considerado de alto riesgo, requería un fuerte operativo policial para custodiar la cancha y el acceso de las hinchadas. 

Aquel Estudiantes-Tigre fue el detonante perfecto que encontró un grupo de uniformados de la Bonaerense para activar un reclamo que venía cocinándose al calor del fuerte malestar salarial de la fuerza que por aquel entonces conducía Hugo Matzkin contra el gobierno de Daniel Scioli por la situación salarial y las malas condiciones de trabajo, una agenda de reclamos igual a la que hoy está en las calles de La Plata, el Conurbano y el interior bonaerense. 

Casi un centenar de efectivos de la Guardia de Infantería se negaron a ser trasladados al Estadio Unico y se concentraron en la esquina de 1 y 60, desde donde buscaron apoyo de compañeros y otros sectores de la fuerza que entonces tenía como jefe uniformado a Hugo Matzkin. 

A partir de ese momento se inició una revuelta policial que se extendió por dos largas jornadas, que incluyeron un autoacuertelamiento en el Regimiento de Infantería del Bosque platense y que se desactivó con un aumento por decreto de Scioli tras una desgastante negociación en la que los manifestantes no encontraron el respaldo que esperaban por parte de otros sectores de la fuerza. 

La protesta se extendió por el fin de semana y tuvo como principal motor a la Infantería, la fuerza que era desplazada permanentemente por el Gran Buenos Aires a prestar seguridad en los estadios. Justamente, la medida de fuerza buscó dar un golpe de efecto dejando con dotaciones mínimas los partido de primera y Nacional B, forzando a la suspensión de algunos encuentros.

En paralelo, los cuarteles de Infantería y Caballería fueron bloqueados y ya no se salieron a cubrir servicios de vigilancia. Los cortes de calle con neumáticos incendiados se extendieron a 1 y 59, 115 y 59, y 60 y 115. Hubo allí incluso un incidente nunca aclarado del todo, que incluyó disparos y un herido de bala. 

Los manifestantes confiaban en que la protesta contaría con apoyo de las departamentales del Gran Buenos Aires, y comenzaron a convocar a protestas a través de la radio policial. 

Como ocurre ahora, el "Sindicato Policial de Buenos Aires" (SIPOBA), la entidad que reclama la posibilidad de que la fuerza pueda tener actividad gremial, estuvo detrás de la convocatoria. “Obligan a los policías a hacer horas Cores para sobrevivir. Los tienen sometidos a un régimen de esclavitud. Nos están dando vueltas con promesas, pero en realidad no nos ofrecieron ningún aumento”, dijo Nicolás Masi, hoy también vocero de la protesta.

La convocatoria no logró la adhesión esperada. Solo un grupo del Cuerpo de Caballería de Mar del Plata se plegó. Para colmo, el gobierno y la AFA contrataron seguridad privada para los encuentros deportivos, lo que significó un duro revés para los policías acuartelados. 

Cansados y sin apoyo, después de dos días de acuartelamiento en el Bosque platense, decidieron desactivar la protesta tras el anuncio del gobernador Daniel Scioli de un aumento de bolsillo que, si bien estaba lejos de lo que pedían, terminó siendo aceptado a regañadientes. 

 

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