Evitar el sufrimiento

Desarrollador de software. Vegano

Fue hace más de diez años: tenía 21, estudiaba en la facultad de informática, jugaba al básquet, iba a la cancha y mis hábitos no diferían de los de la mayoría. ¿Cómo me convertí en vegano desde una familia platense donde el asado de los domingos era parte de la tradición?

Dentro de mi grupo de estudio, que excedía lo estrictamente académico y compartíamos reuniones, reflexiones y momentos de ocio, uno de los integrantes comentó sobre un video que le habían recomendado. “Es sobre unos veganos que no comen animales”, dijo.

En ese momento, el término no estaba tan instalado -y yo, al menos, no sabía de qué se trataba-. Ni siquiera lo vi apenas lo pasó. Meses después, revisando el chat grupal buscando un tema de la facultad, me encontré con el video y lo vi. Se trataba de una charla de una persona en una institución educativa que contaba la realidad que vivían los animales no humanos. Me llegó. Desde lo ético y racional, en que no quería ser parte financiando el sufrimiento y el daño hacia los animales a través de la compra de un producto como la carne. Y también desde lo emocional: lo que pasa dentro de un matadero no era algo que yo le hubiese hecho al gato que miraba el video al lado mío. Mi acción inmediata fue cambiar mis hábitos: le avisé a mi familia que sería vegano y que no consumiría más animales, lácteos, huevos ni ningún derivado animal. Tampoco vestiría prendas de animales ni financiaría un entretenimiento que incluyera su uso.

La transición no me resultó difícil. El impacto de la realidad que vi en el documental fortaleció mis convicciones. Entiendo que la dificultad o facilidad de una dieta vegana varía en cada persona, en función del contexto en el que vive y su personalidad. Por ejemplo, una persona de 11 años que quiere hacerse vegana y no recibe apoyo de su familia o de alguna manera lo obligan a comer carne, la va a tener muy difícil. Yo recibí el apoyo de mi familia, lo que facilitó el proceso. Me informé sobre una alimentación adecuada para poder estar saludable, fui a una nutricionista especializada y empecé a hacerme estudios cada seis meses para controlar mi salud.

Ahora hay más opciones para tener una vida vegana. Tanto supermercados como dietéticas en nuestra ciudad ofrecen una variedad de productos veganos muy amplía y de muy buena calidad. Cada vez hay más emprendimientos que venden exclusivamente comida vegana (y los bares y restaurantes en general ofrecen opciones veganas). Hay imitaciones de hamburguesas de carne o salchichas, quesos sofisticados y todo sin ingredientes de origen animal. Cada vez hay más personas veganas, con lo cual la presión social puede ser menor y eso ayuda en la transición.

LE PUEDE INTERESAR

Encuesta: uno de cada doce argentinos

LE PUEDE INTERESAR

La mirada empresaria: “seguridad y flexibilidad”

El veganismo es un estilo de vida en el cual el ser humano pretende generar el menor daño posible a los demás animales. De esta forma, intenta evitar prácticas o servicios que impliquen o tengan como consecuencia directa o indirecta el sufrimiento animal. ¿Qué hace un vegano? Evita generar demanda en todos los productos y servicios que impliquen sufrimiento animal. Alimentación, vestimenta, entretenimiento, productos cosméticos y compra y venta de animales. Repito: no me resultó difícil. Imagino que lo verdaderamente complicado hubiese sido elegir una vida en contra de mis convicciones.