Lido Iacopetti: el arte solidario viaja al pasado
Edición Impresa | 24 de Noviembre de 2021 | 02:21

Como todos los años, Lido Iacopetti (85) presentará la nueva edición de sus almanaques solidarios con los que, desde hace ya dos décadas, colabora con la Fundación para la Promoción del Bienestar del Niño, Pro Infantia.
Las cuatro obras que ilustran el calendario 2022, que será presentado mañana desde las 19 en el Centro Bioquímico, 44 entre 4 y 5, fueron creadas por el artista popular siguiendo una tendencia iniciada el año pasado: salir al rescate del estilo y los conceptos que abrazó en los 70, “una de las etapas más lindas que viví con la pintura”, según aseguró en diálogo con EL DIA.
De la mano de obras ensambladas con chapadur y aglomerado, el recordado profesor de Historia del Arte del Colegio Nacional se encargó en esa década de expandir su arte por diferentes escuelas e instituciones del país y de más allá también.
“Fue una década hermosa que me gustó revivir y me hizo repensarla”, manifestó Iacopetti en relación a este regreso motivado por el interés que estos trabajos suscitaron desde que se sumó como artista a la galería porteña Aldo De Sousa, donde su obra tomó otro vuelo: no sólo llegó en los últimos años a las principales galerías nacionales y también internacionales sino que además ha sido incorporada a colecciones de museos como el Malba, el Museo de Arte Contemporáneo o el Fortabat, entre más.
Claro que volver a esa obra, tal cual fue presentada entre el 70 y el 77, le resultó imposible, en tanto, hubiera necesitado manipular serruchos, martillos y moldear las chapas por su cuenta, algo que “por la edad”, según reconoció, ya no podía hacer. Y tampoco quería que lo hiciera otro por él porque “eso también es parte de la obra”, explicó Lido, convencido de que los materiales son canales por los que viajan las energías o “fuerzas magnéticas” de quien los manipula.
“Obviamente que si yo hago una estructura, la tengo que hacer yo. Si la hace otro, va la energía del otro y no la que yo quiero transmitir. Y yo ahora, a la edad que tengo, no puedo hacerlo, por eso prefiero agarrar las telas y armarlos con tela. En la tela, uno ahí traspone la materia, que es en este caso el óleo, y esa materia cumple la función”.
Bautizada como “Pictocosmognosis de los 70”, esta serie de cuatro obras que ilustran los almanaques fue realizada en plena pandemia y lo ayudó a escapar de este presente virulento.
Lo llevó a pensarse joven y aguerrido con ganas de comerse el mundo, recordándose “en pleno auge en mi interior de ser útil y embellecer la vida porque, justamente, con la pintura, he tratado de colaborar en hacer que la vida sea más bella”.
Lido, en este volver al pasado, no sólo navegó por las marcas estéticas de su pintura sino, además, “con esas formas de pensar, de vivir y de ser de aquella época, cuando soñábamos con un mundo mejor, con una nueva sociedad, cuando realmente había un grupo humano que tomó un camino hacia una vida distinta, más bella, más plena, más simple, inclusive”.
Formaba parte, en aquel entonces, de un grupo de jóvenes que buscaron “una identidad poética con el cosmos, con la vida, con una sensación de espiritualidad sin interés por lo material”.
Según Iacopetti, que en 2015 fue declarado artista popular platense, “el capitalismo convierte hasta el botón de una camisa en una obra o en una situación estética que se vende, volviéndolo todo un fenómeno de mercado, un fenómeno snob; pero no todo lo que brilla, como dice el refrán, es oro”.
Para el pintor, “la autenticidad por ahí no brilla pero se instala, se siente y se unifica con los grandes pensamientos, con los grandes realizaciones”.
SÍMBOLOS ABSTRACTOS
Su pintura persigue la belleza. Con Kandinsky como principal referente, su lenguaje, de símbolos abstractos, viene de la época precolombina y es, remarcó, “uno de los siete estilos que hay en la historia de la humanidad. No hay ocho ni nueve. Es como las notas musicales. Se pueden combinar, pero como el punto y la línea, no te podés salir”.
En este momento de su vida, con el camino ya recorrido, sólo le interesa una cosa: que su obra continué difundiéndose. Si es en escuelitas, como en los 70, o en grandes galerías, le da igual. Sabe que no está traicionado su esencia.
“Ese ha sido uno de los principios básicos míos: que mi obra esté en todas partes”, admitió Iacopetti, para quien sólo existe una división válida en la vida: ser una buena o mala persona.
“Yo ya estoy al final de mi vida, y obviamente no me voy a llevar los cuadros, no me voy a llevar nada: me llevo la alegría inmensa de haber sido un ser humanamente sano, desde el punto de vista que no puedo encontrar en mi mismo haber hecho una maldad o una crueldad”, advirtió, orgulloso sobre esa cualidad que, para él, “está más allá de toda expresión artística, de toda función social”.
Desde que tiene memoria, ha tratado de perseguir sus objetivos artísticos desde la teoría y, más importante aún, en la práctica.
“Porque decir, se pueden decir muchas cosas. Pero lo que hace un ser humano, es lo que es. Yo soy yo y mi acontecer. Y el arte, en definitiva, es la expresión del alma del acontecer de cada uno. Lo que acontece, es lo que se deja: nadie se lleva nada, pero yo dejo mi acontecer”, destacó el artista al que siempre le “gustó abrir caminos” profesando que “la belleza, como la verdad, es la misma cosa”.
Con un valor de $250, los almanaques se venderán durante la presentación y, como se dijo, todo lo recaudado será a beneficio de Pro Infantia, una institución con la que cerrará esta temporada veinte años de desinteresada colaboración. Las obras quedarán expuestas en el Centro Bioquímico junto a otros trabajos. Entrada libre y gratuita.
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