“Me asusté muchísimo, pensé que me mataban”, dijo el kiosquero de 9 y 50

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El violento asalto sufrido por un empleado que en la madrugada del lunes estaba a cargo del kiosco de 9 y 50, le dejó algunas marcas físicas, mucho miedo y las peores sensaciones.

Es que, como lo reflejó este diario en su edición de ayer, estaba solo en el local cuando a las 3 y cuarto de la mañana dos jóvenes se acercaron a la ventanita por la que se despacha al público.

Y cuando Gerardo (28) se dispuso a atenderlos, le ordenaron bajo amenazas de muerte que les abriera la puerta de entrada, que a esa hora estaba cerrada con llave.

Temiendo por su vida, accedió al pedido.

De inmediato, junto a ellos entraron otros dos cómplices. Y los cuatro asaltantes, según lo relatado ayer a EL DIA por la víctima, la sometieron a una andanada de golpes por espacio de 20 interminables minutos.

Al final, los ladrones escaparon y se llevaron una suma no precisada de dinero y diversas mercaderías.

“BAJÉ LAS ESCALERAS A LOS GOLPES”

Gerardo contó que “primero me apuntaron al pecho, me llevaron a los golpes hasta el baño y me encerraron. Pero como no podían abrir una de las cajas, me fueron a buscar y después tuve que bajar las escaleras a los golpes, para llegar al subsuelo del negocio y revisen una oficina”.

En medio del asalto y del terror que estaba padeciendo el vendedor, un oficial y una mujer policía de la comisaría primera se detuvieron con el patrullero frente al kiosco, en un alto en su tarea de patrullaje.

“El policía quería comprar un pancho. Y al ver que no había nadie para atenderlo, porque yo estaba en el subsuelo con los delincuentes, la mujer policía se quedó custodiando el salón del kiosco y el oficial fue para abajo”, sostuvo Gerardo.

Para sorpresa del uniformado, en se sector se desarrollaba el asalto. Y antes que pudiera reaccionar, el grupo de asaltantes “lo golpearon bastante. De un empujón lo tiraron al piso y cuando los ladrones se apuraron para irse, lo caminaron por arriba”.

Vale recordar que, a su vez, la agente que acompañaba al efectivo atacado, se dobló un tobillo en la persecución de la banda y tuvo que desistir del intento por darle alcance.

“Me asusté muchísimo, pensé que me mataban. Estaba solo, me golpearon varias veces y como estaban muy drogados, podía pasar cualquier cosa”, reflexionó Gerardo. Y no perdió la oportunidad de reclamar que “podamos trabajar con más seguridad”.

 

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