Medio siglo de “La naranja mecánica”: la película que resistió la censura argentina
Edición Impresa | 20 de Diciembre de 2021 | 03:29

Hace medio siglo se estrenaba en Estados Unidos “La naranja mecánica”, una de las obras más importantes del cineasta Stanley Kubrick, que aseguraba en ocasión de aquel estreno, el 19 de diciembre de 1971, que “el gran error en las escuelas es tratar de enseñar a los niños usando el miedo como motivación”.
La película, sin embargo, no se vería en los cines argentinos hasta 14 años más tarde: Warner Bros. presentó la adaptación de Kubrick sobre el trasgresor libro de Anthony Burgess al Ente de Calificaciones Cinematográficas, y allí se la pretendió mutilar con un mínimo de siete cortes. Pero a la distancia, y por fax, el cineasta dio un no rotundo.
Kubrick controlaba el negativo desde el primer segundo que salía de la cámara hasta el momento del estreno de las copias fílmicas originales en todos los países del mundo, y por eso pasaron 14 años hasta que “La naranja mecánica” se estrenó en cines de Argentina. Nunca se vio en televisión de aire, sí ocasionalmente en el cable, completa e igual de vigente.
Y todavía hoy, medio siglo más tarde, las resonancias con el presente son claras: en 1971, Kubrick, según el relato de Anthony Burgess, imaginó una realidad donde una banda de adolescentes, disfrazados con un mameluco blanco con cierre, borceguíes y sombrero bombín, armados con macanas y cadenas, se dedicaba a sembrar terror y violencia. Tienen su propio argot, el nadsat, con unas 200 palabras que conforman un lenguaje marginal y provocativo, que como toda jerga que se ubica en los márgenes y en el delito, sirve para esconder sus propósitos a esos pobres y tontos inocentes a los que atacan, como se ve en el filme, con absoluta crueldad.
Chorros de tinta se han vertido sobre el significado de la alegoría de la distopía de Burgess y Kubrick, la deshumanización de la sociedad del espectáculo y la consecuente violencia, entregadas por Kubrick al espectador con el estilo característico y operático del director: si en “2001, Odisea en el Espacio” (1969), Kubrick supo cómo combinar a Richard y Johann Strauss, Ligeti y Katchaturian con el espacio, en “Naranja Mecánica” fue por más, y eligió a la compositora trans Wendy Carlos (ese año todavía Walter), una de las primeras clientes de Robert Moog, quien incorporó a la música electrónica al cine, y con su sintetizador, le otorgó a la obra de Kubrick-Burgess una impronta única, un sello de identidad. Así el “amado Ludwig Van” Beethooven del protagonista aparece con aquel toque Moog delirante con su “Novena Sinfonía”, su segundo movimiento y también el célebre “Himno a la Alegría”, con vocoder, un seguidor de espectro vocal.
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