Un ataque con saña, la pista que puede resolver el asesinato del jubilado

Las sospechas recaen en alguien de su entorno. Le aplicaron más de 30 golpes. Un síndrome asfíctico, la causal de su muerte

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Atado de pies y manos, Mario Alberto Ochoa (80) nada pudo hacer para salvar su vida. Le habían asestado más de 30 golpes, casi todos en el rostro, y, si bien ninguno de ellos mostraba entidad suficiente para desencadenarle la muerte, los investigadores revelaron que el final llegó a causa de un síndrome asfíctico.

En principio no había estigmas ungueales, de una soga o de un lazo en su cuello, por lo que sospechan que le taparon la cara con una almohada, un trapo o cualquier prenda de vestir que sacaron de su dormitorio.

Tampoco se descarta un paro cardiorrespiratorio como consecuencia del estrés que sufrió durante ese calvario.

En medio de la conmoción que generó el caso, los pesquisas empezaron a analizar minuciosamente la escena del crimen. Primero detectaron la ausencia de faltantes, más allá del desorden propio que generó el ataque, y después resaltaron un dato que pasó a ser una de las claves de la pesquisa: la saña desplegada por el agresor.

Se sabe que en Criminología hay un principio rector que establece que “los cuerpos hablan” y el de Ochoa no fue la excepción. “El castigo sufrido esconde un mensaje”, detalló una fuente judicial con acceso a la causa. Motivos pasionales, personales y económicos, separados o todos juntos, pueden ser detonantes de violencia homicida.

El gran interrogante pasó a ser entonces quién pudo haberlo asesinado y los por qué. Si en principio no le fueron a robar, qué razón provocó semejante tragedia. Según los voceros consultados, el hombre vivía solo y casi que no recibía visitas, un escenario poco favorable para generar enemigos.

Como publicó este diario en su edición anterior, Mario Alberto Ochoa fue encontrado muerto en un chalet con ladrillos a la vista de la calle 15 entre 70 y 71.

El que se topó con tan terrible imagen fue su hijo de 34 años, que lo estaba llamando por teléfono desde hacía varias horas. Y como no le respondía, decidió ir hasta la casa, cerca de la una de la madrugada del día de Navidad, a la que tuvo que entrar luego de saltar un paredón, ya que tocó timbre y nadie salió.

“No había cerraduras ni accesos violentados y un juego de llaves estaba colocado en una puerta, del lado de afuera”, describió un pesquisa. Ochoa era jubilado del Poder Judicial y “se había vuelto un poco solitario en el último tiempo, tras la muerte de su mujer”, amplió el mismo informante.

NADA LIBRADO AL AZAR

El fiscal Juan Menucci encabeza el equipo de detectives que busca ponerle las esposas al autor del crimen. Por eso se encargó personalmente de conocer en detalle cómo se conformaba el núcleo familiar de la víctima y las relaciones que mantenía.

Por estas horas, todo se maneja bajo un absoluto hermetismo, pero trascendió que existe una pista que “se está trabajando”.

La misma apuntaría a un allegado con un pasado que enciende todas las alarmas.

 

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