Una maldad de creer
Edición Impresa | 5 de Diciembre de 2021 | 04:27

Alejandro Castañeda
afcastab@gmail.com
Las cifras reciente son demoledoras: ocho de cada diez mujeres argentinas afirmaron haber sufrido algún tipo de violencia de género en su vida, pero solo un 17 por ciento denunció a su agresor. El dato surge de un estudio del Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (Unesco).
Cuando se examina los detalles, el ansia posesiva del hombre aparece como gran culpable. Muchos -demasiados- creen que las mujeres no pueden dejar de quererlos si ellos no les dan permiso. Quieren explicaciones, como si amar fuera algo voluntario.
Hay una vieja zamba -La López Pereyra- que tiene dos versos inconcebibles: “Me han dicho que no me quieres/ pero eso no es un motivo”. Este salteño enojado pretende que ella le diga qué hizo mal, para corregirse y poder recuperarla. Pero lo peor son esos canallas que, al ser dejados, no encuentran mejor manera de tramitar la desazón que apelar a la violencia. Y son capaces de matar buscando sostenerse en un cóctel fatídico que mezcla desahogo, consuelo y venganza.
El trabajo difundido se realizó entre el 1 y el 20 de noviembre a través de una investigación sobre 1.976 mujeres de entre 18 y 65 años. Allí surge que el 52 por ciento de los casos quien comete las agresiones es una ex pareja y en un 25 por ciento la pareja actual.
Y cuatro hechos de esta semana lo confirman: la violencia surgió porque los dejaron, porque fueron rechazados o porque están con otro.
El abusador, el desesperado y los ex siempre reaparecen. Tristes y desolados en su pequeño coto de posesión, el telón final deja al desnudo una sórdida aventura vengadora. Una tenebrosa idealización de la ausencia obliga al sufrido a pensar en términos absolutos. El “mía o de nadie” se traduce en un estado de indignación excesiva que adquiere los trazos de una conducta salvaje y atorranta que sólo se detendrá ante la muerte.
Se conoció en España un estudio realizado por el forense Miguel Lorente sobre 149 casos de violencia de género con resultado de muerte. Del trabajo surge “que en más de la mitad de los hechos, las propias manos del agresor fueron el arma asesina. A golpes, por sofocación, con cuchillos o estrangulando. El procedimiento, según Lorente, demuestra la existencia de una rabia incontenible que desemboca en una muerte lenta que es observada por el victimario. Y agrega que los crímenes pasionales, en su gran mayoría, responden a un modelo: cuando mata el amante o el esposo, lo hace con sus propias manos, algo que la psicología podrá explicar mejor. Y cuando el hombre manda a matar, prefiere que a ella la aniquilen a balazos.
El crimen no respeta fórmulas ni tendencias, pero al parecer la crueldad tiene su recetario y su estilo. Y los estudios vienen a confirmar que a final los asesinos de cualquier latitud están emparentados en la desesperación y el método.
Los cuatro hechos de esta semana, de diferente gravedad, muestran cómo las obsesiones, los celos, los ex y los abusadores siempre están en el centro de las estadísticas. Dos de ellos, ocurridos en la Ciudad, tienen a sendos ex en primer plano. Y hubo otros dos femicidios: Nancy, la mujer que fue matada y enterrada por un prestamista que la habría querido violar. Y Delfina, la porteña que vivía en Miami y que fue acuchillada por un compañero de trabajo que estaba obsesionado con ella. Cuatro reacciones conocidas y cuatro actores debidamente tipificados. Cada uno, con su desesperación a cuesta, escenificando a pura violencia los doloridos y enfermizos contornos de las pérdidas y los abandonos.
¿De dónde viene esta hombría desaforada? El sentimiento de poder no es inocente. Y cada agresor podrá encontrar explicación en los almacenes infinitos del rencor, la desolación y el amor propio.
Curiosamente casi todos culpan a la pasión y al enamoramiento por estos brutales excesos. Los que quieren recuperar lo que perdieron y los que se obsesionan por tener lo que desean, al final apelan el amor como inspiración y coartada. ¿Tendrá razón Violeta Parra, cuando abandonada y a punto de suicidarse, escribió estos versos? “Maldigo al vocablo amor/ y toda su porquería”
Escenifican a pura violencia los doloridos y enfermizos contornos de las pérdidas y los abandonos
Muchos creen que las mujeres no pueden dejar de quererlos si ellos no les dan permiso
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