Tuvo menor tenencia, engordó su eficacia ofensiva y volvió a gustar sin “extrañar” a los que se fueron
Edición Impresa | 21 de Febrero de 2021 | 04:59

Por MARTÍN MENDINUETA
Está bueno construir sueños. Ellos suelen convertirse en el mejor combustible para que la máquina no se detenga en su afán por alcanzar las metas. De todos modos, el modesto ejercicio de detenerse y apreciar lo que ya se tiene no debiera soslayarse bajándole el precio. Mirar hacia atrás repasando el camino transitado también puede motivar para llegar a donde se pretende.
Gimnasia se ha transformado en un equipo competitivo. Así de simple. Y de valioso. Puede parecer poco, aunque con sólo recordar todo lo que le ha ocurrido desde el fallecimiento de Diego, el diagnóstico de la oración anterior adquiere un mérito, primero, y una relevancia, después, que sobre todo sus hinchas no tendrían que dejar de saborear.
Después del brutal impacto emocional que significó la partida de Maradona, llegó la nada agradable sorpresa por la tajante renuncia de Sebastián Méndez. Pareció que su fútbol había quedado huérfano. Horas más tarde, tuvo que afrontar aquel partido ante Vélez envuelto en el luto más severo. Y justamente en Liniers, con el cabezazo que marcará para siempre la vida de Maximiliano Coronel, Gimnasia, sin saberlo, ni siquiera imaginarlo, empezó construir sobre la base de una profunda tristeza el boceto de lo que hoy es.
Algo muy fuerte pasó en la derrota frente a Bánfield, en diciembre último, por la zona campeonato del torneo anterior, cuando todavía era un interinato con fecha de vencimiento para Messera y Martini. A pesar de haber perdido, esa noche el “Lobo” dejó una huella que satisfizo a la mayoría. La imagen resultó nítida. Gimnasia había jugado muy bien y el agrio resultado no sólo no lo manchó, sino que además estuvo lejos de frenar los elogios de sus fieles. Ese partido bien podría tomarse como la primera muestra, tan contundente como seductora, de lo que iba a proponer en cancha con los nuevos entrenadores. Allí, en estadio ajeno y escuchando los festejos que desbordaban el vestuario local, Gimnasia mostró el embrión de una identidad que hoy, más allá de los matices propios de cada presentación, se ha profundizado causando gran aceptación popular.
DOS TÉCNICOS Y UNA LÍNEA DE JUEGO QUE ENTUSIASMA
El último sábado no brilló, careció de una gran posesión de pelota y tampoco defendió a la perfección, pero sí mantuvo la matriz de una forma que ya le pertenece y que fue incorporada en base a dinámica y fluidez de movimientos.
Acertó temprano con el bombazo de Weigandt, sintió alivio en las recurrente falta de precisión de Talleres para definir situaciones propicias y, también, recibió el beneficio de un error arbitral que no pasó desapercibido. El penal que sancionó Germán Delfino lo ayudó para marcar una tendencia irrevocable en el sendero hacia su gran alegría. El árbitro se equivocó. La falta se cometió afuera del área. Entonces, el huésped se dejó llevar por la bronca y su insalubre descontrol lo acercó, irremediablemente, a la derrota.
La función en el Bosque terminó con una apariencia perfecta, cuando en realidad el partido le deparó varios pasajes un tanto estresantes. El saldo no tiene contra: Tres puntos. Tres goles. Equipo sin daños habiendo superado ya la excursión a la casa del campeón reinante.
A Rodrigo Rey todavía no se lo pudo evaluar en profundidad. Weigandt está cada vez más metido en el corazón de los hinchas. Germán Guiffrey se va afianzando en la zaga. Melluso es prolijo y parejo. Mancilla pega mucho, pero para quien escribe estas líneas encarna muy bien el rol de villano. Matías Miranda se muestra en sintonía como para ser titular en cualquier momento. Carbonero volvió “picante”. Eric Ramírez siempre exige y Alemán otorga claras señales de que quiere enterrar su pasado reciente. Así como está, el uruguayo es un eslabón clave para generar situaciones de gol.
Sólo estaría faltando el gol de Contín. Su despliegue suma para el equipo, aunque no hay “nueve” en el mundo que esté tranquilo sin facturar. Por ahora, la comparación con Lucas Barrios le sigue dando a favor, pero nada es eterno.
Cuatro puntos sumados en dos fechas hacen que la escasez de refuerzos no se transforme en un reproche generalizado. Que no se extrañe tanto a los que se fueron, es una clara demostración de que la gente está contenta con lo que viene ofreciendo el ciclo de Messera y Martini.
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