Se le debe prestar una mayor atención al Monumento a la Bandera de la Ciudad
Edición Impresa | 1 de Marzo de 2021 | 03:24

Si bien no se trata de establecer una escala de supuesta mayor importancia de las estatuas y distintas figuras ornamentales de la Ciudad –ya que son todas las que merecen encontrarse en perfectas condiciones- existen indudablemente algunas que, por su valor histórico o emblemático, por sus especiales valores científicos y culturales merecen una atención concentrada por parte de las autoridades y que, sin embargo, no la reciben.
En ese sentido, corresponde consignar el comunicado emitido por el Instituto Belgraniano de la provincia de Buenos Aires que el 27 de febrero pasado recordó la creación de la Bandera Nacional y que, según detalló, la reunión debió ser realizada en otra sede, ya que el encuentro no pudo desarrollarse en el interior del monumento que lleva el nombre de Manuel Belgrano, ubicado en la plaza homónima de 13 entre 39 y 40 “porque sigue ocupado por los carros de basura de los barrenderos”.
Como se sabe, el 27 febrero de 1812 el general Belgrano, en las barrancas de Rosario, a orillas del río Paraná, enarboló por primera vez la Bandera argentina. Sin embargo, en una situación que no es de ahora y que, con diversos matices se remonta a muchos años atrás, la Ciudad ha permitido que el Monumento a la Bandera, justicieramente emplazado a principios de la década del 80, haya sido ganado por el vandalismo, el olvido y la desaprensión.
Allí tuvo su sede el Instituto Belgraniano que creó un pequeño museo. Sin embargo, la falta de vigilancia permitió que ingresaran desconocidos al ámbito diseñado al pie del mástil y muchos de los objetos que allí llegaron a exponerse fueron robados, perdiéndose definitivamente el dominio institucional del lugar a manos de los vándalos que virtualmente lo destruyeron. En la actualidad, tal como se informó, el lugar es usado como depósito de los carritos de los barrenderos.
A grandes rasgos podría señalarse que, pese a su relativa corta vida en relación a otras ciudades, La Plata acuña en la vía pública una riqueza ornamental importante, surgida del aporte de las sucesivas generaciones. Sin embargo, la experiencia acumulada a lo largo de años demuestra que, lamentablemente, no siempre se cumplió con preservar debidamente ese patrimonio.
Siempre se ha dicho en esta columna que cuidar el patrimonio ornamental es hablar, desde ya, de inversiones –nunca abultadas, por cierto- pero también de constantes trabajos de preservación. El olvido y la desatención de bienes que son comunes profundizan su decadencia, dejándolos a merced del ataque despiadado del tiempo y de la penosa acción de los depredadores. Y el corolario se suele reflejar, periódicamente, en la necesidad de volcar recursos más cuantiosos, a raíz de no haberse realizado en forma oportuna las tareas de mantenimiento.
En sus años de vida, La Plata refleja en sus diferentes estilos, lo que fue su vida cotidiana desde los tiempos fundacionales. Y sin embargo, es como si pocas veces se le hubiera prestado el debido y constante cuidado. Es cierto que la conciencia conservacionista es relativamente reciente, pero el deterioro del patrimonio es evidente desde hace años, sin habérsele ofrecido respuestas adecuadas.
Al margen de las acciones y políticas que debe impulsar la Comuna, el compromiso conservacionista debiera encontrarse fundamentado en sólidos principios educativos, capaces de concientizar a la población para que valore su propia historia y respete las fuentes, los monumentos y los ornamentos que reflejan lo mejor de su cultura y de su identidad. Desde luego que corresponde también señalar que el enorme y desinteresado legado que le dejó Belgrano a la patria y a todas las generaciones merece el mayor de los respetos.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE