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El matrimonio saca pecho

El matrimonio saca pecho

Alejandro Castañeda

28 de Marzo de 2021 | 04:52
Edición impresa

Se cumplieron cien años del nacimiento de Liz Taylor, una súper estrella que gestionó como nadie su hambre de amor, escándalo y fama. Su vida fue un perpetuo homenaje a esos matrimonios donde la intensidad y la furia no se excluyen, al contrario, se necesitan.

Liz hizo del casorio un deporte de alta competencia y enseñó que novedades y refichajes afirman el embeleso. Demostró que el matrimonio es eterno, pero los maridos, no. Y aprendió a fuerza de alianzas que nada es duradero y que se renace en cada intento. Se pasó la vida dando el sí. Se casó ocho veces. Estaba tan ocupada en conseguir marido que jamás recurrió a los amantes. Lo de ella era legalidad momentánea y portaba sus esposos como parte de su colosal equipaje.

Sus cónyuges acabaron sumándose a la fastuosidad de un guión que convirtió el glamour, la pasión y las desavenencias en partes esenciales de su arrebatadora biografía.

Esta evocación nos anima a querer seguir los pasos de dos parejas recientes: la de Alberto Cormillot/Estefanía Pasquini y la de Eduardo Costantini/Elina Fernández, matrimonios que han montado parecidas instalaciones amorosas.

Eduardo y Alberto son dos veteranos disponibles, bien llevados y pudientes que reencontraron el casorio en tiempo de descuento.

Hace una semana, Cormillot salió en los medios anunciando que la cigüeña los había escuchado y que están preparando la casa para un heredero en ciernes que lo obligó a reencontrar una proximidad amorosa en plena fase de distancias protectoras.

Ahora fue la pareja de Costantini, Elina, la que, inspirada tal vez por ese ejemplo, empezó a escribirle a una cigüeña remolona que mira de reojo los pedidos de estos maridos con mandato cumplido. Son papis diferidos que buscaban alguna nueva dosis y acabaron encontrando dos señoritas que quieren ser madres antes que esposas.

Cormillot venía dibujando dietas y al final halló alimento afrodisíaco en la cacerola mimosa de Estefanía. Ella contó que sus padres le recordaban la advertencia de Cela: “El que casa con mujer joven, siendo provecto, sabe que casa fúnebremente con su viuda”. Pero Estefanía está dichosa de poder tener algo de él y para siempre. No es lo único, dicen los mal pensados. Y Cormillot reconoció haber logrado entre los brazos de esta colega la mejor nutriente para un alma enflaquecida de sueños.

Costantini también es muy ducho haciendo cuentas, no en la balanza sino en los saldos. Pero sus emprendimientos tan repartidos y exitosos estaban necesitando alguna socia cama adentro que los expandiera. Una tarde, a la salida de su museo, descubrió una musa seguidora y vistosa que lo rondaba y que al parecer buscaba algún buen escaparate para sumarse la colección de este millonario enamoradizo y solitario.

Los dos, más allá de sus matices, merecen ser reconocidos por haberse animado, en plena pandemia, al anillo y a la mamadera. En ellas, la maternidad parece un plan más que un deseo: Estefanía llevaba trabajo a la cama; y Elina lo tenía Eduardo en fase uno, atado con alcohol y barbijo a un protocolo reproductivo. Pero ellos, que traen más caricias de nietos que de novias, saben que estos hijos de los alargues les abrirán ventanas a nuevos horizontes. Algunos sospecharán de estas mamis tan pedigüeñas. Pero otros verán que ahora Eduardo y Alberto tendrán la oportunidad de poder saldar facturas que quedaron impagas en la lejana crianza. Los padres siempre sienten que están en falta y de alguna manera deben agradecer la chance de poder mejorar su performance con este arrorró fuera de hora.

Cuando todo empezaba a ser recuerdo, Alberto y Eduardo han hecho borrón y cuenta nueva para presentar dos grandiosos estrenos en tiempos de remakes. El impulso que los guía no es ir tras los pasos de otro amor, sino salir a buscar una nueva versión de uno mismo. El mexicano Octavio Paz definía a la pasión como “un ansia de otredad”. Y avisaba que el “otro más embriagador que descubre uno en una aventura, no es su nueva pareja, sino a sí mismo”. Alberto y Eduardo quieren revivir sensaciones perdidas. Y, más que nada, ver cómo es ese otro que siempre los está esperando.

Los dos serán valorados por haberse animado, en pandemia, al anillo y a la mamadera

Cormillot y Costantini son papis diferidos que buscaban alguna nueva dosis

 

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