Ocurrencias: la soledad japonesa tiene su ministerio
Edición Impresa | 4 de Abril de 2021 | 02:36

ALEJANDRO CASTAÑEDA
afcastab@gmail.com
Inglaterra tiene su ministerio de la Soledad. Y ahora Japón, como crecieron los suicidios, creó el suyo. Los desesperados eran muchos, pero la pandemia los aumentó.
Durante el año pasado fueron 20.919 las personas que se quitaron la vida en Japón, un 3,7 por ciento más que en 2019. Los dos países coincidieron en los considerandos: las personas pasan cada vez más tiempo solas o en comunidades digitales. Y no únicamente los veteranos. La soledad está muy repartida. La televisión y el móvil son a veces la única compañía. La desolación y la exclusión te arrinconan.
La psicogerontóloga española Ramona Rubio sugiere que, en ciertos casos, la opción de matarse viene a ser la elección de una salida hacia el aire libre, lejos del alcance del encierro, la soledad y el COVID.
La epidemia de la soledad le vino a sumar un nuevo enemigo a la deshilachada buena salud de estos días. Y cada lugar la enfrenta como puede. Hay desde iniciativas que fomentan el voluntariado de las personas mayores, como en España, hasta terapias de escucha para los que se sienten solos, como la que creó una universidad estadounidense, o leyes como la que en China obliga a los hijos a visitar a sus padres ancianos. Alemania apostó por lugares para fomentar el intercambio entre jóvenes y ancianos, y Colombia, a mejorar los centros de día que ofrece. El hombre dura mucho y hay que saber rodearlo hasta el final.
Kodokushi se llama en Japón ese fenómeno de muertes solitarias, cuando los cuerpos permanecen un largo período sin ser descubiertos. Para contrarrestarlo, se creó en 2013 un proyecto de “aislamiento cero”: un grupo de voluntarios visita mensualmente a los mayores de 65 años que viven solos.
En Japón no sólo se alquila gente para conversar; también se contratan compañeros de llantos para no andar lagrimeando sin nadie al lado cuando la tristeza y el dolor no dan tregua. Es gente que está aislada y que al final de sus días puede alcanzar una soledad perfecta: no solamente viven solos, también se marchan de este mundo sin que nadie se dé cuenta que estuvieron.
En la Argentina, hay seis millones de personas mayores de 60 años, y un 20 por ciento de ellas (1.200.000) viven solas. De ese grupo, el 21,8 por ciento (unas 260.000) manifestaron sentirse solas, según consigna el Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, en un informe pre pandemia que analizaba si vivir solo es un factor de riesgo para la integración social. Y explican que la industrialización, la urbanización y el envejecimiento poblacional crearon contextos ingratos y generaron más hogares unipersonales de personas mayores.
Algunos explican que el éxito de Facebook reside en un miedo a estar solos
Pero la soledad puede afectar a cualquiera, sin importar su edad. No se trata de una consecuencia natural al envejecer. En Estados Unidos, los más solos son los más jóvenes. Y algunos explican que el éxito de Facebook reside en un miedo a estar solos que, a su vez, los aísla de lo inmediato y dificulta el afianzamiento de vínculos fuertes. Es decir, por más que se resisten a ser parte del rebaño, al final la juventud se diluye en las redes y terminan siendo casi todos iguales y casi todos distantes.
La soledad es un tema. Y no sólo allá lejos. La Organización Mundial de la Salud la define como la insatisfacción con el número y calidad de las relaciones sociales. No es lo mismo estar solo que sentirse solo.
La epidemia de soledad le agregó un nuevo enemigo a la deshilachada buena salud de estos días
Hoy, andar bien acompañado es un lujo. Y están los que por alguna razón pierden a “su otro” y sólo encuentran placeres disponibles en las píldoras y los recuerdos. Estos nuevos ministerios buscan en principio saber cuántos y cómo son los solitarios, porque la burocracia siempre se las ingenia para transformarnos en un expediente que se cura con turnos y timbrados.
Los de la tercera edad, dijeron, la tienen más difícil, aunque afloren por todos lados “esas residencias para ancianos -como dice Umbral- donde se les dopa de valium y televisión, para que no incordien”. Las oficinas de Inglaterra y Japón no distinguen edades. Enseñan a enfrentar con serenidad un aislamiento que se hace más elocuente cuando se llega tarde a la casa y no se encuentra esa voz deseada que, hasta cuando rezongaba, abrigaba y recibía.
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