Inquietud por el avance dramático del narcotráfico en el país y en la Región

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No pueden sino causar una gran preocupación las estadísticas penales de nuestro país, reveladoras de la cada vez mayor gravitación de la droga en la actividad delictiva, reflejada no sólo en el narcotráfico sino en la incidencia de ese fenómeno en la proliferación de muchos otros delitos. Esa influencia se volvió notoria hace por lo menos cuatro décadas cuando los jueces de Menores advertían sobre presencia de droga en la mayoría de episodios delictivos protagonizados por chicos y adolescentes.

Sin embargo, aquella presencia se irradió luego a todas las edades, en particular cuando nuestro la Argentina dejó de ser, como era, un país de tránsito de la droga, para convertirse luego en un país de consumo y luego de producción, con la presencia ya enquistada de mafias de narcotraficantes, en una situación que se torna cada vez más visible en las grandes metrópolis de nuestro país y en varias de las ciudades de frontera.

El caso ciertamente más dramático se está viviendo en Rosario, en donde en las últimas dos semanas se cometieron diez homicidios y 86 en lo que va del año –más un promedio de 2,3 baleados por día entre enero y marzo- en una situación que los especialistas atribuyen a las disputas vinculadas al narcotráfico en esa ciudad santafesina.

Los altos índices delictivos relacionados al crimen organizado registrados en Rosario generaron una reacción del presidente Alberto Fernández en su última visita a esa ciudad, el pasado 23 de abril, en la que le pidió a la Cámara de Diputados de la Nación que avance en el tratamiento de un proyecto de ley del Ejecutivo para la reforma del fuero federal, para así poder “dar pelea” al narcotráfico y a los restantes delitos complejos.

El sello mafioso deja su sello en la mayoría de los homicidios. La dinámica de los crímenes sigue siendo la misma de los últimos tiempos: disputas territoriales entre bandas del mercadeo de drogas y altos niveles de violencia en la resolución de conflictos interpersonales.

Cabe señalar que en esta columna se vienen analizando los reiterados reclamos de vecinos de La Plata por la difusión que está alcanzando en algunos barrios –entre ellos el del Mondongo, en primer término- la oferta desembozada de droga en las calles, sucediéndose a partir de esa actividad un cúmulo de otras actividades ilícitas como robos, usurpaciones y vandalismo. Lo cierto es que el narcomenudeo plantó bandera e impera en esa zona, distante a unas pocas cuadras del centro de la Ciudad,

Con la cuarentena y las posteriores restricciones no se vio afectado, según dijeron, el narcomenudeo que está operando en la llamada zona roja. En una asamblea realizada, residentes en el barrio dijeron que “se está poniendo cada vez más pesado, ahora van y escrachan a los vecinos”. No obstante, aclaran que “la comisaría novena, la Departamental y la Secretaría de Seguridad de la Municipalidad trabajan bien, pero a veces no alcanza, porque falta una mayor decisión política”.

En esta columna se alertó en varias ocasiones que el narcotráfico se ha instalado en La Plata y opera en distintas zonas. Diversos episodios y las consecuencias de ellos –como el hecho de que hay vecinos que se vieron obligados a vender sus viviendas para evitar el acoso delictivo- parecieran marcar un límite preciso, para que las autoridades reacciones con la máxima eficacia y prontitud. La Ciudad debe impedir que el narcotráfico siente sus reales y para ello es responsabilidad básica del Estado combatirlo a toda hora, para que la seguridad no se vea sobrepasada por el delito.

 

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