El flagelo de la inseguridad sigue castigando a la vasta zona del Oeste
Edición Impresa | 1 de Junio de 2021 | 02:01

Testimonios recibidos permiten afirmar que, además de los robos callejeros, los hurtos y el vandalismo enseñoreados en la zona Oeste de nuestra ciudad –que abarca desde el barrio San Carlos hasta Etcheverry, incluyendo a las localidades intermedias de Los Hornos, Abasto y Melchor Romero- esa región sufre también el flagelo de delitos más violentos, de los robos comando en perjuicio de quintas y establecimientos agrícolas y florícolas. En este último caso, muchos de los establecimientos se encuentran alambrados, con postes de cemento perimetrales y rollos de alambre de púa, aunque ello no impide que los delincuentes ingresen a ellos para concretar sus despojos.
Tal panorama fue reflejado en un informe publicado ayer en este diario, en donde los vecinos, ante la falta de personal y de recursos policiales, decidieron organizarse para poder enfrentar desde los simples hurtos hasta las salvajes entraderas que los acosan, según señalaron.
En las localidades mencionadas, es decir desde el barrio de San Carlos hasta la ruta 2, el Oeste de nuestra ciudad muestra un escenario diverso en cuanto a su configuración –así puede hablarse de lo urbano y lo rural- pero que tienen como punto en común un grado de inseguridad que no deja de crecer.
La demanda de alarmas comunitarias y de cámaras de seguridad creció exponencialmente. “La gente está cada vez más dispuesta a restringir su libertad a cambio de seguridad”, graficó una fuente judicial consultada. Se multiplicaron los grupos de WhatsApp en los que cada ciudadano cuenta su experiencia o alerta de un posible delito. Y no se pueden dejar de mencionar las marchas y movilizaciones de protesta, a pie y luego en vehículos, que tuvieron lugar durante todo este año.
Los vecinos detallaron que mantuvieron numerosas reuniones entre ellos y con autoridades para tratar el tema de la seguridad en la zona Oeste y que los delitos más comunes mencionados fueron los de robos callejeros en los cascos céntricos, presencia de rateros o sustracción de ruedas de vehículos, aún cuando la mayoría de los hechos no han sido violentos. En cambio, en los sectores más alejados, de características rurales, los robos tipo comando, con uso de armas, se han presentado acompañados con duras golpizas a las familias víctimas de esos asaltos.
Otro de los problemas recurrentes, agudizado en los últimos meses, tiene que ver con el robo de ganado. Los esforzados productores de la Región, muchos de ellos propietarios de pequeñas parcelas, dijeron recientemente sentirse desprotegidos, inermes frente a ladrones que, al parecer, durante días estudian el lugar y así definen en qué momento concretar los robos.
Falta de controles policiales preventivos, falta de móviles para que la Policía pueda cubrir una zona tan vasta como la del Oeste, carencia de personal o de recursos materiales de esa fuerza de seguridad, inexistencia de patrullajes, forman parte de los reclamos formulados por vecinos de las distintas localidades.
La única respuesta posible para esta situación la debe dar, primeramente, una activa y continuada presencia policial en el lugar, no sólo para reprimir sino para prevenir el incansable accionar delictivo. Ella debería verse acompañada de fuertes campañas de concientización, para que la población adopte las básicas medidas de prevención, aunque está claro que la responsabilidad principal pasa por las medidas eficaces que impulse el Estado para combatir este flagelo.
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