Nadando espero
Edición Impresa | 13 de Junio de 2021 | 05:15

Por DANIEL KRUPA
“Volver a casa utilizando un camino desacostumbrado lo hacía sentirse peregrino, explorador; lo hacía sentirse un hombre con un destino y estaba seguro de encontrar amigos a lo largo de todo el trayecto; no tenía la menor duda de que sus amigos ocuparían las orillas del río Lucinda”, se lee en “Nadador”, probablemente el relato más triste de John Cheever, todo un especialista en eso de escribir relatos tristes. En ese texto, a un espécimen del americano medio caído en desgracia se le ocurre volver a los restos de lo que había sido su hogar dulce hogar a nado, en una travesía de unos doce kilómetros de una línea de agua imaginaria conformada por las piscinas de todos sus ex vecinos, que lo ven irrumpir en sus jardines con una mezcla de sorpresa y misericordia que hasta incomoda la lectura.
El ejercicio de la natación como forma de vida es uno de los tantos elementos que trae Sodio, la nueva novela de Jorge Consiglio (Buenos Aires, 1962), que confirma con este nuevo título ser dueño de una escritura sutil a partir del despliegue de una mirada que se reposa en el detalle, en aquello que suele pasar desapercibido. Ahora, hace uso de ese saber para retratar la historia de un sujeto que encuentra en el nado y, más tarde, en el humo del cigarrillo, una manera de ser y estar en esta Tierra.
Ya entre las primeras líneas se presenta la trama: un odontólogo –cuyo nombre nunca se revelará– por mandato familiar, sale en busca, no sin cierta parsimonia, de su lugar en el ámbito profesional mientras empieza a darle forma a su educación sentimental. “Ser dentista es una forma de ver el mundo. Mezcla de lo artesanal con lo científico. Los dientes son huesos, pero pierden intimidad cuando están a la vista”, escribe Consiglio, con precisión quirúrgica.
¿Pero qué es Sodio? Muchas cosas, una novela sobre los vericuetos del amor, el desarraigo y el vacío contemporáneo. Porque ahí está el inmediato enamoramiento clandestino de Raisa, una siempre enigmática pianista que marcará un antes y un después en su vida: “Imaginé a Raisa frente al piano y, con algo que no sé si llamar intuición o capricho, percibí que esa mujer, a diferencia del resto del mundo, tenía un finísimo registro de sí misma y de su prójimo”.
Está su viaje a Brasil, en busca de un mejor pasar profesional y están también las desventuras de Luiz, un colega que, alcanzadas ya todas las ambiciones materiales posibles, no ve otra alternativa que internarse en el Amazonas en busca de una espiritualidad que, por supuesto, nunca le llega y todo termina en un mal viaje. O sea, personajes a la deriva que a fuerzas de brazadas intentan no ahogarse en el caudaloso río de la vida, que a veces puede ostentar un fuerte olor a cloro.
Pero más allá de los avatares de la trama, el motivo principal para sumergirse en Sodio es la prosa del autor de Hospital Posadas, que incluye giros tales como: “Al igual que los peces, casi no pestañeaba. Tenía boca grande y sonrisa gingival”. O: “Tenía el rímel del ojo izquierdo corrido, apenas, dos milímetros. Era tan luminosa que ese defecto también la adornaba”.
En esta novela también hay algunas líneas destinadas al humor: “Un general alemán confesó que prefería a los italianos como enemigos antes que aliados: para vencerlos, necesitaba cinco divisiones, para defenderlos, veintisiete”. O: “Dio media vuelta y enfrentó el salón que, a esa altura, había tomado las dimensiones de la estepa rusa”.
Pero no todo es realismo en Sodio, porque también se permite el giro onírico cuando el protagonista se acerca a la orilla de una playa brasilera y percibe en el agua una figura que en un principio parecería ser un pez gigante, pero que no tarda en confirmar que es otra cosa. Y esa misma “otra cosa”, que en su sincretismo dispara más de una lectura, lo muerde terrible, violentamente en el brazo. El vínculo con ese ser marítimo –¿una sirena?– no concluye ahí, claro, porque ese incidente no sólo abre una herida, sino la posibilidad de ampliar los bordes de una realidad que Consiglio se ocupa de estirar con maestría.
Editorial: Eterna Cadencia
Páginas: 176
Precio: $ 990
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