Cecilia Bardach

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Un golpe de enorme tristeza significó el fallecimiento de la escribana Cecilia Bardach, reconocida en esta ciudad no sólo a raíz de su labor profesional de largas décadas, sino también en distintos círculos sociales que valoraron su energía vital, su calidez, el buen humor que solía llevar hasta la gracia disparatada, y esa risa amplia y franca tan propia suya.

Creció en el seno de una familia judía; hija de Jacobo y Clara, inmigrantes polacos que buscaron en la Argentina un mejor porvenir que el que ofrecía por entonces Europa, había nacido el 31 de enero de 1932 en La Plata. Tuvo dos hermanos: Lina y Marcos. Ella fue la menor.

Se recibió de maestra en el Normal 2, pero no ejerció la docencia, sino que ingresó a la facultad de Derecho de la UNLP y se recibió de escribana.

Fue una mujer que vivió a la vanguardia de su época. Sin adscribir a movimientos feministas promovió, en actos y palabras, la igualdad de los géneros, e instó siempre a las jóvenes (muy en especial a sus hijas y su nieta), con insistencia militante, a no perder la autonomía personal ni la independencia económica frente a los varones.

Estuvo casada por más de 50 años con el ingeniero Mauricio Tenenbaum, un intelectual, referente platense del pensamiento judío y activista por los Derechos Humanos que falleció en 2018. Con él tuvo a Ernesto (periodista político), Mariela (abogada) y Giselle (psicóloga). Juntos, además de encabezar una familia, se acompañaron en viajes, compartieron momentos exclusivos de la pareja, y participaron de manera intensa en instituciones platenses, como el Centro Literario Israelita y Biblioteca Max Nordau que él oportunamente presidió.

Así como se apasionó por su trabajo en la escribanía (aseguran que se movía como una hábil mediadora), el que dejó recién muy pasados los 80 años y obligada por la pandemia, fue una madre compañera, buena consejera y divertida; admirada, justamente por esas razones, por lo amigos de sus hijos. Igual actitud asumió con cada uno de sus nietos (Juan, Gastón, Ezequiel, Matías y Paloma), a quienes adoró.

También se caracterizó por su amor a los perros, su disposición a la elegancia y la coquetería, y su simpatía por Estudiantes.

Al despedir sus restos en el Cementerio Israelita estalló un fuerte aplauso, manifestación acabada del aprecio y el cariño que despertó su persona.

 

 

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