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Espectáculos |DESTACADO DE LA CARTELERA PRESENCIAL

“A nadie le importa una señora que barre”: entre Fassbinder y un retorno a la fuente teatral

“La angustia corroe el alma” inspiró a Fabián Fernández Barreyro para crear una pieza que se posa sobre el gesto y la palabra

“A nadie le importa una señora que barre”: entre Fassbinder y un retorno a la fuente teatral

nora oneto, la “helen mirren platense” para el director, protagoniza el unipersonal que se ofrecerá los sábados de septiembre

María Virginia Bruno

María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com

11 de Septiembre de 2021 | 04:12
Edición impresa

El espectáculo unipersonal “A nadie le importa una señora que barre”, escrito y dirigido por Fabián Fernández Barreyro, y protagonizado por “la Helen Mirren platense” Nora Oneto, se ofrecerá durante septiembre en la Ciudad, con una historia atravesada por Rainer Fassbinder y su clásico “La angustia corroe el alma” (1974), que propone “un retorno a lo primigenio, a lo básico teatral, del gesto y la palabra”, según anticipó el director en diálogo con EL DIA.

Escritor de toda la vida, una cualidad que lo llevó años después a dirigir sus propios textos teatrales, Fernández Barreyro subsistió al parate de la pandemia escribiendo. Con tiempo para hurgar más de la cuenta por esos “archivitos que suelo acumular en la computadora”, se encontró con una semilla que esperaba ser regada.

“Tenía pendiente una idea relacionada con hacer una transposición teatral para una sola actriz, de algunos personajes y temas de una película que en mi juventud me impactó muchísimo”, manifestó el también actor en relación al filme del director alemán -para muchos considerado como una de sus mejores obras- que cuenta la historia de amor que escandaliza al barrio, entre una viuda de sesenta años que se gana la vida limpiando y un marroquí treintañero.

“Yo encontré una inspiración muy fuerte en esta película y me propuse no adaptarla para el teatro sino usarla como una invocación poética a través de su tema, de su personaje principal, y armé un texto para una sola actriz, con una interlocución muy simple: hablarle al público, contarle su historia”, anticipó el también autor y director de “Le Coach”.

Reticente a dar más detalles que puedan estropear la reacción del público (“siento que la cosa perdería un poco de encanto”, aseguró entre risas), Fernández Barreyro contó que se trata de “una obra que en su coordenada poética es muy pequeña, básicamente un cuerpo en escena deshojando como una margarita su mundo sensible, y llegando a momentos de vuelo poético y de intensidad de actuación por parte de Nora, que vale la pena”.

“A nadie le importa una señora que barre” marcará su primera colaboración con Oneto, a quien conoce desde hace décadas y a quien sigue casi desde sus orígenes en las tablas, en tanto, dijo “mirar teatro desde mucho antes de hacerlo”. Para él, su protagonista “es una actriz shakesperiana, es la Helen Mirren platense”, con quien se dio el gusto de por fin trabajar. “De hecho, en un momento de soledad en casa, dije ‘¿y por qué no? Si el rechazo ya lo tengo’. Entonces, le dije ‘tengo una obra que te calzaría como anillo al dedo y se la mandé’; y dos días después me dijo que sí”.

Además del texto, a la intérprete le sedujo el formato del espectáculo, una propuesta que se ajustaba a las limitaciones pandémicas, al haber sido un proceso creativo en el que sólo se necesitaron dos personas -actriz y director- para trabajar, a la distancia reglamentaria, en un espacio amplio, y con todos los cuidados.

Avanzados los ensayos, a la mini burbuja se sumó Manuel Acuña Hernández, el pianista y acordeonista platense que toca el piano en vivo y también canta porque, en la obra, “hay todo un mundo sentimental relacionado con los boleros”, según dejó espiar el autor sobre la música evocativa que crea una atmósfera especial en esta propuesta que busca volver a la fuente teatral.

Para el director, “en este momento de tanta tecnologización del teatro, donde hay como un recurso casi forzado a la originalidad y al flash, es decir, a la idea de producir el destello deslumbrante, muchas veces apoyado en recursos técnicos, o en impactos de actuación, más en el sentido performático que en el sentido dramático”, esta obra “hace un retorno a lo primigenio, a lo básico teatral, del gesto y la palabra, generando su prima y su potencia; un ritual básico en el sentido de las herramientas que el teatro tuvo siempre y siempre seguirá teniendo”.

No se trata, sin embargo, de una narración oral ni mucho menos, aclaró. En este sentido, refirió que se trata de una obra “profundamente dramática, y todavía más, melodrámatica”, en tanto “hay un largo relato pero suceden una enormidad de cosas, en ese cuerpo y en esa voz, a medida que el relato se despliega”.

El hecho de haber podido estrenar de manera presencial “A nadie le importa una señora que barre” -que tendrá funciones los sábados del mes, a las 20, en la Sala Dynamo, 17 y 68- es para Fernández Barreyro casi una gesta heroica.

“Me parece que hay una insistencia nuestra que tiene que ver con que la cultura, sobre todo la independiente, la que se crea desde los espacios de autogestión, no desaparezca”, manifestó sobre el oscuro panorama que vivió y vive el sector, entre los cierres de salas y centros culturales, y un parate que se extendió mucho más de la cuenta sin ayuda de ningún tipo, lo que hace que el valor del estreno crezca en simbología hasta la categoría de “resistencia cultural”.

La crisis sanitaria le frenó el avanzado ensayo de la obra que tenía prevista estrenar el año pasado (“Perro que ladra” finalmente se estrenará el 30 de octubre en Espacio 44), y aunque tuvo la posibilidad de adaptarla a la virtualidad se negó. “Me parecía que por las características de la obra, se iba a desvirtuar”, aseguró, elogiando a “la gente joven que tiene mucha más versatilidad con lo digital”, que se lanzó de cabeza a este nuevo panorama que, según consideró, llegó para quedarse.

Él, que aprovechó las posibilidades de la digitalización para ver obras históricas que le habían quedado pendientes, es de los que creen que “el teatro sin presencialidad sufre una mutilación que para mí no es teatro: es teatro pantalla”.

Su forma de atravesar los momentos de tormento fueron con pluma en mano. “Me recluí mucho en la narrativa, que es mi modo de sobrevivir a las horas muertas que de repente se te caen encima sin saber qué hacer con ellas”, poetizó este docente de teatro y filosofía recién jubilado que aprovechó la cuarentena también para escribir un libro de cuentos que editará a fin de año.

 

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