Realeza: reina perfecta, madre imperfecta
Edición Impresa | 16 de Octubre de 2022 | 04:45

Virginia Blondeau
vivirbien@eldia.com
Madre antes que reina. Reina antes que madre. La gran disyuntiva de las mamás reales (las de la realeza) que no tienen las mamás reales (las de la realidad a las que aprovechamos para saludar en su día).
La maternidad tiene desafíos profundos que comienzan en el preciso instante del nacimiento: dar alimento y cobijo, proteger, educar y otorgar herramientas para que los hijos e hijas se conviertan en personas felices. Y, claro, estos desafíos deben multiplicarse a medida que van apareciendo los hermanos entre los que una madre, en general, no hace distingos.
Las madres reinas, sin embargo, saben que tienen asegurado para sus hijos todo lo material pero hacen equilibrio entre el amor y el deber porque no pueden tratar a todos sus hijos por igual. Siempre el primogénito será diferente a sus hermanos porque es el heredero al trono y como tal será tratado.
No siempre esto es una ventaja para el niño. Recordemos que la reina Victoria de Inglaterra veía en su hijo mayor el espejo de su propia muerte: el príncipe Bertie sería su reemplazo algún día y sintió por él un rechazo que nunca pudo superar. La recientemente fallecida Isabel II logró llegar a un entendimiento con Carlos, su primogénito, en los últimos años pero siempre se llevó mejor con Ana y con sus dos hijos menores.
El caso de la reina Margarita II de Dinamarca, a quien hoy nos referiremos, es diferente. Como ella misma reconoció, no fue una buena madre para ninguno de sus dos hijos, Federico y Joaquín, y no es hoy una abuela devota para sus ocho nietos. ¿Fue mala? Tampoco. Simplemente poco demostrativa y nada interesada en las actividades de los niños. Su esposo, el príncipe Enrique fallecido en 2018, compensaba con creces esta debilidad y fue un padre divertido y un abuelo amoroso.
El príncipe Federico nació en 1968, un año después su hermanos Joaquín y en 1972, al convertirse Margarita en reina, el mayor pasó a ser el heredero y el menor heredero del heredero, estatus que mantendría hasta 2005, año en que Federico tuvo su primer hijo. La poca diferencia de edad hizo que los hermanos fueran muy unidos durante su infancia pero, en su juventud, las diferencias comenzaron y tomaron caminos separados.
Federico tenía el destino decidido desde su nacimiento y debía empezar sus estudios para ser algún día rey y Joaquín, se suponía, tendría una vida más relajada. Sin embargo al principio parecía que los papeles estaban intercambiados: Joaquín entró en el ejército, luego cursó estudios de economía agraria y en 1995, a los 26 años, se casó con Alexandra Manley, una elegantísima dama de Hong Kong que le llevaba algunos años y con quien tuvo dos hijos preciosos, Nicolás y Félix. Joaquín y Alexandra era una pareja rutilante y quitaban algo de protagonismo a Federico, el heredero, que estaba más abocado a correrías por las noches de Copenhague que a sus estudios.
No había duda que el menor opacaba al mayor y, tal vez por eso, la reina Margarita le regaló a Joaquín una granja en Jutlandia y allá se fueron, él y su sofisticada esposa, a cosechar manzanas. Alexandra, hija de un empresario multimillonario, había estudiado en Viena y Londres y pertenecía a lo mejor de la sociedad hongkonesa y Joaquín había vivido en Francia además de haberse criado en un castillo. Por qué la reina Margarita pensó que podía salir algo bueno de ese destino bucólico al que fueron enviados, es un misterio. En pocos años se aburrieron del paisaje y de ellos mismos. Joaquín resultó ser un pésimo administrador rural y, según algunos medios daneses, solía beber más vodka del socialmente permitido. Por otro lado, Alexandra realizaba viajes frecuentes a Copenhague en los que solía encontrarse con el fotógrafo oficial de la corte y no precisamente para intercambiar impresiones sobre el último posado. Por suerte para ellos, en 2005 el príncipe Federico decidió finalizar su vida de donjuán y sentar cabeza. Una joven abogada australiana llamada Mary Donaldson fue la elegida y cuando la reina se aseguró de que estuvieran formalmente casados y embarazados de su primer hijo, les permitió a Joaquín y Alexandra divorciarse y empezar a hacer sus vidas. Ella, se casó con el fotógrafo y él vendió la granja.
Pero los problemas recién comenzaban. Los rumores decían que Joaquín estaba enamorado de su cuñada y hasta la prensa publicó una foto en la que se veía al príncipe, supuestamente pasado de copas, intentar darle un beso. Nunca hubo declaraciones ni desmentidas y al poco tiempo Joaquín se comprometió con una francesa también llamada Marie (a la sazón morocha, de rasgos finos y muy parecida a la Mary de su hermano). Se casaron en 2008 y tuvieron dos niños. Pronto se hizo visible que las Marías no podían ni verse y la reina las obligó a que salieran alguna vez juntas para disimular la mala onda pero resulta que, además, eran malas actrices y el remedio fue peor que la enfermedad. Marie hizo muy buenas migas con el príncipe consorte que también era francés pero cuando este falleció la reina Margarita no tardó ni un año en botar a la pareja del escenario real. Posiblemente influenciada por su hijo mayor, en 2019 sacó de la manga un cargo de agregado militar para Joaquín en la Embajada Danesa en París. Otra esposa, otro exilio, esta vez con más suerte porque París no es Jutlandia y el sueldo compensaba. Así y todo, Marie no estaba muy contenta y en la primera oportunidad que tuvo dio un reportaje en el que aclaró que fueron obligados a irse de Dinamarca. Pocas horas después de esas declaraciones, Joaquín sufrió un ictus que lo tuvo en terapia y rehabilitación durante casi toda la pandemia.
Pensarán los lectores que esto bien puede ser una serie, mezcla de Juego de Tronos con novela turca. Y, siguiendo con esa línea, solo hemos visto la primera temporada. La segunda se ha estrenado el 28 de septiembre pasado cuando la reina Margarita II de Dinamarca ha anunciado que los cuatros hijos del príncipe Joaquín, tanto los que tuvo con la primera esposa como los que tuvo con la segunda, dejarán de ser príncipes.
“Su Majestad ha decidido que a partir del 1 de enero de 2023, los descendientes de Su Alteza Real el Príncipe Joaquín solo pueden usar sus títulos de Conde y Condesa de Monpezat, ya que dejarán de ser Príncipes y Princesa de Dinamarca. Los descendientes del príncipe Joaquín deberán ser tratados en adelante como Excelencias. La decisión de la Reina está en línea con adaptaciones similares que otras casas reales han implementado de diferentes maneras en los últimos años. Con su decisión, Su Majestad la Reina quiere crear el marco para que los cuatro nietos puedan moldear en mucha mayor medida sus propias vidas sin verse limitados por las especiales consideraciones y obligaciones que conlleva la pertenencia formal a la Casa Real como institución. “
Ese fue el comunicado y no hubiera estado del todo mal si no fuera porque parece que a los involucrados no les habían avisado con anterioridad. La primera en saltar fue Alexandra Manley quien dijo que sus dos hijos se sentían condenados al ostracismo. Mientras, en París, en cuanto Joaquín y Marie sacaron a pasear al perro un grupo de periodistas los interceptaron y ellos, contrariamente a lo que suelen hacer las casas reales, contestaron las preguntas que les hicieron. Joaquín dijo que no entendía por qué se castigaba a sus hijos, que estaban todos muy tristes y que solo le habían avisado hacía cinco días confrontando así a la jefa de comunicación de la Casa Real que aclaró que desde mayo venían hablando del tema. Joaquín hizo también hincapié en que no solo le quitaban el título sino la identidad y el aún príncipe Nicolás, su hijo mayor, le dijo a los medios que estaba preocupado por lo que a partir de ahora iba a figurar en su pasaporte.
Para nosotros, simples mortales, todo este asunto parece una estupidez digna de gente que tiene la vida regalada y se preocupa porque va a ser llamado conde en lugar de príncipe. Pero el tema de la identidad no es menor porque los miembros de la casa real danesa son los únicos que no tienen apellido. Como para aclarar el punto comparémoslos con otras casas reales: Felipe VI de España se apellida Borbón, Carlos III de Inglaterra es Windsor, los holandeses son Orange pero el príncipe Joaquín es “de Dinamarca” simplemente. Y los nombres seculares de sus hijos son Nicolás, príncipe de Dinamarca; Félix, príncipe de Dinamarca; Enrique, príncipe de Dinamarca y Atenea, princesa de Dinamarca. De este modo no solo pierden el título sino también su “apellido”.
En otra de las salidas a pasear el perro incluso la princesa Marie ha dicho que su niña, Atenea de 10 años, ha sufrido burlas por parte de sus compañeras porque ya no será más princesa y ha dejado entrever que la relación con sus cuñados es inexistente. Joaquín directamente ha dicho que todo con Federico se vuelve complicado.
Mientras, en Dinamarca, todos apoyan a la reina con sus declaraciones y más de la mitad de la población, según las encuestas, está de acuerdo con la reina en achicar el estado y dejar de tener príncipes desparramados por todas partes.
La reina no ha reculado en su decisión pero ha confesado que se sentía muy triste por el impacto que habían tenido sus palabras en la familia de Joaquín y se excusó diciendo que todo había sido por el bien de ellos. También admitió que aún no sabían cómo resolver el tema del apellido. Por lo pronto, Joaquín y ella se reunieron el fin de semana pasado para aclarar las cosas aunque, al cierre de esta edición, no trascendió el contenido de la charla.
Muchos especulan que a la reina no le cae nada bien que los hijos de Joaquín usen su título para promocionar sus carreras de modelo publicitario. Lo cierto es ya han sido tapa de la revista Vogue en varias oportunidades y siempre se destaca su condición de príncipes. Puede ser esa la razón o simplemente, como dice en el comunicado, adaptarse a los nuevos tiempos y a la lucha permanente de todas las monarquías para sobrevivir.
Como madre, la reina Margarita, puede que no sea de las mejores pero a equilibrista entre sus dos retoños no hay quien le gane. Seguro una vez más, saldrá airosa del entuerto.
El tema de la identidad no es menor porque son los únicos que no tienen apellido
La maternidad tiene desafíos profundos que comienzan en el preciso instante del nacimiento
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