Carlos Gómez Destrade: “Sueño con que los platenses se reencuentren con la Ciudad”

Varios de sus edificios son hitos en las calles de La Plata. Sus diseños merecieron numerosos premios. A los 87, evoca una intensa vida social y profesional, en un dinámico ida y vuelta entre el barrio y la academia

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Por FRANCISCO L. LAGOMARSINO

flagomarsino@eldia.com

“Los domingos, las chicas iban al cine Mayo, o al Astro, y después de ver la última película de Alan Ladd, Tyrone Power u otro galán de Hollywood del momento, se cruzaban al baile del Jockey y bueno... ahí se tenían que conformar con nosotros” se divierte Carlos Gómez Destrade, mientras evoca con precisión, frescura y sentido del humor sus tiempos de juventud, allá por los años ‘50, en el centro platense. Arquitecto de vasta y sobresaliente trayectoria, es testigo de ocho décadas de vida local y hacedor de parte de su escenario; muchas de sus creaciones se erigen como hitos en un paisaje urbano sobre el que pesa un consuetudinario déficit de información y justiprecio.

Con sus socios o por las suyas, Gómez Destrade ideó el Banco Cooperativo de 6 y 48; y la torre mixta, con una planta libre en altura, en la esquina oeste de 7 y 55; el edificio de Obras Sanitarias, en 5 entre 39 y 40; y el Alfa, en 6, 45 y diagonal 77, luego modificado (“era pionero en el uso de ‘curtain wall’, pero no se vendieron las oficinas y las reformularon como departamentos”). Y una de las torres residenciales en 53 entre 11 y 12; y otra en diagonal 78 entre 6 y plaza Rocha. Entre decenas de obras.

 

“En verano, nos queríamos volver de la Costa; la vida de club entre amigos, acá, era inigualable”

 

Volviendo a aquellos atardeceres del Jockey Club, todo terminaba muy temprano, lo que no quiere decir que faltara acción. “Es cierto que a las 20,30, rigurosamente, no quedaba nadie” corrobora Carlos: “a esa hora, estabas acompañando a alguna señorita a tomar el tranvía, o hasta su casa... o esperando en una parada volver a la tuya”.

El gran hall de la institución hípica con acceso por avenida 7 entre 48 y 49, decorado por entonces con una gran escultura de bronce representando una carrera ecuestre, era el lugar elegido para las reuniones danzantes. “Se bailaba en torno a los caballos. Las mujeres subían a la gran escalera central que se bifurca en altura, se apostaban ahí, como en un gineceo, y evaluaban el panorama. Había un disc jockey pasando música. Los muchachos nos quedábamos abajo, y nada de cabecear para sacar a bailar. Generalmente tenía que haber alguien que hiciera de nexo, un conocido o familiar, todo un trámite. El clima era bastante formal, pero no elitista ni inaccesible como a veces se cree; lo genial era que era un programa muy barato” explica Gómez Destrade: “siempre nos intrigó cómo todo ese ruido y movimiento coexistían con el funcionamiento de los salones de ajedrez y la biblioteca que estaban en el primer piso, mirando para avenida 7”.

Como funcionario, coordinó los festejos del centenario platense

Dan ganas de haber estado ahí cuando remata con convicción: “era tan inigualable lo que se generaba que llegó un punto en que estábamos en verano, con nuestros padres y la familia, en Mar del Plata, y añorábamos la ciudad, los amigos, el Jockey, Punta Lara, la vida de club, nos queríamos volver cuanto antes”.

De rosario a la plata, con escalas

Gómez Destrade repasa su historia y la de sus lugares, escoltado por fotos familiares en el acogedor living de su hogar cercano a plaza Alsina y las vías del Roca. Sillones mullidos, colores claros, madera, plantas adentro y otras que asoman por una puerta ventana. “La casa la compramos para hacer un edificio, como pudimos concretar acá al lado” -hay uno de cinco pisos-, “pero terminamos compartimentándola y usándola para vivir; cosas de indicadores urbanísticos, crisis y parates”.

Su primera conexión local la aportaron los abuelos maternos. Los Destrade eran platenses. Los Gómez andaban por Rosario. Allí nació Carlos Augusto, en la Chicago argentina, el 12 de marzo de 1935, único hijo de Luis Manuel y María Elena. Como un recuerdo borroso, le llega el de un barrio con eje en la calle Felipe Moré, que cruza el oeste rosarino, de sur a norte, junto a las vías del ferrocarril Belgrano.

Empleado en la Organización de Ventas, Luis llevó a la familia a Salta, y Carlos cursó parte de la Primaria en la escuela Benjamín Zorrilla, a dos cuadras del cabildo salteño y con el hijo del todopoderoso caudillo conservador Robustiano Patrón Costas -ex gobernador y senador nacional- como compañero de aula.

Tras la experiencia en el NOA llegó la definitiva mudanza de los Gómez Destrade a La Plata, aunque Luis siguió viajando a la capital federal por cuestiones de negocios. Una casa de 2 y 42 fue la escala previa a otra en Lacroze entre Vergara y Pérez, del lado “de allá” del Belgrano, hacia Gorina, donde mandaban la tierra, los descampados y el ripio; el camino Centenario aún tenía una sola trocha, y el eternamente angosto Belgrano estaba adoquinado.

En los salones de la Escuela Nº2, de 9 entre 47 y 48, Carlos completó la primaria. “Ahí coseché los primeros amigos, entrañables. Puedo mencionar a Pedro Elbaum, Valentini, Ricardo Zoroza, Rosario Vitale... algunos se convirtieron en profesionales muy exitosos. No recuerdo un ambiente más igualitario y democrático que aquel de guardapolvos blancos. Nos seguimos encontrando con los que aún participamos en esto de la vida”.

“Cuando arrancamos la secundaria, muchos de los amigos eligieron el Nacional” explica: “a mí me atrajo la química, a partir de una gran exposición que nos habían llevado a visitar al Albert Thomas, y con el ‘Cholo’ Vitale quedamos fascinados y agarramos para ese lado. Pero la química resultó ser compleja, y nos fuimos acercando a Construcciones, de donde egresamos como maestros mayores de obras. El paso posterior fue volcarnos a la arquitectura”.

Por esos tiempos, el micro “azul” desde plaza Italia, y el “rojo” desde plaza San Martín, fatigaban las conexiones viales con el norte del partido y Buenos Aires. “Con los muchachos designábamos a un responsable para no dormirse, porque no era raro que nos pasáramos... y nadie quería terminar bajando en el parque Pereyra”.

TRABAJO Y FACULTAD

“A los 18, empecé a trabajar en el Ministerio de Obras y Servicios Públicos, y a la vez estudiaba; en primer año, admirábamos y temíamos por igual al ingeniero Lizarán, un profesor de matemáticas exigente y muy severo. También jugaba al básquet en la Asociación Sarmiento, de 46 y diagonal 77. Volvía a la noche a City Bell tras pasar todo el día en la Plata. La Escuela de Arquitectura recién se creaba dentro de Ingeniería de la UNLP; de hecho, se hizo facultad en el ‘63, cuando estaba por terminar la carrera”.

 

“El Costa Azul fue un lugar fantástico. Surgió una comunidad muy peculiar y divertida”

 

Concretamente, el departamento de Arquitectura local, a cargo de Hilario Zalba, un representante de la prestigiosa “escuela tucumana”, se creó en 1956. Se daba clase en “quonsets”, especie de búnkeres de chapa corrugada usados por la marina de los EE UU que se montaron en 115 entre 49 y 50. Entre los estudiantes había varias barras que paraban en diferentes casas, nucleados por afinidades de toda índole: “La Cueva”, “Lo del ‘Pelado’ Lenci”, el “Taller 115”, “La Gotera”, “La Troskera”...

“Uno de los grupos lo lideraba Carlos Gorostegui, un tipo brillante y carismático” precisa “Carozo” Gómez Destrade: “nos juntábamos en ‘La Palmera’, una casa de 47 entre 2 y 3 que le había dejado la abuela para que estudiara; la casa sigue estando, la palmera ya no. Ahí paraban Durá, de González Chaves, Cardinali, de Mar del Plata... Fue un nucleamiento sin filiaciones políticas pero con cierta influencia en la facultad, del que tuve la suerte de formar parte. Por ejemplo, cuando Alfredo Kleinert asumió como primer decano, en 1963, tuvo el apoyo de La Palmera”.

Fuera de los claustros, Carlos conservaba el grupo de amigos de la infancia y el barrio. “En el centro, la vida social se concentraba en un triángulo de una cuadra. La confitería París en 7 y 49, La Perla en 7 y 48, y el Jockey en 7 entre 48 y 49”, subraya: “los domingos, se sumaban los cines y la plaza San Martín, donde había un ritual que hoy parece increíble; en grupos de cuatro o cinco, las chicas caminaban, iban y venían, entre 51 y 53, frente a la Legislatura. Y de punta en blanco, los muchachos a los costados, saludábamos y cruzábamos miradas tratando de ‘sumar’ algunos puntos o establecer contacto con la que nos gustaba, ‘con la mejor sonrisa’, como dice el tango”.

Con sus socios, tras ganar un concurso para edificios públicos en la comuna bonaerense de Lincoln

“Había un micro que a los socios del Jockey nos llevaba gratis al balneario en Punta Lara, que no podría sacar nunca de mi corazón. En ese momento, era para nosotros el lugar más lindo del mundo” se sincera Carlos: “la pileta y el Río, bañarnos, pasar las tardes. La moda femenina del momento eran los trajes de baño con polleras cortas. Con la plata que lleváramos, que no solía ser mucha, merendábamos. Nos alcanzaba para un café con leche, que se servía con gajos de pan, manteca y dulce de leche. Por el mismo precio ofrecían una chocolatada con Vascolet o Toddy, pero se agotaba enseguida porque afuera salía mucho más cara y era codiciada”.

“En verano, si estábamos en Mar del Plata o donde fuera, queríamos transportarnos ahí. El lugar era fascinante, desde su arquitectura náutica al mobiliario, los tablones de madera de roble, todo increíble. Esas fiestas... los carnavales eran una belleza”.

UN BOOM EN LAS ALTURAS

“Con Vitale y otros compañeros teníamos la ventaja de estar trabajando, a la par de incorporar conocimiento teórico en la facultad. En Obras Públicas aprendimos a interactuar con los otros profesionales que intervienen en el staff de una obra. Si bien, ya recibido, fui ayudante docente de referentes como Osvaldo Bidinost y Marcos Winograd, las circunstancias me fueron llevando hacia la actividad privada. Había un boom de construcción de edificios, debido en buena parte a que existía el crédito para la vivienda, y los inversores sabían que iban a conseguir compradores. La empresa de Baum y Benito Kadisevich estaba entre las principales constructoras.

Parque, túnel y estadio único de Ringuelet, junto a la estación ferroviaria

En la cartera de obras y servicios públicos, Gómez Destrade conoció a los gemelos Manuel “Manucho” y Ubaldo “Gogo” Sorarrain, arquitectos, muy identificados con La Plata Rugby Club. Asociados, concretaron proyectos en la Ciudad y en otros puntos del país y el exterior. En el plano profesional, el legado es impactante: 22 premios y edificios institucionales y de viviendas en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Neuquén, Formosa, Punta del Este, Palma de Mallorca. Además, Gómez Destrade tuvo a su cargo los equipos de proyectos del MOSP durante doce años, y la subsecretaría de Planeamiento comunal a inicios de los ‘80, desde donde coordinó los festejos por el centenario platense.

“Fue un proyecto en el que participé con el aporte de artistas, funcionarios, historiadores y ciudadanos, convocados por el intendente Abel Román” aclara: “cada vez que se acerca el 19 de noviembre mantengo la ilusión de volver a ver a la gente reencontrándose con su ciudad, sus afectos y recuerdos... El Centenario fue eso, y no se volvió a repetir. Sería como una prenda de paz y señal de amor por el lugar en que vivimos”.

DESPUÉS DE LAS AULAS

“Cuando dejamos la facultad, un tiempo trabajamos los cuatro con los Sorarrain y Vitale; compramos y montamos un pequeño estudio en el primer piso de la galería Geminix, en 48 entre 7 y 8. Luego, sólo con los hermanos Sorarrain, pasamos a otro estudio que construimos en 47 entre 14 y 15; creo que ahora lo usan los hijos de Gogo”.

Gomez Destrade atesora planos y fotos de muchas de sus obras y concursos, entre ellos uno ganado junto al estudio del legendario Mario Roberto Álvarez, para construir un “estadio único” y su parque bajo la estación Ringuelet, en lo que era hace décadas “la 7 al fondo”. Y se enorgullece del Círculo de Oficiales de Mar porteño, una torre con piel vidriada enclavada en Sarmiento entre Callao y Riobamba. Pero aclara: “la vida profesional del arquitecto es inseparable de entender que son más los proyectos que no va a concretar que aquellos que sí”.

Casado con la psicóloga Haydée Carrasquet, se instaló en uno de los edificios que había diseñado, en 50 entre 11 y 12. Tuvieron una hija, Verónica, y dos nietas, Julieta y Luciana Rimada. Tras enviudar, Carlos formó pareja con Susana Miguel, quien tenía tres hijos y redondeó en nueve nietos el ensamble familiar, presente por doquier en los portarretratos de su actual vivienda.

El proyecto original de locales y oficinas para la esquina de 6, 45 y diag.77

DE COSTA A COSTA

A inicios de los años 60, Julio “Tacho” Venini -un mediocampista platense que jugó en Estudiantes, luego fue tricampeón con River, y se retiró prematuramente por una lesión- y su hermano “Pelusa”, resolvieron invertir algunos ahorros en la creación de un bar.

El Costa Azul nació en 1962, en un local vidriado de reducidas dimensiones de calle 49. El estudio elegido para darle forma fue el de Gómez Destrade y Vitale, quienes pusieron una contundente barra de madera en el centro de la escena, dejando a las escasas mesas en segundo plano. Fue una resolución audaz para la época y su estética influyó en otros emprendimientos similares. Tras 15 años allí, se trasladó a 48 entre 8 y 9, donde permaneció más de tres décadas y se convirtió en una suerte de mito.

“El Costa lo hicimos para Venini y un socio, en 49 casi 8” puntualiza “Carozo” Gomez Destrade: “era adentro de una galería, un local angosto... Pero fue un lugar fantástico. Surgió una comunidad muy particular de jueces, comerciantes, abogados, deportistas, jugadores, diputados, buscavidas, profesionales, pasadores de quiniela... Al tiempo se mudó, pero ese clima se mantuvo. Cada tema tenía uno o varios portavoces; en las charlas de rugby era infaltable ‘Macha’ Gómez Cabrera, de Los Tilos... En el fútbol, el doctor Merlo y los Iturrería”.

“Ya en la sede de 48, un conocido juez federal entró en una disputa muy intensa, digamos, entre pinchas y triperos, y tiró un tiro para calmar los ánimos” revela Carlos, fervoroso hincha albirrojo: “le hicieron un jury y terminó medio café yendo a declarar, incluido el propio juez, pero todos se hicieron los distraídos. Hubo otros episodios tragicómicos, como la vez en que ganamos el Prode pero nadie lo cobró; resulta que había un personaje que todas las semanas hacía la colecta ‘para armar la boleta’, se convenía y se jugaba... o eso creían todos, hasta que un día, pum, salió ‘la boleta del Costa’. Hubo euforia y mucha gente con la calculadora, pero el muchacho nunca había hecho la apuesta. Aparentemente se ‘morfaba’ la plata. No pudo aparecer mas. Y había otro ‘busca’ que se robaba las propinas”.

Aunque lejos han quedado las jornadas en que el bar vendía la friolera de mil cafés, Gómez Destrade sabe darse una vuelta de vez en cuando por su actual ubicación de 9 entre 48 y 49. “Algunos históricos seguimos participando” aclara: “entre los más consecuentes de tiempos recientes estuvieron Bambi Flores, Ronco, Almeida, Gerardo García... ahora, de vez en cuando paso a firmar la fe de vida... y ver quiénes y cómo andan”.

Sus diseños para el banco cooperativo local y la comuna linqueña

 

Carlos Gómez Destrade

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