Al filo de una tragedia como la Puerta 12 o Cromagnón
Edición Impresa | 8 de Octubre de 2022 | 01:41

Por FACUNDO ACHE
Como explicar lo inexplicable. Como no tentarse con ponerse en el centro de la escena y decir “nunca viví nada igual”. Cualquiera de los presentes el jueves en el Bosque pudo decirlo. El Bosque fue un contagio de Saigón, pero nuestro Apocalipsis now fue entre eucaliptus y humo de choripán y no hubo un coronel Walter Kurtz, sino miembros de los organismos de seguridad con obediencia debida a rajatabla sin sentido común y que convirtieron el Bosque en una trampa mortal.
La muerte de Lolo Regueiro es una tragedia. Sin dudas. El jueves, el casi centenario estadio escenario de mil batallas y de cientos de partidos tan o más grandes que este Gimnasia-Boca pudo ser una nueva Puerta 12. O un Cromagnón. Solo algún guiño del destino y la gente que cuidó a la propia gente, evitaron que hoy decenas lloren a sus familiares.
Fue una noche de terror que será inolvidable para todos los presentes. Se cruzan imágenes de chicos llorando, crisis asmáticas, ancianos sin saber a donde ir. Gente que no sabía que salida tomar, si la calle era una mejor opción que la asfixia, mientras afuera 45 minutos después de la interrupción del juego los postazos de goma continuaban y cada tanto algo más de gas pimienta tornaba aún más inexorable la atmósfera.
Una represión desbordada, inentendible y criminal llenó el Bosque de terror
Pudo ser un Cromagnón, sin dudas. No hay exageración periodística. Miles de personas que no podían respirar, con gases estacionados sobre el estadio porque no había viento. Una ratonera generada por las puertas cerradas que los mismos hinchas forzaron para poder salir. Y detrás de las puertas y los muros, más gases y balas de goma.
¿Qué pasa por la cabeza de un policía que con la gente tratando de salir tira una granada de gas por debajo de los portones hacia adentro, a gente que quería irse a su casa, que solamente quería una bocanada de aire? ¿Para qué? No había foco de conflicto. Gimnasia tendrá sus responsabilidades organizativas que nada tienen que ver con multitudes tratando de forzar puertas. Ni los 9 mil hinchas de los que habló Aparicio, titular del Aprevide; ni los 5 o 6 mil que mencionó Berni entre su llegada estilo Rambo y su partida presurosa, sin hablar con la dirigencia albiazul a la que acusó de ambiciosa e inescrupulosa. Eran plateistas de la Basile con sus ubicaciones asignadas y sus plateas vacías a las que no les permitían acceder. Eran socios que no aceptaban que no podían entrar a su estadio, pero sin forzar situaciones. Nada que previera una fuerza exagerada. Una represión desbordada, inentendible y criminal.
Pudo ser una Puerta 12. Cuando los hinchas salían desesperados por la puerta de Socios hacia la esquina de Iraola y 118, las detonaciones de las postas de goma y más gases provocaron una estampida de afuera hacia adentro. Fue la cara del terror y Dios, la suerte o en lo que quieran creer quiso que -otra vez- los hinchas se cuidasen entre sí. Uso la antiperiodística primera persona del singular: yo estaba allí, nadie me contó las caras de miedo.
Flashes de la noche del pánico: Oscar Piris buscando a su hijo de un año y meses en la platea. Fue uno de los tantos futbolistas vestidos para jugar, pero tratando de reencontrase con sus seres queridos. Afuera, en medio del humo y los gases, un hombre en silla de ruedas y su acompañante buscaban para donde ir, incrédulos. En la ambulancia, las mascarillas de oxígeno no daban a basto y pasaban de cara en cara.
Al lado de la ambulancia, apoyado contra la rueda, un hombre que había sido ingresado casi desvanecido tenía la mirada perdida, preguntándose ¿por qué? Todos nos preguntamos lo mismo. El Bosque fue la casa del miedo y no por culpa de su gente.
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