VIDEO. Sin servicios básicos: la vida, hacia el sur de la Ciudad

A una zona en auge que incluye Arana, Parque Sicardi y Villa Garibaldi, no llegan el agua, las cloacas y el gas. Dependen de la luz, el wifi y del buen tiempo para usar algunas calles

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Roberto Mannarino va y viene en su coche. Se aleja de su casa -donde tiene su negocio- diez o veinte cuadras y vuelve. No es un paseo o un mandado. Busca señal para el celular. Entonces, le llega un mensaje de texto que necesita para validar un trámite bancario que hace a través de Internet, porque en casa tiene wi fi. Eso y luz, es lo que hay en la zona de Arana, una urbanización de crecimiento explosivo en las últimas dos décadas junto a Parque Sicardi, un barrio de la tradicional Villa Garibaldi, su vecina y antiguo reducto agrícola que hoy tironea a la Ciudad hacia el sur de manera impactante y, para vecinos y especialistas, con indicadores para la preocupación.

En esa área -donde las mañanas y tardes invitan a la reflexión sobre el beneficio de la convivencia con el aire puro, el sol y el verde- hay que moverse por lo básico. La mayoría, trabaja o va a la escuela a 20, 30 o 40 minutos de su casa, en el Centro; la estación de servicio más cercana está a 3, 4 o 5 kilómetros; la cocina anda si hay luz o si no se vació la garrafa y la calefacción en invierno requiere, si no es luz, de una buena provisión de leña, a tazón de entre 20 y 40 mil pesos la tonelada. La luz también es necesaria para que haya agua, que extrae la bomba de la perforación y los desechos cloacales necesitan la construcción de un buen pozo.

En los vecindarios de esas localidades se percibe el clima colaborativo entre vecinos. Como no hay señal de telefonía celular y no existe la telefonía fija, todos se manejan con el poder del wi-fi para acceder a las redes sociales y de mensajería como el WhatsApp. Por ahí, pasa casi todo, hasta el recurso para pedir auxilio a la policía, los bomberos o la ambulancia porque no hay forma efectiva de marcar al 911 de la Policía, por ejemplo.

Roberta Romano compró el terreno en 1989 y vive en Sicardi desde 2006. Dejó una casa en pleno Centro. A su barrio, montado sobre un loteo ancestral para la vida de La Plata (creado en 1888, a seis años del nacimiento de la ciudad) dice que lo vio crecer “desde cero”. Atrás, quedó la vida sobre el asfalto. “Hay dos tópicos en este barrio. Se pobló de dos maneras, la gente que quiso venir a un lugar rural buscando paz, tranquilidad y naturaleza y otros que vinieron porque se vendían baratos los terrenos y vieron otra perspectiva. Esa gente pretende que se le cubran las necesidades como si estuviese viviendo en La Plata”, dice y añade: “Soy consciente de que hay cosas que necesitás sí o sí”.

Según datos de la Municipalidad, en 2004 había una ocupación equivalente a 240 lotes; en 2010 ya eran 780 y en 2016, pasaba a 2.034 lotes.

La arquitecta e investigadora del Conicet, Daniela Rotger, relevó los siguientes datos: “La distribución de usos del suelo indicaba para el año 2003 un 40% de actividad agrícola a cielo abierto, un 6% bajo cubierta, y un 54% correspondiente a la mancha urbana. Para 2018, indicaba un 12% de actividad agrícola a cielo abierto, un 0,4% bajo cubierta, y un 87,6% correspondiente a la mancha urbana”.

Manda la falta de planificación, según coinciden en la Comuna y especialistas en urbanismo consultados: “un 5% de esta superficie corresponde a lotes que han sido ocupados y se hallan específicamente sobre la planicie de inundación”, se indica desde la Municipalidad.

Mannarino vive en la zona de 12 y 635, Arana, lindante con Sicardi desde hace 9 años. Sobre una propiedad de su familia construye la casa que compartirá con su esposa e hija. “Me impulsó la tranquilidad. Quería campo, naturaleza”, dice sobre la partida de su antiguo barrio, Parque Castelli. “Hubo un crecimiento desmedido”, afirma y argumenta que “la ciudad va a crecer para este lado. No hay otra opción. Los precios son otros y la gente viene para acá. Pero eso no fue acompañado por los servicios”. Más barato puede significar menos servicios: “Tenemos solo luz, agua de pozo con bomba, gas envasado. La calefacción es con electricidad o leña y el precio se fue a las nubes, de 18 mil pesos para arriba, en mezcla de acacia y fresno. El eucaliptus está en 24 mil pesos”. Hacia arriba en la lista, el quebracho puede llegar a 40 mil pesos la tonelada. Con todo, la boleta de la luz, está arriba de los 10 mil pesos al mes.

Por su parte, desde Edelap informaron que la empresa se encuentra avanzando en la construcción de dos nuevos cables alimentadores troncales para acompañar el crecimiento de la demanda de energía eléctrica de la zona, la que se explica en gran parte "por la ausencia de otros servicios, ya que el eléctrico es el único presente", manifestaron.

“El celular, complicado con la señal. Si se corta la luz, no tenés wi-fi. Tengo un abono de una compañía que casi no tiene señal acá. Tengo que ir hacia 22 y 637 donde hay una antena cerca. En el caso de mi esposa, que tiene otra compañía, a veces, tiene señal”, detalla.

El biodigestor obligatorio

También inquieta en la zona el impacto en la napa: “Donde vivo no hay pozos nuevos pero en Sicardi, con lotes chicos, todos deben hacer el pozo ciego”. Eso sería un pozo a menos de diez metros de otro y todos a metros de donde se extrae el agua para consumo humano. “Estamos armando un proyecto de ordenanza para que el Municipio exija la colocación de un biodigestor por cada loteo”, anuncia Mannarino. Se plantearían opciones para la colocación de un sistema que usa un equipo plástico de tratamiento o bien alternativas de tratamiento ecológico. “Hay que hacer algo para que no se siga contaminando la napa. Hay unos mil lotes a la venta y son mil pozos”, detalla el vecino.

“Cuando llegué éramos mil personas entre Arana, Sicardi y Garibaldi. Hoy, debemos ser unos 15 o 20 mil”, dice Juan otro vecino de Sicardi, el barrio que va de 7 a 12 y 650 a 659. Hacia arriba sigue Garibaldi y hacia La Plata, la franja que forma Arana. “Allá, en 12 terminaba todo porque había quintas de tomates”, apunta. Ahora hay negocios con las marca del Centro y casas. “¿Servicios? Ahí, empezamos mal. No tenés agua, gas. Tenés luz y cuando llueve o hay viento se corta y acá somos electro dependientes para calefacción o sacar agua. La calefacción, cara” detalla y luego grafica con una historia personal: “En pandemia tuve Covid-19 y me aislé en una pieza. Estuvimos sin luz varios días y me dio neumonía. Afuera había más temperatura que adentro de mi pieza”.

Mannarino, apuntó que “había muchos cortes de luz pero en este tiempo mejoró mucho. Otro tema es que les exigen una instalación de luz a los desarrolladores, pero hay que alimentarla. Ahora, dicen que van a sumar abastecimiento con dos líneas nuevas”.

Romano sostiene que “jamás en la vida tenemos 220 (kw). Los artefactos nos duran la mitad, por la tensión. Se corta un cable en 7 pasamos tres días sin luz. Otro problema es el de las antenas: no hay teléfono de línea y no tenemos señal de celular”. Sobre el agua de red, apunta que “hace más de una década pusieron caños en la zona de 7 pero nunca llegó. El gas se trató de gestionar, pero la respuesta fue que entre todos debemos pagar la instalación desde la zona de Barrio Aeropuerto”. Por ahora, garrafa, con un costo de 600 a mil pesos, según la marca.

Por allí se ve a vecinos caminar con la bolsa de la basura hasta la calles centrales, 650 o 659: “El camión pasa tres veces a la semana, pero cuando llueve a veces no entran o se rompen las calles de una manera que hace imposible pasar. Entonces, hay que acercar la bolsa”, apunta un vecino. El cuadro se complica: “Había contenedores y los sacaron”, lamenta.

Este diario consultó en las empresas Camuzzi y Absa sobre la extensión de las redes. No tuvo respuesta. Desde el Municipio se indica que hubo una “batería de obras de infraestructura” en la zona, que “incluyeron pavimentaciones, nuevos puentes, luminarias LED y otros trabajos”. A la vez, en 2020 “la Municipalidad impulsó la regularización de Sicardi, a través de ordenanzas de usos del suelo”. Eso debido a que, “antiguamente, se habían realizado loteos y había manzanas ya constituidas que perduran hasta hoy, pero jamás se planificó qué indicadores correspondían a la zona”, se detalla.

Ahora es zona urbana el área de 650 a 659 y de 7 a 22. También, de 659 a 670 y de 7 a 22. Aunque ahí se fijaron “condiciones especiales, de protección al humedal” del arroyo El pescado, una zona protegida que tiene en alerta al vecindario.

La medida generó un “subcentro” en 659 entre 7 y 22, donde “gran cantidad de comerciantes no podían habilitar sus negocios”, se apunta. Por otro lado, se informó que se detectaron numerosos loteos indivisos que están fuera de su zona correspondiente, sobre los cuales se encuentran trabajando para poder encuadrar ante la ley.

 

 

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