La bicisenda, el monopatín y la nueva convivencia en la calle

Especialistas advierten sobre tensiones con el tránsito tradicional y señalan vacíos en la legislación que regula la circulación

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En poco tiempo, la red de bicisendas y ciclovías se extendió por casi todo el casco urbano platense. Días atrás, por caso, el Municipio finalizó la ejecución del espacio de diagonal 74 reservado a las bicicletas, los tramos que van de plaza Moreno (12 y 54) a plaza Yrigoyen (19 y 60), desde ahí hasta parque Castelli (25 y 66) y, finalmente, hasta la avenida 72. El sistema de circulación de ese tipo de rodados implementado en los últimos años fue recibido con entusiasmo por la numerosa cantidad de ciclistas que diariamente cruzan la Ciudad de punta a punta, pero también, a medida que se avanza con el proyecto, crecen las quejas de los automovilistas -particulares y del transporte público- porque muchos de los que andan en dos ruedas no respetan las normas viales, principalmente la luz de los semáforos, y siguen de largo cuando deberían frenar.

La bicisenda es una infraestructura exclusiva para ciclistas que se desarrolla sobre veredas, parques, plazas y ramblas y en relación a vías peatonales separadas de la calzada, formando una cinta de hormigón alisado, con un ancho variable entre 2,30 y 2.50 metros. En cambio, la ciclovía se diseñan sobre parte del espacio de la calzada.

En las bicisendas se colocan señales (bicicleta y flecha) cada 50 metros y así se indica el sentido de circulación y el carril exclusivo de ciclistas. Al llegar esa cinta del pavimento a intersecciones, se aplica el conjunto de las señales, como en las ciclovías (bicicleta, flecha, y ceda el paso).

Está establecido que el ciclista solo puede circular en el sentido que indica la ciclovía y en caso de ser de doble dirección, debe hacerlo por la pista que le corresponde. Este tipo de ordenamiento vial persigue una serie de beneficios para los ciclistas en particular y el tránsito en general, como mejorar los tiempos de viaje para distancias cortas, reducir las congestiones vehiculares, optimizar el uso del espacio del suelo y promover la seguridad vial.

Sin embargo, esos sistemas especiales para el uso urbano de la bicicleta despiertan críticas, como ocurrió hacia fines del año pasado justamente con el primer tramo inaugurado de diagonal 74.

Vecinos y conductores de la zona reclamaron por la reducción del espacio que implicó para el tránsito de autos y colectivos, “con un solo carril libre para los autos”, plantearon.

Lo cierto es que proporcionalmente al avance de las bicisendas crecen las quejas de los automovilistas, que apuntan contra los ciclistas que no siguen las reglas del tránsito y además de causar confusión en las calles ponen en riesgo al resto de los actores del escenario vial.

LUZ ROJA PARA TODOS

Dentro de la convivencia urbana, la luz roja “es roja para todo el mundo”, subrayó el licenciado en Prevención Vial y Transporte Axel Dell´olio. Y en esa línea señaló el especialista que todos - automovilistas, ciclistas, motociclistas y peatones- participan del mismo contexto y los alcanza el Código Nacional de Tránsito (ley 24.449). “Igualmente, noto que gran parte de la comunidad ciclista tiene ojo crítico en ese sentido y que crece entre ellos la conciencia respecto al respeto de las normas en la vía pública”, puntualizó.

También Viviam Perrone, integrante de la asociación civil Madres del Dolor, de larga y nutrida experiencia en la problemática del tránsito a raíz de la muerte de su hijo, que fue atropellado, resaltó que hay una regla general que exige que en las calles el respeto siempre sea “para el más vulnerable”, pero, remarcó al mismo tiempo que “las normas de tránsito tienen que cumplirla todos, también los ciclistas y los peatones”.

Perrone se refirió a la modalidad “rolling stop”, a la que aluden muchos ciclistas cuando se les reprocha que no paran frente al semáforo en rojo. “Se trata de algo que se implementó en otros países y que consiste en frenar, ver si alguien está por cruzar y si no es así seguir. Pero lo que les aclaro que en la Argentina no es así; acá rige la Ley de Tránsito que exige respetar la luz del semáforo”, explicó.

Hasta ahora, el municipio platense ejecutó unos 40 kilómetros de bicisendas y ciclovías y prevé, para este año, avanzar con otros 10 kilómetros en distintas localidades del Partido.

EL FUROR DEL MONOPATÍN

En 2021 el país importó 10 mil monopatines eléctricos. Y de ese “boom” del particular vehículo no es ajena nuestra ciudad, donde también se ven crecer el número de jóvenes que circulan sobre esa tabla con manubrio que avanza a toda velocidad pulsando un botón. Sucede que para muchos vecinos, veinteañeros y treintañeros, desplazarse sobre esas dos ruedas es la gran alternativa al transporte.

También hay quienes viven en los alrededores del casco urbano y para llegar hasta el Centro platense dejan el auto cerca de la Circunvalación (donde todavía hay lugar para estacionar), sacan del baúl la pequeña estructura, la despliegan y se lanzan por las calles con el sólo gasto de la batería.

El problema con los monopatines es la falta de reglamentación para su uso en la vía pública dos legislaciones que regulan ese tipo de circulación, una en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y otra a nivel nacional. “Pero son los concejos deliberantes de los municipios los que deberían establecer las reglas que, como mínimo, tendrían que ser por lo menos tres: estipular el máximo de velocidad, que lo ideal sería que no pase de los 25 kilómetros por hora, y obligar a los usuarios a llevar casco y colocar luces, blanca adelante, roja atrás y la de freno”, dijo el experto.

Según recordó Dell´olio “el tránsito en monopatín es equiparable al de la bicicleta, porque la reglamentación tiene que ser igual para los dos medios: velocidad, uso de casco y luces”, concluyó.

 

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