En las pensiones hay un cuello de botella entre la demanda y la oferta

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Con algunos puntos que se tocan entre sí, la problemática del alojamiento para estudiantes también llegó a las pensiones, otro segmento de gravitación del perfil universitario de la Ciudad.

Según le contaron a este diario titulares de algunos servicios, por estos días prácticamente no hay lugares disponibles.

La demanda se había empezado a exponer en noviembre, en forma coincidente con la apertura de inscripciones en la UNLP y el anuncio de vuelta a las clases presenciales. Atrás, quedaron dos ciclos académicos con actividad virtual para la amplia mayoría del estudiantado (solo volvió la presencialidad en casos puntuales y con materias prácticas).

Esa modalidad y la pandemia se llevaron consigo algunas pensiones de la Ciudad, que no pudieron sobrevivir con costos fijos (en casos incluyen sueldos) y las habitaciones vacías.

Un cálculo informal que se hacía en la semana indicaba el cierre de una decena de casas, con alrededor de un centenar de lugares, sobre un listado de unas 30 habilitadas.

“Ya no atiendo más mensajes ni llamados”, apuntó a comienzo de la semana pasada la dueña de una pensión cercana al complejo de facultades de 122 y 50 ante una consulta de este diario. No es por antipatía: “Es una locura la cantidad de gente que está buscando lugar”, indicó.

Así las cosas, con la plaza reducida en este modalidad, todavía hay estudiantes sin lugar de residencia para cursar y rendir de marzo o abril a diciembre.

La demanda se conforma con estudiantes de ciudades y pueblos de diversas puntos del país, junto con una corriente significativa de otros países de la Región.

En el cuadro actual, en las pensiones no tienen para hacer más que escuchar: los lugares tienen reserva desde hace varios meses.

En el sector, se calculaba que la situación también se toca con la del mercado inmobiliario.

“Hay más demanda porque muchas pensiones cerraron y no volvieron a abrir. Además, hay departamentos que pasaron de alquiler a la venta. Por ejemplo, los monoambientes. Entonces, se vuelcan a las pensiones”, dijo Ivana Flores, encargada de una pensión de la zona de El Dique.

“No me imaginaba que podría ser tan difícil encontrar un lugar para vivir. No sé que voy a hacer”, le dijo a este diario una ingresante de la Universidad que, por estos días, consiguió alojamiento temporario en casa de amistades de su ciudad, Bahía Blanca.

“Con la pandemia, algunas pensiones cerraron porque los estudiantes se volvieron a sus pueblos y ciudades cuando todo pasó a ser virtual”, coincidió la martillera Gisela Agostinelli y añadió que al confirmarse la reapertura de las aulas, ahora hay preocupación creciente por los lugares.

Según se indicó en consultas realizadas durante la semana que pasó, el alojamiento en una pensión cuesta entre 10 y 12 mil pesos por una habitación compartida.

En tanto, el precio sube a alrededor de 15 mil pesos por una pieza con una sola cama.

 

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