Convertir el horror en una luz de esperanza: la dura historia detrás de un club platense de fútbol

“Guerreras”, el club que fundó en City Bell una sobreviviente de la violencia de género para contener a otras

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Guerreras Femenino es un club de fútbol que nació con el objetivo de brindarle contención a decenas de mujeres y niñas que atraviesan situaciones de vulnerabilidad. Muchas de ellas han sufrido violencia de género o se encuentran en situación de calle. Y encuentran en este sitio la posibilidad de socializar, formar vínculos sanos, sentirse protegidas y hacer deporte. Por eso el resultados de los partidos que disputan queda en segundo plano.

Liliana Margarita Yebara, conocida como “Marga”, es la fundadora de Guerreras Femenino. Y carga con una dura historia sobre su espalda, ya que fue víctima de violencia de género, una situación que la marcó para siempre. Pero que, a la vez, la motivó para poner en marcha este proyecto, con la misión de ayudar a muchas mujeres que posaron o que actualmente atraviesan situaciones similares.

Ella pasó quince años de dolor, golpes y humillaciones al lado del padre de sus hijos. Por ese maltrato perdió un embarazo, que hasta ahora le duele en el alma. Pero reconoce que todas las marcas que le quedaron en el cuerpo por los golpes “se van”, pero las psicológicas quedan. “Que me dijeran que era ignorante, que venía fallada de fábrica y que nadie me iba a creer (el horror que vivía), me hizo llegar a creerlo. Hasta el día de hoy a veces pienso que puede ser cierto”, reconoció.

Pero con esfuerzo pudo salir adelante y hoy busca darles una luz de esperanza a otras chicas.

ACTIVIDADES

Las “Guerreras” entrenan de lunes a viernes en una plaza, puesto que no cuentan con un espacio físico, algo que las expone a dificultades y peligros. Se las puede encontrar en el Barrio Santa Ana de City Bell, en la Plaza Robles de 460 y 21c. Allí, asisten niñas desde los cinco años y no hay límite de edad.

La movida nació “en abril del año pasado y arrancó como un sueño. No fue fácil que la liga a la que pertenecemos aceptara que juguemos”, cuenta Yebara.

Gracias a las rifas que organizaron, a la ayuda de padres y de comerciantes pudieron comprar, por ejemplo, las camisetas con las que juegan. Y para este año, el desafío que se fijaron es encontrar dónde poder concentrarse y desarrollarse. “Es lo que necesitamos con urgencia, más que nada por las niñas y las chicas que vienen a practicar y tienen que cambiarse o ir al baño, cosas básicas”, afirma.

Para poder avanzar en la liga no tienen otra opción que alquilar el predio de un club cercano, depositando ahí ese dinero que podrían utilizar para la compra de elementos para las jugadoras como pelotas o ropa. “Muchas de las pelotas que tenemos son de mis hijos o de los hermanos de ellas. Algunas están pinchadas pero tratamos de reciclar todo”, comenta Marga.

“La primera vez que el padre de mis hijos me empujó de la bici, estaba tomado. Pensé que era por eso, pero después me di cuenta de que cualquiera era la excusa para ser agresivo”

Liliana Margarita Yebara
Fundadora de Guerreras Femenino

La acción social de Guerreras Femenino va más allá de enseñar a jugar al fútbol: “Tratamos de brindarles contención. Para algunos lo material es primordial pero para nosotros no. Mis jugadoras vienen, son apoyadas y escuchadas, ellas lo entienden y por eso permanecen acá”.

El predio más cercano que tienen es el Parque Ecológico Municipal donde, según contó Marga, hay canchas de fútbol que tienen cerca de quince años. Sin embargo, el año pasado presentaron tres petitorios para solicitar una y las autoridades le respondieron que “no puede darnos un permiso para tener nuestra cancha de siete porque ahí no funciona ninguna”.

Yebara asegura que a muchas de sus jugadoras les han hecho propuestas de otros clubes de la Región pero “me dicen que no se van porque me quieren”. Ver el avance de sus chicas le llena el alma: “La categoría 2003 tiene jugadoras que son madres y muy habilidosas, por eso les digo que si de verdad les gusta, podrían vivir de esto”.

Marga no acepta un “no puedo”. Al escucharlo les responde que la actitud es “sí puedo” o “sí, lo intento” porque de eso se trata. “Nunca van a recibir una palabra de desaliento de mi parte”.

Más allá del deporte que ama y que disfruta jugar, esta madre de cuatro hijos tiene una motivación importante, que es la que le dio el nombre al club. Su hija más grande tiene 21 años y retraso madurativo. “El nombre Guerreras nace por ella, porque es una guerrera de la vida. Es mi inspiración”, agregó emocionada.

A sus jugadoras nunca deja de repetirles que si la luz de sus ojos, aún con todas sus limitaciones y peleando por su vida en terapia intensiva debido a problemas de salud, sigue peleando por su vida, ellas también deben hacerlo.

 

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