El regreso a las clases presenciales abre el desafío de la comida sana
Edición Impresa | 4 de Marzo de 2022 | 04:22

Con el inicio de las clases presenciales, se renueva el interés de muchos padres de armar viandas saludables para que sus hijos coman en los recreos o en los almuerzos, cuando participan de jornadas extendidas. De acuerdo a un relevamiento realizado a nivel nacional sobre nutrición, el 70 por ciento de alumnos consultados sostuvo que en la escuela consume alimentos no recomendados por su elevado contenido de nutrientes críticos (como facturas, productos de pastelería, galletitas dulces y cereales con azúcar). Incluso, 1 de cada 4 estudiantes refirió que la escuela le provee bebidas azucaradas.
La licenciada en Nutrición Jorgelina Latorraga sostuvo que en muchas familias volvió el estrés por el desayuno, el almuerzo temprano antes de salir, la vianda en la doble escolaridad o la merienda en la calle, cuando se pasa de una actividad a otra, y hasta por la opción del comedor del establecimiento, ya que desconocen qué les darán de comer a sus hijos.
La profesional explicó que se sabe que la alimentación en la infancia no solo determina el desarrollo físico, sino también el intelectual, “los hábitos se aprenden desde el día 1, muchas veces como resultado de imitar a nuestros pares”, agregó.
La última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud, que se hizo en Argentina en 2019, incluyó la franja etaria de 0 a 17 años y adultos de más de 18 de ambos sexos. El estudio detectó que el 41,1 por ciento de los chicos y adolescentes de entre 5 y 17 años tiene sobrepeso y obesidad en Argentina, en una proporción de 20,7 por ciento y 20,4 por ciento, respectivamente, sin diferencias por nivel socioeconómico.
En los niños de 0 a 5 años, el exceso de peso alcanza el 13,6 por ciento, una cifra elevada si se tiene en cuenta que el exceso de peso esperado para esa edad es de 2,3 por ciento. En los niños menores de 5 años, la proporción de baja talla a nivel nacional fue de 7,9 por ciento, siendo de bajo peso 1,7 por ciento. En los niños, niñas y adolescentes de 5 a 17, los resultados mostraron 1,4 por ciento de delgadez y 3,7 por ciento de baja talla.
En suma, los números confirmaron que los indicadores de desnutrición por déficit se mantuvieron estables respecto a otros estudios previos. El sobrepeso y la obesidad crecieron significativamente constituyéndose en el principal problema de malnutrición en el país.
MÁS DULCES
Los datos demostraron que el patrón alimentario es siempre menos saludable en niños que en adultos. Por ejemplo, los niños, niñas y adolescentes consumen un 40 por ciento más de bebidas azucaradas, el doble de productos de pastelería y galletitas dulces, el doble de productos de copetín (snacks) y el triple de golosinas, respecto de los adultos. Esos alimentos tienen altos niveles de azúcar, grasa y sal.
A su vez, el patrón alimentario es siempre menos saludable en los grupos sociales en situación de mayor vulnerabilidad – perteneciente a los 2 quintiles más bajos – que consumen la mitad de las frutas, un 40 por ciento menos de lácteos, más del doble de bebidas azucaradas y el doble de productos de copetín que las personas de los dos quintiles más altos.
En relación a la alimentación en los entornos escolares, los datos arrojaron que la provisión de frutas y lácteos es muy baja (21,5 por ciento frutas frescas y 30,3 por ciento yogures, postres lácteos o leches). En el caso de la provisión de agua, sólo el 57 por ciento de los estudiantes reportaron que la escuela la ofrece siempre.
Casi 8 de cada 10 chicos refirió que su escuela tiene kiosco, y los productos más comprados por ellos fueron golosinas y bebidas azucaradas.
La profesional, que integra el equipo médico de Wellness, indicó que es importante que la alimentación de los chicos sea lo más saludable posible. Su principal recomendación fue “observar y compensar”. O sea, si la vianda, la comida entre amigos y el kiosco de la escuela no son el ideal saludable, se puede equilibrar discontinuando la frecuencia de esos productos en la casa.
“Es importante tener opciones, organizarnos y poder brindarles de manera sencilla una opción en casa. El freezer y el microondas nos permiten recalentar comida casera, guardar pan ya cortado, dejar el plato armado, cocinar una vez y dividirlo en porciones para usar en diferentes semanas”, agregó.
También se sugirió que los niños, niñas y adolescentes se involucren con opciones saludables. Por ejemplo, ayudarlos a preparar panqueques, licuados, budines y conversar sobre el tema, no imponer. “Se educa con el ejemplo”, se indicó.
Otra recomendación fue preparar cenas familiares simples, caseras, evitando frituras, fiambres, salsas cremosas o mantecas. Servirlas en horario, incluyendo verduras y frutas, acompañadas solo con agua.
“También debemos tener paciencia porque durante el crecimiento muchos necesitan identificarse con los pares y hacer lo que los demás hacen para sentir que pertenecen a cierto círculo y, en consecuencia, muchas veces no logramos que se mantengan los hábitos que inculcamos en casa, pero la mayoría de las veces, con el tiempo, lo que prima es lo que nos hace bien y se vuelve a los buenos hábitos”, apuntó la nutricionista y agregó que el acceso a la información hace que sean los niños, niñas y adolescentes los que muchas veces se interesan en la alimentación e incitan a la familia a cambiar hábitos.
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