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“Cada vez más platenses confirman que comer sano no tiene que ver con no comer rico”. Desde su cocina-taller de City Bell, esta referente de la alimentación saludable en nuestra ciudad enseña, transmite y contagia el gusto por una cocina sabrosa, sencilla y basada en el gusto local y de temporada
Cecilia Famá
vivirbien@eldia.com
Después de 23 años de trabajar en canales de televisión, produciendo programas a los cocineros más famosos del país -como Narda Lepes o Fernando Trocca, por citar apenas dos, pero trabajó con casi todos- Teresa Rucci volvió a abrir su propia cocina, en City Bell; un espacio de encuentro alrededor de la alimentación saludable, donde los fermentados, lo integral, las semillas activadas y los productos locales protagonizan los menús, y también los talleres que allí se dictan.
Tere comenzó este proyecto en 2020 y la pandemia no sólo no la puso en pausa, sino que la activó aún más. Está feliz: vive a 5 minutos de donde trabaja y transmite a muchas personas de su comunidad algo que la apasiona: que comer sano es rico.
La cocina-taller de City Bell no es un restaurante tradicional. Es un lugar donde se aprende a preparar alimentos sanos, junto a los mejores chefs de la ciudad y hasta se comparte con ellos una cena, en veladas que se prolongan, con vinito y charlas.
- ¿Cuándo hiciste el clic que te llevó a alimentarte en forma saludable y cómo empezaste a poner en práctica esos hábitos?
Vengo de una familia en la que siempre se comió con ingredientes de buena calidad. Hubiese mucho o poco, la decisión era invertir en ingredientes frescos, buenos, no comer porquerías, no picar. Me acuerdo de que, cuando era chica, comprábamos el bolsón de 25 kilos de harina y lo repartíamos con la familia. De que íbamos a Mar del Plata y comprábamos el aceite de oliva Yancanelo en botellones. Mis viejos eran una familia que cuidaba mucho la plata, pero siempre estaban preocupados por conseguir la mejor calidad en los ingredientes y que toda la familia comiera eso. No había diferencia entre grandes y chicos. Siempre me alimenté bien. Eso lo tengo desde casa.
De grande, lo que me pasó es que mi esposo Luis y sus hijos, un poco más grandes que los míos, son muy deportistas y muy enfocados en la alimentación sana, bastante vegetarianos en ese momento. Y yo, si bien me alimentaba bien, hacía poco deporte, no le daba importancia ni tiempo al yoga, a la necesidad de mover mi cuerpo. Y la verdad es que, gracias a que Luis me pidiera que lo acompañara o a que sus hijos me pidieran productos integrales, me empecé a interiorizar.
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Reconozco que quien me habló por primera vez de fermentar un arroz o de activar una almendra fue uno de los hijos de mi esposo. En ese momento, hace 10 años, yo trabajaba de lunes a viernes todo el día, y los sábados cocinaba para toda la semana. Si no, me era imposible no desbordarme. Ese día iba a la feria, compraba vegetales, hervía, blanqueaba, empaquetaba, hacía sopas. Y ahí empecé a incursionar un poco en las fermentaciones, en las activaciones de frutos, en los granos integrales, y a probar con esto y lo otro. Fueron años de intentar y equivocarme, de acostumbrar a mis hijos, que eran chicos y me pedían un alfajor y yo les quería dar una galleta integral... Y luego, me di cuenta de que el cambio tenía que ser de a poco.
También me pasaba que una de mis nueras era celíaca -la otra es vegetariana-; entonces, toda la familia buscaba alternativas. Todos estaban en el mismo plan. Empecé a practicar y cada vez me salía más rico, cada vez me gustaba más, y así iba contagiando a una amiga, a mi hermana y a toda mi familia. Y me empecé a dar cuenta de que tenía la capacidad de lograr que todo ese mundo vegetal e integral, con mi experiencia mediterránea o tana, se convirtiera en algo rico. Y de que lo saludable no tenía que ver con hacer algo desprovisto de sabor, sino todo lo contrario. Así que fui de a poquito convirtiendo esa comida en mi alimento diario y en el de toda la familia, hasta que se convirtió en un hábito y una elección permanente para todos.
Y ahí fue cuando empecé con ganas de volver a cocinar y dejar mi trabajo en Buenos Aires. Y me dije: qué pasa si toda esta experiencia que yo tengo, de comer distinto, la trato de llevar a mi ciudad y a mi gente? Entonces empecé a ver que hacer en mi taller y en la despensa.
- ¿Cómo es tu nueva vida, en la que volviste a tener una cocina abierta al público?
Creo que la gran diferencia de mi vida hace tres años es que cocino muchísimo, kilos de granola, guisos veganos, wraps. Mucho y de lo que a mí me gusta comer, que creo que es mi mayor orgullo dentro de mi espacio: que la comida que hago y que vendo es la que como a diario. Me es hermoso y súper gratificante hacer platos tan sencillos como un guisito de garbanzos con tomate, cous cous y halloumi grillado y que sea un plato que a la gente le guste y que lo valore desde la simpleza y el sabor de los ingredientes más nobles y más sencillos y más básicos, pero desde su sabor, con una procedencia segura, con un origen muy sencillo y muy local.
Me paso el día cocinando y escribiendo recetas. Y pensando cuál cocinero local es experto en qué, para convocarlo a dar un taller. Así que mi vida está embebida de olor a comida rica, que me da placer. Hacía muchos años que no sentía eso. Llegar al taller a las 8 o 9 de la mañana y cocinar todo el día. A veces me canso y tengo que salir a dar una vuelta, y a los 10 minutos estoy pensando “ah.. ¿y si hago una tosti de semillas? ¿Y si invento algo más con avena fermentada?”. Todos los lunes son un desafío: en base a las listas de los productores locales que recibo, tengo que ver cuál va a ser el menú y qué voy a hacer en cada uno de los talleres.
Por otro lado, lo hermoso de mi nueva vida es que todo lo hago a 5 minutos de mi casa. Eso me permite acompañar a mi hijo si por algún motivo tiene que ir al médico, o pasar cinco minutos por lo de mi mamá a tomar un café. O recibirlos en la despensa. Mi familia va muchísimo, a comprar desde un malfatti hasta un pan casero.
Creo que lo segundo importante es eso: la cercanía con mi casa, mi lugar, mi comunidad, mis vecinos. Hago muchos sociales. El sábado me encanta estar en el taller, porque viene mucha gente que conozco y viene la mujer con el marido, o una parejita joven, o una señora que trae a la mamá, y les resulta un plan venir a la despensa, ver cómo estamos cocinando, preguntarme cosas, charlar. Es hermoso volver a estar presente en City Bell.
Lo tercero es volver a ser creativo. Durante muchos años trabajé en un canal de televisión donde la creatividad y la flexibilidad eran fundamentales, básicas. Pero los últimos años lo había perdido. Sentía que estaba aburrida, que no era lo que quería, que no hacíamos programas de cocina. Hoy me siento más creativa que nunca. Desde lo sencillo, como pensar un alfajor distinto para el 9 de Julio, que tenga un sabor argentino, y entonces mezclar una masa de nueces pecan entrerrianas con un relleno de dulce de zapallo cultivado en Bavio, ver como lo presento… Eso hacía mucho tiempo que no lo vivía.
- ¿Qué te dejó en lo personal y en lo profesional tu época de productora televisiva?
En lo personal esa etapa me dejó muchas y grandes amistades. Fueron 23 años de trabajar en un medio de contenidos televisivos, gráficos, en donde hubo tres empresas en el medio -Utilísima, Fox y después Disney-. En esa fusión fue cuando decidí irme. Es el día de hoy que una vez al mes me junto con mis compañeras de Fox y vamos a almorzar. Y tengo varios amigos cocineros. Desde lo profesional, me dejó muchísimo. Cada vez que armo un taller, el espacio, el ritmo, cómo voy a enseñarle a ese cocinero a ser un poco más dinámico… Eso lo aprendí en la televisión. Busco que los que vienen tengan la mejor experiencia posible.
- Describinos tu cocina-taller de City Bell en 5 palabras
Hermosa, luminosa, funcional, cómoda, cálida.
- ¿A qué productores locales elegís para cocinar?
Los vegetales de La Anunciación y Establecimiento Santa Rosa; el pan de El Arrobo y los quesos de El Abascay y Alba Lana.
¿Qué talleres se vienen en tu espacio?
Julio y agosto estamos a full. La semana que viene tenemos un taller de pastas frescas con Ale Argüello, un cocinero local que es un pizzero espectacular y que hace unas pastas buenísimos. Él empezó conmigo en el restaurante Oliva. La posterior, viene Edgar Kuda, a hacer un taller y cena omakase. La siguiente, viene Silvia Díaz a dar un taller de bombonería inicial. La otra, viene Catalina de Casa Nueza, una pastelera vegana de Buenos Aires que adoro y es muy buena. La semana que viene arranco un taller de Cocina Saludable, que está lleno y es el que más me gusta dar. Todos son hermosos, pero ése tiene mi corazoncito. Así que hay de todo, pero la gran noticia es que de acá a fin de año habrá novedades todas las semanas.
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