Sembrar para cosechar
Edición Impresa | 17 de Julio de 2022 | 08:40

Por TAMARA SPARTI (*)
En todos los tiempos, la humanidad entera ha rendido homenaje a la amistad.
Hombres, mujeres de ayer y de hoy. Ricos, pobres, jóvenes, ancianos.
En la calle, en la cancha, en la escuela, en el trabajo.
En el dolor y en la alegría.
La amistad se alza. Como una divinidad, una bendición, un privilegio.
Sin embargo, es posible interrogar estas representaciones acerca del vínculo.
El saber popular, echa alguna luz al respecto. Se habla con frecuencia de “cultivar la amistad” y es esta una expresión muy rica. Detengámonos en el verbo.
Tomo apenas dos acepciones del término cultivar:
“Hacer en la tierra las labores agrícolas necesarias para plantar en ella plantas y semillas o para cuidar lo plantado y obtener frutos de ello.”
“Sembrar o plantar plantas y cuidarlas para obtener fruto de ellas”.
La amistad es entonces el fruto, el fruto de una labor. Trabajar la tierra para la siembra. Y luego cuidar la semilla.
La preparación, el cuidado, la constancia, son requisitos para la llegada del fruto.
Se habla también de la cosecha de amigos. Y de eso se trata. Nada de divino ni mágico. La amistad es una construcción trabajosa y paciente, en la que encontramos una de las más genuinas formas del amor.
No hay expresión simbólica que alcance para nombrar lo que nos sucede a quienes tenemos la dicha de habitarla.
(*) Profesora y Licenciada en Psicología. Escritora. Docente de Nivel Terciario.Miembro del Departamento de Orientación Educativa de la Escuela Graduada Joaquín V. González de la UNLP.
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