El Estado no puede permitir un minuto más a los barrabravas en el fútbol

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La irracionalidad que empaña al fútbol profesional argentino de la mano de grupos de delincuentes, que ya en forma sistemática degradan la sana pasión por ese deporte, acaba de escribir otro capítulo negro en la larga historia de violencia, cuando hace pocos días fueron incendiados cinco autos que se encontraban estacionados dentro del club marplatense de Aldosivi yque pertenecen a jugadores del plantel de esa entidad.

El atentado se produjo en horas de la noche, poco después de una derrota sufrida por el equipo de primera división de Aldosivi ante su par de Godoy Cruz por la fecha 13 de la liga del fútbol argentino, que se había disputado en la ciudad de Mendoza. Al llegar por la mañana a su ciudad, cinco jugadores comprobaron que sus vehículos habían sufrido daños considerados totales en los vehículos que habían dejado en la playa de estacionamiento del complejo, ubicado junto a la reserva forestal del puerto marplatense.

Tal como se señaló, las primeras informaciones de lo ocurrido dieron cuenta de que un grupo de personas que estarían identificadas como parte de la barrabrava de Aldosivi habría sido el que ingresó al predio con el objetivo de cometer el atentado con el incendio de los vehículos que, incluso, antes habrían sido baleados. La deducción sería la siguiente: disconformes con la derrota deportiva, incendiaron los autos de los jugadores.

No debiera ya ser necesario reiterar la sucesión de gravísimos incidentes que se registran y que son protagonizados por barrabravas de distintos equipos. Intercambios de disparos a partir de disputas por la conducción interna de esos grupos que manejan ingresos clandestinos de dinero; batallas feroces desatadas en las afueras de los estadios, como ocurrió recientemente entre barrabravas de los clubes Luján y Leandro Alem, con decenas de heridos; lanzamientos de bengalas que son verdaderos proyectiles y que son apuntadas contra tribunas lejanas; explotación abusiva de los estacionamientos cercanos a las canchas, la lista es enorme y cada tanto se originan tragedias a partir de un deporte que ha perdido por completo el manejo de la situación.

Está claro que, más allá de las responsabilidades secundarias que puedan corresponderles a los dirigentes de los clubes –y en especial a quienes conducen los campeonatos, es decir a la cúpula de la Asociación del Fútbol Argentino- son las autoridades a cargo de la seguridad las que debieran hacerse cargo y resolver el grave problema que plantean los barrabravas en el fútbol.

El nudo de la violencia está allí, en haberse permitido el señorío y el creciente poder de grupos de delincuentes que utilizan al fútbol como excusa para ganar dinero mediante extorsiones, robos y toda clase de modalidad delictiva. También para ofrecerse como “mano de obra” para aprietes mafiosos y otras modalidades delictivas.

Si los barrabravas siguen operando, si se han expandido y actúan adentro, afuera y lejos de los estadios es porque las autoridades de las distintas jurisdicciones se lo han permitido. Bien se conoce que también se los favorece con turbias componendas como, por ejemplo, las de viajar como “turistas” –a costo vaya a saberse de quién- con abonos y estadías pagas a campeonatos mundiales de fútbol en sedes muy lejanas. Convertidos, claro está, en indeseados “embajadores” del país.

Es el Estado el que ha permitido que existan en el fútbol grupos que instalaron la ley de la selva, con la que se manejan impunemente. Desde algunos altos estamentos institucionales, incluso, se los ha llegado a elogiar, cuando en realidad han alzado las banderas del delito y de la muerte en un deporte. Lo ocurrido ahora en el club de Mar del Plata demuestra, con elocuencia, que la Policía y la Justicia no pueden permitir un minuto más la presencia de estos delincuentes en el fútbol.

 

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