VIDEO. Violencia escolar: la pandemia y las redes marcan un antes y un después

El regreso pleno de los alumnos a las aulas mostró una nueva cara de la conflictividad dentro y fuera de las escuelas. Varias peleas en la Región. Los desafíos

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“Esto sobrepasa todos los límites. Las peleas son todo el tiempo. La semana pasada desmayaron a una piba a golpes en el patio del colegio, sin que hubiera intervención de adultos. Los profesores tienen miedo de intervenir porque los amenazan”. Las palabras son de Sergio, padre de un alumno del Normal 2, el colegio en la semana que pasó volvió a exponer una preocupación creciente en la comunidad educativa de la Región: la violencia escolar cuyas expresiones en lo que va del año sorprenden por su frecuencia y su magnitud.

Junto a las agresiones que tuvieron como epicentro un conflicto en el colegio de diagonal 78 entre 4 y 5, otros episodios volvieron a poner el tema en el tapete. El primero, una pelea entre chicas en el Normal 1 que se inició adentro y siguió en la calle. El segundo, otra pelea entre mujeres que cursan en el industrial “Albert Thomas”.

Estros casos vinieron a sumarse a una larga lista de episodios de diferente tenor, pero igualmente preocupantes: enfrentamientos entre alumnos de colegios “rivales” en las proximidades de los establecimientos y en una feria didáctica que devino en batalla campal.

Si el fenómeno de la violencia escolar siempre fue particularmente complejo, hay dos elementos que, al decir de los especialistas, contribuyeron a generar en la actualidad un escenario en el que aparece agravado: el primero es el regreso a las aulas después de la pandemia, tras un largo aislamiento que según algunos expertos incidió en el proceso de socialización en años críticos, que se precarizó. El segundo, el creciente poder de las redes sociales, para algunos multiplicadoras y agravantes de problemas de violencia escolar y para otros, también creadoras de muchos de esos casos.

Desde la ONG Bullying sin Fronteras, por caso, se habla de un fenómeno que se percibe a nivel mundial por el cual los episodios de violencia escolar no sólo crecen, sino que también se agravan. Y que encuentra a los sistemas educativos descolocados y obligados a elaborar nuevas herramientas para responder. El pronóstico que hace Javier Miglino, abogado experto en Asuntos de Derechos Humanos y Protección de la Niñez y fundador de la entidad, no es optimista: indica que es probable que a los sistemas educativos les demande entre 3 y 5 años desarrollar herramientas eficaces para responder en el nuevo escenario.

Mientras tanto, la violencia escolar y el bullying generan serios daños colaterales, como incrementar la deserción escolar y el bajo rendimiento escolar.

Medidas en el colegio

El análisis de la respuesta institucional ante agresiones va enmarcado en la aplicación del acuerdo de convivencia, donde se reúnen opiniones de docentes, alumnos y directivos. Según diversas fuentes consultadas por este diario en los colegios, se evitan sanciones como suspensiones y expulsiones que, junto a las amonestaciones, parecen parte del pasado.

En los públicos aparece la figura institucional del “equipo de orientación”, que integra profesiones de la salud con la docencia. Según indicó una fuente del sector sindical, ese esquema fue mermando en cargos durante los últimos años.

“¿Dónde está el límite de la inclusión? ¿Qué equipos tenemos y cómo articulan?, se pregunta Omar Fernández, docente y directivo con experiencia en escuelas del Conurbano y asesor de una cámara de escuelas privadas (EGE). Ante el cuadro de peleas que exceden el ámbito de la escuela plantea: “Hagamos una reunión de los directivos primero y luego con los alumnos para ampliar la convivencia a una Región”. Se trata, añadió, de “trabajar reglas de convivencia a nivel regional”.

A la vez, vuelve sobre otra pregunta, referida a si “los colegios obramos después o tratamos de anticiparnos a los hechos”. Concluyó en ese sentido que “tenemos que prever”.

Chicas a los golpes

Piñas, patadas, tirones de pelo. La esquina de 14 y 51, en la vereda de la Catedral, fue el escenario de la pelea mantenida la última semana por dos alumnas del Normal 1 mientras sus compañeros las filmaban con sus teléfonos.

En otra parte del episodio, en la calle, una de las chicas da el primer golpe mientras la otra intenta defenderse. Luego, tres más atacan a una, que queda indefensa. “Estamos ahí del desastre”, escribió un padre de una alumna del Normal 1, preocupado por la problemática.

En la misma semana también se conoció un video que muestra una pelea entre alumnas, esta vez del “Albert Thomas”, que tuvo como escenario la zona del Bosque. Sus compañeros, en una especie de ronda, celebran una golpiza feroz.

Son hechos sumados a la pelea en la vereda del Normal 2, donde un joven, aparentemente mayor de edad golpea a un chico de 15. Todo frena cuando llega una mujer y arremete contra el agresor: sería la madre del menor. Al día siguiente, hubo corridas en 7 y 58.

La lista incluye otros episodios, como una pelea desatada en una Feria de Ciencias en la Técnica 8 de Tolosa (de 526 entre 7 y 8) en la que se enfrentaron alumnos de distintas escuelas, o el caso de una pelea en inmediaciones de la Escuela Técnica número 1 de Berisso, donde apareció un arma blanca.

La mayoría de los casos tuvieron un elemento en común: se conocieron a través de videos que grabaron los chicos y subieron a las redes sociales.

Este factor, el del protagonismo de las nuevas tecnologías complica el panorama. Los datos que maneja Bullying sin Fronteras hacen especial hincapié en uno de los efectos detectados en la pos pandemia: que la vuelta a la presencialidad plena llegó con las redes sociales potenciadas como ámbito de creación y replicación de situaciones de acoso y violencia.

“Las redes potencian la conflictividad escolar. Son vehículo de escraches, críticas, bullying. Y los alumnos más chicos son los que más dificultades están teniendo con ellas”, dice Ana García Munitis, directora del Colegio Nacional.

Si se analiza puntualmente el tema del bullying, los datos que maneja Bullying sin Fronteras muestran cómo creció esta forma de violencia después de la pandemia y al mismo tiempo cómo se agravaron los casos.

“La pandemia en el tema del bullying obró como un yunque que cae de una terraza. Nadie se lo esperaba; después del encierro muchos chicos volvieron a la escuela con una mayor agresividad y ansiedad, una situación que sorprende tanto a padres como a docentes”, le dijo oportunamente a este diario Miglino.

Otros expertos entienden que hay que tener en cuenta el impacto del aislamiento provocado por la crisis sanitaria en el proceso de socialización de los adolescentes.

Consideran, en ese sentido, que el estado de aislamiento en el que se vieron involucrados los adolescentes hizo que el proceso de socialización que se hace en esos años críticos quedara en estado precario, estados que se pulen en la interacción con pares y con las instituciones, que en un largo período no tuvieron.

Lo cierto es que las cifras del bullying se dispararon tras la pandemia y crecieron un 20% con relación a 2019, según los datos de Bullying sin Fronteras, pasando de 12.300 a 14.800 casos, lo que convierte a la Argentina en uno de los países que más casos de bullying registra en el mundo. Según los mismos registros siete de cada diez niños, niñas o adolescentes sufren bullying en el país.

Al mismo tiempo, la Provincia de Buenos Aires aparece segunda en la lista de distritos con más casos de bullying, con el 14 por ciento del total de los registrados, sólo detrás de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Otro de los datos que maneja la entidad y que resultan especialmente preocupantes tiene que ver con los casos de deserción escolar que provoca: se estima que 50.000 chicos argentinos no volvieron a la escuela tras la pandemia por ese motivo. La mayoría son secundarios, que tienen entre 14 y 18 años y que están en una situación que les permite tomar ese tipo de decisión.

Pero asociado a ese número aparece otro igualmente inquietante: alrededor de 10.000 chicos del AMBA concurren a clase cada día con miedo por ser víctimas de bullying.

Los especialistas registran, además, una relación entre bullying y bajo rendimiento escolar.

El crecimiento del bullying también es asociado al aumento de la influencia de las redes sociales durante la pandemia (cuando migraron al mundo digital muchas de las actividades cotidianas, incluidas las educativas), que no sólo lo potenciaron, sino que agravaron sus características.

Como consecuencia de eso indican que hoy bullying y ciber bullying forman parte de lo mismo con cuatro redes sociales que resultan centrales para el fenómeno: Facebook, Twitter, WhatsApp e Instagram.

“El aumento de la conflictividad entre chicos descolocó a los sistemas educativos”

En el terreno del bullying las redes sociales, donde no hay control, acrecientan el poder del victimario y prolongan el tiempo de exposición a la situación de acoso.

Los expertos lo explican así: si hace 30 años un alumno que sufría bullying lo padecía sólo durante el horario escolar y frente a su grupo, hoy el acoso se prolonga las 24 horas del día y la exposición se extiende a otros ámbitos.

La polémica en torno a la relación entre bullying y redes sociales contempla un aspecto controvertido. Así, mientras algunos expertos como el abogado especialista en nuevas tecnologías Raúl Martínez Fazzalari habla de las redes como elementos multiplicadores de la situación de acoso, desde Bullying sin Fronteras consideran que en las redes sociales (y sobre todo en las cuatro antes mencionada) se originan situaciones de bullying.

Además de estos aspectos, la violencia presente en la sociedad también contribuye al crecimiento de los episodios conflictivos en las escuelas.

En busca de respuestas eficaces

La situación descripta no se limita a la Región, sino que fue detectada y motivó advertencias a nivel internacional.

Así lo indican los expertos de Bullying sin Fronteras, que agregan que esta mayor conflictividad presente en las escuelas sorprendió tanto a padres como a docentes y dejó descolocados a los sistemas educativos en todo el mundo.

Las mismas fuentes indican que la elaboración de respuestas eficaces podría demandar entre 3 y 5 años.

Ana García Munitis cuenta que, por caso, en el Colegio Nacional, frente a un conflicto ente estudiantes se trabaja “como se trabajó siempre. Hay dos aristas: por un lado se sanciona, se cita a los padres, se conversa. Por otro lado se trabaja con los estudiantes sobre temas vinculados a la convivencia escolar. El trabajo sobre esos temas es importante”, reconoce García Munitis, quien destaca que el aspecto más difícil que plantea el nuevo escenario es el rol de las redes sociales, que no forman parte de la vida escolar, pero que repercuten fuerte en los vínculos entre alumnos.

EL ámbito que interviene en estos temas es el Departamento de Orientación Educativa, el espacio interdisciplinario que reemplaza a los antiguos gabinetes psicológicos.

Los acuerdos de convivencia son mencionados, en tanto, como una herramienta clave para abordar estos temas.

Con todo, la coincidencia entre expertos es que toda la comunidad educativa debe comprometerse en la solución de este problema.

 

 

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