Una inquietud creciente por el tránsito fatal en calles y rutas
Edición Impresa | 23 de Enero de 2023 | 01:59

El tránsito en las calles se llevó en nuestra región cinco vidas en los últimos seis días y 11 en lo que va de este reciente año. Está claro que el movimiento de vehículos sigue dominado por un descontrol que, pese a la sanción de nuevas normas, a los anunciados operativos y a las reiteradas recomendaciones por parte de diversas entidades y especialistas en el tema, no parece encontrar límites, sí una preocupación creciente.
La actual se trata de una sucesión trágica que, de proyectarse en este mismo ritmo a lo largo de los doce meses de 2023, superaría con creces la cifra de 71 muertos en incidentes viales ocurridos el año anterior en nuestro distrito.
Si a ese panorama, que es local, se le suma lo que vino ocurriendo en las primeras jornadas de las vacaciones, con el saldo devastador de muertos y heridos en las rutas que van a la costa atlántica o a otros destinos turísticos, en siniestros ocurridos en las rutas 2, 36, 29, 6 y 226, se cobrará mayor conciencia sobre la gravedad del problema.
Las tragedias siguieron ocurriendo a pesar de la reciente vigencia de leyes como la de “alcohol cero” y a megaoperativos de fiscalización. Por lo pronto, es preciso señalar que no puede adjudicarse la inseguridad en rutas y calles a supuestas deficiencias de alguna norma recién promulgada o, inclusive, a eventuales fallas en operativos que recién comienzan, aunque nunca son suficientes los controles.
Se ha señalado siempre en esta columna, siguiendo así la opinión de especialistas, que el fenómeno del tránsito se caracteriza por ser multidisciplinario.
Existe, en ese sentido, una multiplicidad de factores como la incidencia del alcohol y la droga, la natural imprudencia de muchos conductores, la indisciplina frente a las leyes, la idoneidad mecánica de los vehículos, la falta de buenas señalizaciones, el mal estado de las vías camineras, entre muchos otros que pueden incidir en forma decisiva a la hora de explicar la inseguridad vial existente.
Sin embargo, se ha enfatizado también siempre que el factor educativo, es decir la aptitud de los conductores para entender cabalmente lo que significan las reglas de la convivencia, el respeto a la vida y a la integridad física, propia y la de terceros, así como la necesidad de tomar conciencia sobre los riesgos que implica conducir vehículos en forma temeraria, sin acatar las normas y sin siquiera comprender que estas existen para establecer un orden, son decisivas a la hora de aspirar a que rijan mejores condiciones de seguridad en el tránsito.
De todos modos, en los últimos años se le presta más atención a los principios educativos para evitar accidentes de tránsito, frente a la gran cantidad de horas de vida que toda persona adulta desarrolla en la vía pública, sea como conductor, pasajero, peatón o ciclista.
Pero, más allá de poner énfasis en las campañas de educación vial, también hay que poner una mirada más preventiva en los controles y las sanciones a los infractores de las normas de tránsito, cuestión que ya corre por cuenta de las autoridades responsables del tema.
Las cifras de muertos y heridos siguen siendo verdaderamente escalofriantes en nuestra región, y en todo el país, y deberían provocar una reacción enérgica, tanto del Estado como de la propia ciudadanía, que debe asumir una actitud de mayor responsabilidad y cautela a la hora de conducir un vehículo de cualquier tipo que sea.
Lo cierto es que las estadísticas accidentológicas continúan creciendo y trayendo dolor a decenas de familias.
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