Dolor por una tragedia con impacto en la Ciudad
Edición Impresa | 3 de Enero de 2023 | 01:52

Con una extensión de 306 kilómetros, rodeada de campos ganaderos y otros dedicados a la explotación agrícola, la ruta 29 podría ser considerada como una de las más peligrosas de la Provincia de Buenos Aires, sobre todo por el tramo entre las ciudades de General Belgrano y Ayacucho, que presenta algunas características, que la hacen muy riesgosa.
Fue allí que una familia de La Plata, el 1º de enero pasado, encontró la muerte en un accidente de tránsito y llenó de dolor a toda la Ciudad.
Pedro Billordo era médico desde 2005 y tenía una especialización en Cardiología. Además ejerció como médico de planta en el Hospital Gutiérrez y también en el Penna, de capital federal.
Amante del deporte, fue hombre del club de rugby Los Tilos, donde estaban a cargo del Área de Crecimiento, Desarrollo y Nutrición.
Su esposa, María Soledad Navarro, en tanto, era docente en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Lo hacía en la Tecnicatura Superior Universitaria de Periodismo Deportivo.
Allí dictaba clases en las cátedras Prácticas Corporales, Comunicación y Subjetividades y Derechos Humanos, Comunicación y Deporte.
Melissa, una de sus ex alumnas, la recordó así en Facebook: “Una noticia que me dejó helada, que me parte el alma, y deja ver que injusta es la vida. Sol era y es una de las mejores profes que tuve de la facu, no tengo dudas de la gran persona que era porque como profesora era un lujo”.
Además de destacarla como “amorosa”, resaltó que sus clases eran “una maravilla, no te daban ganas de faltar querías estar en todas, porque era diferente a otras profes”.
Por su inesperada partida, la UNLP, con un breve mensaje, también la despidió con mucho cariño: “La Facultad despide con tristeza infinita a la docente Soledad Navarro que perdió su vida junto a la de su compañero Pedro Billordo y su pequeña hija Lupe”.
INCOMUNICADOS
En el sector descripto, de unos 160 kilómetros, la mayor parte en línea recta, no existe casi la posibilidad de mantener una comunicación telefónica.
Así, ante una emergencia, uno queda “a la buena de Dios”, a la espera de que “algún gaucho” brinde una mano y permita de alguna manera solucionar un inconveniente para seguir en viaje.
Claro que en el caso de los accidentes, las demoras en el arribo de los equipos de emergencia, ante esa compleja realidad estructural, con deficiencias de base, al margen de las lejanías con los pocos parajes que hay a mitad de camino (Casalins, Udaquiola o Solanet), acrecientan las probabilidades de que se desate una tragedia. Y la ruta 29 ya lleva muchas.
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