El francés Quignard se presentó en Buenos Aires

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Con sensibilidad y lucidez, el autor francés Pascal Quignard, flamante ganador del Premio Formentor de las Letras 2023 y también pianista y violonchelista, llegó a Buenos Aires para participar de actividades editoriales y académicas impulsadas por la Maestría en Escritura Creativa de la Untref y también para dar cuenta ante sus lectores sobre cómo su obra, de estilo fragmentario, logra conjugar el relato con el ensayo, los aforismos, la poesía y la filosofía: “Lo mío es el fragmento. Nací en una ciudad en ruinas y tuve que esperar siete años para ver la reconstrucción. Durante mucho tiempo, sólo conocí escombros. Soy un escritor sin catedral, escribo siempre sobre las ruinas”.

Autor de más de setenta obras entre las que se encuentran la nouvelle “Todas las mañanas del mundo”, la colección de ensayos “La barca silenciosa” y las novelas “Vida secreta” y “Terraza en Roma”, Quignard participó de un desayuno en la Casa Fundación Medifé y dialogó durante más de una hora con periodistas, y con Mateo Schapire, adjunto para la promoción y difusión del libro francés del Instituto Francés de la Embajada de Francia, y la escritora y poeta María Negroni, al frente de la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres De Febrero.

EL DIÁLOGO ENTRE CALLAR Y DECIR

El autor, quien en varias oportunidades se autodefinió como “un barroco que busca la intensidad”, intentó explicar ante su auditorio cómo piensa el diálogo entre callar y decir, dos movimientos que signan su obra: “El Barroco es intensidad, pretende aumentar la experiencia. Y la literatura siempre busca aumentar la experiencia de la vida”.

En los noventa Quignard trabajó para Gallimard, el gigante de la edición en francés y, tras dejar una impronta y un legado en el catálogo, llegó a ser el secretario general de la editorial. Pero un día decidió dejar su puesto y retirarse a escribir. Se instaló en Sens, a 130 kilómetros de París, en el departamento del Yonne y comenzó a dedicar su vida a la escritura y la lectura. Consultado sobre si extraña algo de aquellos años dedicados a su viejo oficio de editor, fue categórico: no.

“Para dejar un trabajo hay que realmente haberlo trabajado. Durante más de 25 años dediqué mi vida a sostener una vida social y a crear amistades y relaciones. Y, como todo barroco, me he ido despojando de todo hasta llegar al punto de hoy en el que puedo decir que soy feliz”, definió.

 

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