Los habitantes silenciosos de La Plata que nadie censa y pocos cuidan

Motivos ambientales y de seguridad demandan extremar los esfuerzos para proteger y acrecentar el patrimonio forestal de la Ciudad, severamente deteriorado. Los ejemplares sanos no se desploman, dicen los especialistas

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Francisco L. Lagomarsino

flagomarsino@eldia.com

Las tormentas que pasaron por nuestra región en los últimos días fueron intensas, con lluvias de a ratos torrenciales, y provocaron serios daños en el arbolado. Cayeron ejemplares enteros y ramas de gran porte, y en algunos lugares la tragedia estuvo a centímetros de distancia, lo que volvió a encender la preocupación por la fragilidad de un patrimonio imprescindible para la calidad de vida y la identidad urbana de los platenses.

Las causas de esta vulnerabilidad son múltiples. Pero analizando el trato al que ha sido sometida la forestación local durante décadas, resulta casi un milagro que no esté aún peor. Por eso, diferentes organizaciones de defensa del medio ambiente, profesionales y vecinos buscan que el área de Espacios Verdes de la Comuna ponga manos a la obra con una serie de medidas de corto plazo, largamente postergadas, que incluyen, entre otras, relevamientos, plantaciones, reposiciones y podas selectivas.

El déficit no es normativo: tanto la Provincia, con su ley 12.276, como el municipio, tienen a su disposición marcos que regulan las políticas dirigidas al arbolado público. Estos textos son minuciosos y responden a criterios ambientales que pueden considerarse de avanzada. Entre otros aspectos, la ley bonaerense les exige a los municipios censar periódicamente cantidades, especies y condición de los árboles presentes, y ausentes, en veredas, ramblas y espacios verdes. Las normas locales establecen severos castigos para quienes los dañen o poden sin permiso, así como para los frentistas que no los planten, que no planten las especies adecuadas, o que tapen las “cazuelas” que deben tener las veredas.

Nada de esto, por desgracia, es respetado. La depredación y la desidia no aflojan, y las sanciones brillan por su ausencia. La decadencia se profundiza mientras se suceden, desde hace décadas, administraciones cuestionadas desde numerosos sectores vecinales y profesionales por su desidia y su incompetencia.

Árbol SANO EN CIUDAD SANA

Entre los ingenieros forestales y demás estudiosos del arbolado, es vasto el consenso acerca de que existe una relación directa entre la caída de ejemplares y las falencias en la gestión del arbolado público. Defectos en las plantaciones, falta de riego, podas inadecuadas, inexistente control de plagas, permisividad absoluta para lastimar, sofocar e intoxicar, cortes de raíces atolondrados, todo pone a prueba una admirable resiliencia que, claro, no es ilimitada.

“Un árbol sano sólo puede caerse si hay un tornado”, asegura Corina Graciano, ingeniera forestal e investigadora del Conicet en el Instituto de Fisiología Vegetal (INFIVE-Conicet/UNLP): “si bien la sequía de estos últimos tres años puede haber empeorado su situación, ya que no han recibido suficiente agua y están debilitados, y las podas mal hechas que desbalancean sus estructuras pueden contribuir, en principio, si están sanos no tendrían por qué caerse. En las tormentas entran a jugar el agua retenida en el tronco hueco, que genera un exceso de peso, y el agua que afloja las raíces, pero es porque algo ya estaba mal”.

“La cuestión del arbolado urbano hay que tomársela en serio de una vez por todas” advierte Horacio de Beláustegui, licenciado en Ecología y Recursos Naturales: “los árboles no deben ser una pavada, objetos accesorios que están o no están, total es lo mismo, y a los que les hacemos lo que sea, total no hay sanciones y los funcionarios a cargo, encima, nunca rinden cuentas de su fracaso permanente”.

El docente en la Universidad Nacional de Luján y presidente de la Fundación Biosfera platense destaca que “con la irrupción del cambio climático se nos viene la noche, y más rápido de lo pensado. Debemos instaurar un sistema de gestión de arbolado con funcionarios probos y capaces, en un municipio que logre convencer a la gente de que el bien común está afectado y es urgente tomar el tema con seriedad, escuchando a la academia y la ciencia”.

En nuestra región, el Foro en Defensa del Árbol reclama y promueve políticas públicas tendientes a conservar y acrecentar el patrimonio forestal. Integrado por representantes de ONGs ambientalistas, profesionales de diferentes disciplinas y vecinos preocupados por la calidad de vida presente y futura, entre otras cosas propone la realización de un censo de todos los ejemplares existentes, con diagnóstico de su estado sanitario y los posibles pasos a seguir.

“Sin información fidedigna, si sumamos las temporadas de sequía, las podas sin criterio técnico que hacen daño y las plantaciones masivas sin seguimiento estamos en tierra de nadie”, advierten en el nucleamiento que brega por la creación de un Consejo Vecinal -para acordar con la Comuna soluciones para los problemas de la colección arbórea-, y la elaboración de un Plan Regulador -para definir las tareas de conservación y salvaguarda de las plantaciones existentes, y la mejora de su desarrollo y lozanía-.

Desde la ONG, el citibelense Mario Fittipaldi, quien es también presidente de DNI (Defendamos Nuestra Identidad de City Bell), subraya que “uno de los ítems de la ley del arbolado es que se haga un censo sistemático que incluye lo fitosanitario. Las excesivas lluvias pueden debilitar el agarre de las raíces, pero eso se evalúa con un control periódico. Acá sólo les ha preocupado la poda y la hacen mal. Se necesita un programa estratégico general, y controlar su cumplimiento”.

UNA LUCHA GLOBAL

Días atrás, la tormenta Ciarán castigó trágicamente varios países de Europa. La caída de árboles, sometidos a vientos que llegaron a los 200 kilómetros por hora, fue masiva. Allí también, los expertos que analizaron el fenómeno concluyeron que podría haberse acotado con una gestión adecuada de la forestación pública, evitando defectos en la plantación y podas inadecuadas. En ese sentido, se señaló que los desmoronamientos se deben, esencialmente, a que algunos árboles se plantan con poco sustrato, lo que da lugar a que tengan poca raíz, o en pozos pequeños, rodeados por hormigón; o por la pudrición de ramas que se produce con las distintas podas “en muchos casos indebidas” a lo largo de su vida.

“En las ramas cortadas hace 10 o 20 años se generan procesos de putrefacción, y cuando vuelve a brotar una nueva rama, no está sujeta a todo el tronco sino a una parte de la rama cortada; son las primeras que suelen partirse y caer” indicaron desde la Asociación Española de Arboricultura: “muy pocos ejemplares se cortan por razones valederas, y muchos por motivos de ‘seguridad’ entre comillas, que se usan como excusa”. Un calco de lo que ocurre en estas latitudes.

Los especialistas ibéricos aconsejan “plantar los ejemplares en suelo profundo, con riego específico no diario y solamente durante los primeros años, para que la raíz vaya bajando a mayor profundidad” y podar de manera “muy selectiva, en ramas que tapen un semáforo o supongan un riesgo pero jamás generalizarlo en toda una calle”.

Otro factor de riesgo habita en los suelos con “horizontes limitados”, es decir, con capas demasiado compactas a escasa profundidad, que obligan a las raíces a explorar zonas superficiales y por ende dejan el anclaje de la planta expuesto ante lluvias reiteradas o extendidas que ablanden el sustrato. Un problema adicional se da cuando se plantan retoños que estuvieron mucho tiempo en macetas, y ya tienen raíces en espiral, difíciles de corregir. Y por añadidura, hay que conocer qué estructura radicular tiene la especie a plantar: las hay radiales superficiales, o profundas con una principal pivotante.

La eliminación de raíces por parte de empresas que realizan tendidos y reparaciones subterráneas, o renovación de veredas, es asimismo un grave escollo. Al cavarse las “trincheras”, se opta por seccionar gruesas raíces de anclaje de los árboles, y al taparlas no se compacta la tierra nuevamente. El corte de toda raíz mayor a los tres centímetros de diámetro es lesivo para el ejemplar, por lo que debería exigirse ante esas interferencias el uso de tuneleras. Y para terminar, la práctica de “subir” las copas eliminando las ramas inferiores, y con ellas la estructura de “vela” que frena los vientos, es desastrosa: cuanto más se eleva el follaje más palanca ejerce sobre el tronco y la base, en especial cuando está mojado; ese desplazamiento del centro de gravedad de los ejemplares suele ser una condena prematura a muerte.

“Los árboles crean sus nuevas hojas con los carbohidratos y otros nutrientes que acumuló en ramas y raíces el año anterior, y con esas hojas recupera lo gastado” aclara Corina Graciano: “por eso si los brotes se queman con una helada intempestiva, o el ejemplar es mutilado con una poda, sufre por demás. Y un árbol exhausto tiene menor resistencia a la entrada de plagas y hongos”.

Desde la Municipalidad de La Plata se ha reiterado en infinidad de ocasiones que la dinámica de cuidado y control del arbolado público en la Ciudad se realiza con “los equipos de ingenieros forestales y agrónomos de Espacios Verdes, que tienen como parte de sus tareas habituales una rutina de relevamiento”. Y que cada extracción es reemplazada por un nuevo ejemplar, “con el sentido de mantener el número y la calidad”.

“Un árbol sano sólo puede caerse si hay un tornado. De otro modo, es porque algo ya estaba mal”

“Uno de los ítems de la ley del arbolado es que se haga un censo sistemático”

 

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