Ocurrencias: un día para no hacer nada
Edición Impresa | 19 de Noviembre de 2023 | 03:49

Alejandro Castañeda
afcastab@gmail.com
Son días ajetreados por una realidad recalentada de insultos y urgencias. Hoy, el voto en blanco -dicen los analistas- puede ser definitorio. Ese sufragio nulo, le ofrece refugio, no sólo a los indecisos desorientados; también a ciertos pesimistas extremos que aspiran a poder alcanzar una meta imposible: que pierdan los dos.
Lo de tener que tomar posición ante cada cosa, agobia. Hay toda una filosofía sanadora que no tiene nada que ver con la política y que busca su premio en el “No hacer nada”. La norteamericana Constance Kassor -informa una nota- profesora en la Universidad de Lawrence, este año presentó un curso llamado “Cómo no hacer nada”. Se convirtió, inmediatamente, en el más popular de la universidad. ¿Por qué? Evidentemente los estudiantes quieren aprender a gestionar el estrés, relajarse, desconectarse, descansar. Allí se enseña “que la productividad por sí sola no es necesariamente buena”, que hay que saber saborear las esperas y no estar respondiendo a toda hora a la demanda agotadora de la pura acción.
“Las clases -dice el informe- incluyen caminatas de 30 minutos por el campus sin mirar el celular ni hablar con nadie”. Es un divague creativo que no pide nada. Un especialista en religiones ha sido claro: necesitamos imperiosamente espacios de no hacer cosas. No para “cargar las pilas”, sino para asumir la altísima dignidad del derecho a estar sin hacer nada.
Lo que se necesita, según esta tendencia, es una reivindicación de la quietud y del poder “andar sin pensamiento”, como dice el tango. Hay todo un debate entre la civilización del ocio versus cultura del esfuerzo. Y cada vez gana más terreno una tradición que defiende el derecho a estar, meramente, en inactividad, sin dar explicaciones.
El libro de Carl Honoré, “Elogio de la lentitud”, ha enaltecido al aburrimiento. Propone dejar que la vida suceda, sin pedirle algo, aprender a que el no hacer nada tenga un lugar en la agenda del vivir. Cuenta Honoré que la palabra aburrimiento, no existía hace siglo y medio, porque ese reproche que uno se hace cuando no está haciendo nada es una invención de la modernidad. Y también dice que el médico Larry Dossey creó en 1982 el término “enfermedad del tiempo” para denominar la creencia obsesiva de que nunca hay tiempo suficiente. “Quemamos los días en la hoguera de la agitación, en vez de vivirlos”. Por eso el no hacer nada, sin culpa, se asume como una conducta memorable.
Hoy los chicos están sobreocupados por un presente con más consignas que juegos
Hoy es un día para no hacer nada y dejar que la realidad se encargue de pasar en limpio el presente. Del futuro, ya veremos
Un éxito similar ha tenido otro relato de nombre parecido: elogio de la pereza. Su autor, Tom Hodgkinson, fundador de la revista El Vago, considera su obra “el manifiesto definitivo contra la enfermedad del trabajo”. Desde allí suscribe la decisión del grupo anarquista Decadent Action de instaurar el lunes como “el día de llamar al trabajo y decir ‘estoy enfermo”.
El “No hacer nada” no es aburrimiento, es un sano estado de disponibilidad: mientras dura, el hombre se recupera y resguarda, deja que la pereza cumpla su parte y disfruta el poder estar un rato sin planes, atado a la buena idea de no hacer nada, lejos de cualquier sentido utilitario. Heidegger le dedicó un montón de páginas a ese “ahora detenido” que, según él, constituye el aburrimiento, un conducta que excluye lo productivo y que es tiempo en estado puro, el momento en que sentimos cómo transcurre la vida.
Antes, los padres no sentían la obligación de entretener a sus hijos. Ahora hay como un terror al ocio, al aburrimiento infantil. Los chicos miran la hora ante un batallón de ofertas que los tiene pendientes de horarios, pantallas, tareas y cursos, sobreocupados por un presente con más consignas que juegos. Frente a eso, este movimiento aspira a postergar las obligaciones y recuperar la calma para saborear la vida. ‘Contra el agobio, pereza’ es su bandera.
Hoy, el país enfrenta una tensa espera. Es un día para no hacer nada y dejar que la realidad se encargue de pasar en limpio el presente. Del futuro, ya veremos. La voz lejana de Aldous Huxley, nos deja una fórmula de alivio para estas horas: “ahora más que nunca parece necesario tomarse unas vacaciones circunstanciales respecto de la realidad”.
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